En medio de la crisis sanitaria que desató la pandemia y obligó a miles de campesinos a disminuir las ventas de sus productos, tres campesinos santandereanos crearon un proyecto para llevar sus cosechas del campo directamente a la ciudad, sin intermediarios. Únicamente utilizaron las redes sociales para hacer la convocatoria y los ciudadanos les respondieron.
El primero en hacer pública una convocatoria de este tipo fue Fabián Bernal, un cultivador de piña del municipio de Lebrija. Después de haberlas cosechado por más de 13 meses, con intermediarios que se le pagaban menos de lo que costaban, sobre abasto de esta fruta en la ciudad y la necesidad incesante de no perderla, decidió “regalarla” a dos mil pesos cada una.
Una fotografía con su rostro y unas cuantas piñas en sus manos fue suficiente para que los usuarios de internet viralizaran esta imagen, y durante un domingo de mayo acudieron masivamente a comprar su piña. En menos de cinco horas, Fabián Bernal vendió más de 6 mil piñas. Un éxito mediático y económico que, incluso el mismo joven estudiante de las Unidades Tecnológicas, vio como oportunidad para más campesinos que atravesaban la misma situación.
“Vea”, llamaba la atención Fabián en su acento santandereano fuertemente marcado, mientras se subía en una silla de cemento para que le escucharan mejor. “Estoy muy agradecido con el apoyo de todos ustedes, porque hoy me beneficié yo, y también quise dar un mensaje y es que más agricultores vengan y puedan vender su producto”.
Más que en las palmas de todos los compradores que aún estaban apoyándolo, sus palabras recayeron en Yuliana Landazabal, la hija de uno de los líderes de la cooperativa Coalagra del municipio de Tona, Santander. Una agremiación de 32 productores de leche y sus derivados que vieron el ejemplo en Fabián y lo imitaron, pero con quesos, yogures, arequipes y kumis.
La convocatoria fue similar. “Vimos lo que hizo el chico de las piñas y nosotros con el queso represado”, explicaba Yuliana intentando demostrar que ante la falta de poder vender, hacer la quesatón era una alternativa. Con ayuda de dos concejales de Bucaramanga y un diputado del departamento que estuvieron presentes en la logística, realizaron otro diseño que se volvió viral en redes y la gente respondió.
Desde las 7:00 de la mañana, un domingo de junio, llegó el primero de los dos camiones tipo turbo con más de 16 millones de pesos en productos lácteos, etiquetados respectivamente. “Veníamos con el afán de que no íbamos a poder vender todo”, dijo el señor Aniano Landazabal, padre de Yuliana, con una sonrisa tímida de cachetes rojos que caracteriza a los campesinos de la región.
Ocho horas después, con una fila de más de 200 personas que llegaban, compraban, y se iban, no quedó ni un solo queso. Ni tajado, ni redondo, ni cuajada. Ninguno. “Estoy impresionado, la gente nos atendió, la gente vino”, dijo Aniano después de culminar la jornada. “Con el dolor del alma más de uno se nos fue bravo porque se nos acabó el producto”, se disculpaba él, en nombre de todos sus paisanos.
Con las manos rojas después de manipular tantos productos congelados, el cansancio que se hacía notable en los rostros y en la forma de hablar, pero una sonrisa tímida de agradecimiento, estos productores de leche organizaron las canastas, se montaron en el camión y volvieron a sus hogares.
No sin antes demostrar y comprobar, al igual que Fabián Bernal, que las redes sociales bien pueden ser utilizadas como vitrina de los productos que nacen de las tierras de Colombia.