La pandemia por el COVID 19 obligó a la humanidad a vivir una nueva realidad. Esta, muchos decidieron afrontarla de manera particular, como es el caso de Trinidad Pacheco. Junto a su familia, tomó la decisión de dejar la ciudad para irse al campo y así protegerse del contagio. Una nueva vida en la vereda el Arado municipio de Ábrego en Norte de Santander les deparaba grandes retos.
“Mi hermano nos ofrece irnos a vivir en uno de los espacios que ellos tienen, lo acordamos con nuestros hijos y con mi esposa y es ahí donde empezamos a descubrir la maravilla del campo, a adaptarnos y a mirar cómo podíamos dejar el confort de la ciudad y tomar toda esta nueva iniciativa, conocer estas nuevas expresiones de los que son los campesinos” afirma Trinidad.
De su antigua vida en la ciudad solo tienen la nevera y 4 colchones, pero sin duda alguna la mayor incógnita para muchos dentro de su círculo de amigos era cómo seguirían estudiando sus hijos; estas dudas se disipan cuando Trinidad y su esposa Nazly asumen el rol de los profesores.
“Agarré la editorial Santillana y empecé el paso a paso y dije de ahora en adelante voy a educar a mis hijos de verdad como hay que educarlos, seres humanos íntegros, educar seres humanos de bien y les cuento que nos ha ido super bien” resaltó.
Una nueva visión de vida.
Neo rurales es el termino con el que se les denomina a las personas que deciden dejar la ciudad para irse a vivir al campo. Sin duda alguna estos cambios suelen venir acompañados de la deconstrucción del concepto de ruralidad, para la sicóloga Dery Bastos Duarte, esta nueva vida permite que especialmente los niños, empiecen a valorar ciertas cosas que en la ciudad pasan desapercibidas.
“Tener un campo abierto, tener la posibilidad de explorar, de cultivar, inclusive de relacionarse con los animales y la naturaleza, va a generar un crecimiento personal y abre un espectro más amplio a los niños y jóvenes, muchos piensan que en el campo está el atraso, pero pienso que es ahí es donde está el movimiento real, además sensibilizar a un niño sobre la importancia de la naturaleza, garantiza la permanencia y existencia de los ecosistemas” afirma Bastos Duarte.
Este proceso migratorio además de fortalecer la personalidad de quienes deciden emprender este nuevo viaje en la ruralidad, también permite que crezcan los lazos de unidad familiar, para Dery Bastos esta es quizás la mayor ganancia que tienen las familias.
“Los campos son de rituales, nos levantamos, preparamos un tinto, los compartimos y eso es volver a la mesa que es el espacio de reunión para todas las familias.” enfatiza
La otra cara de la neorruralidad.
Este proceso que inicia a mediados del siglo pasado y que recibe la influencia de los programas de desarrollo rural planteados en Europa y que son aplicados en América latina y Colombia, abre la puerta para que se cambie la idea que solo los campesinos se desplazaban a la ciudad.
Para Edelmira Pérez, exprofesora investigadora de la facultad de estudios ambientales y rurales de la Pontificia Universidad Javeriana, la realidad de la ruralidad está teniendo cambios que no favorecen a los campesinos.
“El fenómeno es más bien un desplazamiento de los campesinos a las ciudades. Es casi una invasión de los urbanos a las áreas rurales, hay municipios cercanos a las grandes ciudades como Bogotá, Medellín o Cali, que ya prácticamente no tiene campesinos”, explicó.
El ser campesino va más allá de vivir en el campo. Edelmira resalta que ser campesino es vivir del trabajo con la tierra, tienen una cultura propia, unas costumbres y unos arraigos que no los tienen los neo rurales. Además, afirma que: “los urbanos se están apropiando de los términos de los campesinos para sustituirlos frente a las entidades gubernamentales, entonces los campesinos no han tenido mucha figuración porque las organizaciones han sido desarticuladas y ahora los supuestos representantes de los campesinos en los paros agrarios no eran campesinos. Eran empresarios agrícolas llegados de las ciudades, entonces creo que este fenómeno está contribuyendo a la desaparición del campesinado como tal. Para mí una cosa es mejorar económicamente la producción en el campo, pero eso no significa que los campesinos necesariamente estén mejorando, muchos de esos campesinos ahora viven en los barrios pobres de las ciudades y trabajan como jornaleros en varias entidades agrícolas, pero han sido desplazados”.
Aprendiendo a valorar el campo.
Para Trinidad y su familia la percepción del campo y de los campesinos ha cambiado, ahora son más sensibles ante el trabajo y la vida de los agricultores. en la pacha mama, como llama al lugar donde ahora viven, no solo construyen su nuevo futuro, también se rodean de la historia y la cultura escondida en el territorio.
Pacheco comenta que “esta zona es muy rica en sus tradiciones culturales, allí en la pacha mama se encuentra un cementerio indígena de la comunidad Oropoma, es una tierra muy rica en fauna y flora, de verdad, es un territorio bellísimo que los invito a que nos acompañen y nos visiten”.
Ahora hacen parte de ese grupo de personas que se definen como neo rurales y están felices de vivir en el campo, de conectarse con la naturaleza, pero sobre todo felices por conocer sus verdaderas raíces.
“Apoyamos al campesino, ellos llevan el pan hasta nuestras mesas y son los que nos dan el diario vivir con cada uno de sus productos. El campo es el centro de nuestro existir, estamos dejando pasar la vida pensando en que vivir en la ciudad es lo mejor y no es así estar en contacto con cada una de las cosas que nos da la naturaleza es algo bellísimo” finalizó.