En Nariño, los ‘Guardianes de semilla’ son hombres y mujeres campesinos quienes se dedican a resguardar las semillas nativas, haciendo todo el proceso para identificar su variedad, sus orígenes y capacitando a los interesados para que puedan también puedan sembrar, reproducirlas y aportar así a la soberanía alimentaria.
A lo largo de la geografía nariñense, que estratégicamente se ubica entre la cordillera sur de los Andes y el Pacífico colombiano, son múltiples los cultivos que sus valles y laderas pueden dar, algunos destinados para el consumo familiar y otros para la comercialización. En medio de este proceso, 500 hombres y mujeres del campo dedican parte de su tiempo a conservar de manera cuidadosa las semillas que desde los nativos indígenas Pasto o Quillasingas, consumían diariamente.
Luisa Fernanda Patascoy, miembro de la red ‘Guardianes de semilla’, del corregimiento de Catambuco, zona rural de Pasto, cuenta que el maíz, la quinua y diferentes variedades de papas criollas, han sido guardadas y seleccionadas para que se conserven sin necesidad de utilizar insumos químicos.
“Cada año se hacen pruebas para que confirmar que no se hayan contaminado con semillas transgénicas -aquellas que se les insertan genes de otras especies-, y para ello se clasifican por variedad, nombre común y científico, y origen”, cuenta ella.
Luisa recordó que se deben tener granos sembrados constantemente o almacenados en frascos y canastas con un numero aproximados de 50 semillas.
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La guardiana fue reiterativa en mencionar que las semillas se están acabando porque en el mercado los campesinos deben comprarla aun sabiendo que pueden ser hibridas -es el resultado de la mejora genética de la especie, cruzando dos líneas con características deseables, logrando un tipo de semilla que produce un rendimiento superior al de sus padres-.
“Para perdurar la vida de la semilla se debe cultivar, y sus mismas semillas volver a sembrarlas, de esa manera no se pierde (…) así mismo, los campesinos hacemos trueque o intercambios con poblaciones que tienen el mismo clima para continuar conservando la genética, sin químicos”, dijo la guardiana Luisa Patascoy.
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En otro punto de Nariño, en la vereda Cariaco bajo del municipio de Consaca, que está ubicado en la circunvalar al volcán Galeras, Silvia Gómez, que también es guardiana de las semillas, destaca la importancia de las capacitaciones en cuanto a la conservación.
“En los talleres que teníamos nos fuimos involucrando y fuimos aprendiendo la importancia de nuestras propias semillas. Porque la verdad es que uno en el colegio no le enseñan estas cosas”, afirmó.
En medio del proceso de siembra y cosechas se guarda especial cuidado para que en la zona no haya cultivos con fertilizantes químicos; los guardianes de la semilla, con esmero, cuidan cada cultivo y fruto para conservar el legado ancestral de conservar la vida en la Pacha Mama – como llaman a la tierra las comunidades indígenas-.