¿Cómo estamos respondiendo a la violencia de género en Colombia?
Cada 25 de noviembre miles de mujeres en Colombia y el mundo salen a las calles a protestar, mostrándose imbatibles hacia una lucha continua que busca eliminar las violencias contra las mujeres.
Durante esa misma jornada en la que se conmemora el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se da inicio a un ciclo de 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género, que finaliza el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. Un momento en el que se despliegan una serie de estrategias para reflexionar y tomar acción frente a esta problemática de derechos humanos y salud pública aún latente que espera ser erradicada para el 2030.
Definir la violencia contra la mujer no es tan sencillo como parece, pues va más allá de enmarcar vagamente aquellas acciones que atentan contra la integridad física y mental de una persona por el solo hecho de ser mujer. Finalmente, detrás de todo acto de violencia de género hay un largo entramado de situaciones económicas y culturales que dan pie a que continúen dándose violaciones a sus derechos y es menester hablar de ello.
La abogada, especialista en DDHH y DIH, representante de víctimas de violencia sexual y violencias basadas en género ante la JEP, Laura Valderrama, lo define como “la invisibilización de nuestro sentir, visión y percepción de la vida como mujeres”, y explica que hay muchas definiciones, sobre todo de organismos internacionales, que ayudan a delimitar de alguna manera lo que significaría la violencia contra la mujer.
Por ejemplo, las Naciones Unidas han definido la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”.
Al ser la violencia contra la mujer una de las violaciones más generalizadas de los derechos humanos en el mundo, según informa ONU Mujeres, es importante darse a la tarea de conocer las diferentes maneras en las que se puede presentar.
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Tipos de violencia contra la mujer y su incidencia en Colombia
Es importante reconocer los distintos tipos de violencia contra la mujer que existen. ONU Mujeres propone en primera estancia la violencia contra niñas y mujeres en el ámbito privado, lo cual se define como maltrato en el hogar o violencia de pareja, que “es cualquier patrón de comportamiento que se utilice para adquirir o mantener el poder y el control sobre una pareja íntima. Abarca cualquier acto físico, sexual, emocional, económico y psicológico, incluidas las amenazas de tales actos, que influya en otra persona”. Esta, se reconoce como una de las violencias más comunes a nivel mundial.
Cuando se habla de violencia en el ámbito privado, se habla también de la violencia económica, en la cual se ejerce control total sobre los recursos financieros, impidiéndole acceder a ellos, trabajar o educarse; la violencia psicológica, donde por medio de la intimidación se amenaza con causar daño físico, incluso mortal, a una persona, pareja, hijos, mascotas para obtener un fin, así como someter a maltrato psicológico a la persona para que se aísle de su familia o amistades, en este tipo de violencia también influye la violencia emocional, que tiene que ver directamente con atacar y minimizar la autoestima de la otra persona. Así mismo, en este punto también se contemplan la violencia física, y la violencia sexual.
El boletín número 29 publicado por la Corporación Sisma Mujer, en el que se habla de violencia contra las mujeres y participación laboral, expuso que en Colombia la violencia intrafamiliar afecta mayoritaria y diferencialmente a las mujeres, siendo la violencia ejercida por la pareja o expareja la más común, pues “durante el 2021, del total de los casos de violencia intrafamiliar contra las mujeres registrados por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, los casos en los que el agresor fue la pareja o expareja constituyeron el 73,92%”, así mismo, se determinó que hubo un incremento del 11,98% con respecto al 2020.
Además, las cifras determinaron que al menos una mujer fue víctima de violencia intrafamiliar cada 50 minutos, y que, si bien se conocen denuncias y casos de violencia intrafamiliar ejercida contra un hombre, por cada hombre violentado por su pareja o expareja, cerca de 7 mujeres son víctimas de este tipo de violencia.
Otro tipo de violencia que se ha identificado es la violencia sexual, que implica todo acto de naturaleza sexual cometido contra la voluntad de otra persona, ya sea porque no haya dado su consentimiento o que no lo pueda hacer por ser menor de edad, tener una discapacidad mental o encontrarse intoxicada o bajo los efectos de alcohol o drogas.
Se incluyen dentro de este tipo de violencia: el acoso sexual, que abarca todo contacto sexual no consensuado o tocamiento de índole sexual; la violación, cualquier penetración vaginal, anal u oral no consentida por parte de otra persona utilizando cualquier parte del cuerpo o un objeto; la violación correctiva, que es aquella perpetrada contra una persona por su orientación sexual, buscando que la víctima adopte un comportamiento heterosexual o acorde a una determinada normatividad; y la cultura de la violación, que se entiende como aquel entrono social que permite, normaliza y justica la violencia sexual.
De acuerdo con los datos analizados por Sisma Mujer, en Colombia los casos de violencia sexual siguen en aumento y el panorama no deja de ser preocupante, ya que según las cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal, del primero de enero al 31 de diciembre, se realizaron 21.343 exámenes médicos legales por presuntos hechos de violencia sexual, de los cuales 18.726 fueron practicados a mujeres.
Comparándolo con cifras del año 2020, hubo un aumento del 21,11%, al pasar de 15.462 casos a 18.726. Algo que no varía entre un año y el otro es que las niñas siguen siendo las principales víctimas de la violencia sexual, pues 8.726 fueron casos en niñas menores de 12 a 17 años, lo que representa un 46,71% del total de casos, y le siguen los 4.513 casos en niñas de 6 a 11 años, que concentran el 24,10% de los casos. Adicionalmente, en el 44,45% de los casos totales, el agresor fue un miembro de la familia.
El país tiene un agravante más, que pocas veces se nombra pero que sin duda es una situación siempre presente, son las víctimas de violencia sexual del conflicto armado, que según el Observatorio de Memoria y Conflicto, en Colombia hay registradas 15.738 víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado entre 1958 y 2018.
“El sistema integral para la paz, no solo en la JEP sino con la Comisión de la Verdad, que entregó un informe increíble que visibiliza lo que fue y cómo se dio la violencia ejercida contra las mujeres, hacen apuntes donde hablan de una violencia estructural que por los factores del conflicto armado se profundizó, principalmente por el abandono del Estado colombiano. Por eso durante el conflicto la violencia sexual es una de las que más se evidencian, por la percepción de los actores activos en el conflicto (las extintas Farc, los paramilitares, las Fuerzas Militares), y fue una violencia tanto en hombres como en mujeres pero está comprobado que el 98% de las víctimas de esta violencia fueron mujeres, adolescentes y niñas que relatan violaciones de todo tipo, incluso colectivas, lo que hizo complejo identificar los responsables del acto, por cosas como la similitud entre los camuflados”: sustenta la abogada Valderrama.
La trata de personas es otro tipo de violencia contra la mujer, en el que se explota a las personas utilizando medios tales como la fuerza, la coacción o el engaño. Colombia, según la OIM, es considerada como un país de origen de víctimas de la trata de personas, principalmente hacia el exterior del país, principalmente para las modalidades de explotación sexual, trabajos forzados y el matrimonio servil.
De acuerdo con cifras del Ministerio del Interior, desde el 2013 hasta julio del 2020, se han registrado 686 casos de trata de personas, de los cuales el 82% corresponde a mujeres y 18% a hombres. Así mismo, se sabe que el 55% de las víctimas oscila entre los 18 y los 30 años, que la mayoría son víctimas captadas con fines de explotación fuera del territorio nacional y que provienen en su mayoría de Antioquia, el Eje Cafetero y Bogotá, según indica el Observatorio del Delito Trata de Personas.
Por otra parte, se suma la mutilación genital femenina como otro tipo de violencia que aún sigue vigente en el país, lo que nos hace es el único país en Latinoamérica donde se sigue practicando a pesar de los esfuerzos del Gobierno y las autoridades indígenas para erradicarla, la práctica aún persiste en algunas comunidades como la emberá y otras comunidades del país.
El matrimonio infantil, que se entiende como toda unión en la que uno o ambos cónyuges sean menores de 18 años, es otra de las violaciones, no solo de género, sino de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Sin embargo, a pesar de que esta práctica está avalada por el Código Civil colombiano, en el que se permite el matrimonio de los 14 años en adelante, según el Análisis de situación de los matrimonios infantiles y las uniones tempranas en Colombia (2010-2020), Colombia ocupa el puesto 20 a nivel mundial con respecto al número de niñas casadas o unidas antes de cumplir los 15 años, y el puesto 11 en adolescentes unidas antes de los 18.
Teniendo en cuenta las cifras de población del país, se podría decir que en 2020 se casaron o se unieron alrededor de 31.718 niñas entre los 10 y los 14, y 375.000 niñas y jóvenes entre los 15 y 19, situación que además aumenta la probabilidad de tener embarazos a temprana edad que pueden ser de alto riesgo, sumado a la pérdida de la autonomía sobre su cuerpo y la posibilidad de decidir sobre su vida al hacerlas más proclives a distintos tipos de violencia de género, como los que venimos desarrollando en esta nota.
Finalmente, se encuentra el feminicidio, que se refiere al asesinato intencionado de una mujer por el hecho de serlo, la mayoría de estos casos son perpetrados por parejas o exparejas de la víctima, y suponen la culminación de un proceso de abusos o intimidación constante.
De acuerdo con datos proporcionados por el Observatorio de Feminicidios en Colombia, en los últimos tres años se han registrado 1.881 casos, con una cifra que va alarmantemente en aumento, pues mientras que en 2019 se presentaron 574, en 2021 fueron 622, siendo los departamentos con mayor número de casos: Antioquia, Valle del Cauca, Cauca, Atlántico y Bogotá.
Sin embargo, la cifra difiere respecto a los datos de la Fiscalía, en donde solo se han denunciado penalmente 677 casos entre 2019 y 2021, lo que puede evidenciar los niveles de impunidad a los que se enfrentan en estas situaciones. Así mismo, en lo que va de 2022, Medicina Legal informó de 140 casos de mujeres víctimas de feminicidio y la Procuraduría, por su parte, informó de 659 alertas de feminicidio que han sido remitidas a las personerías municipales.
¿Cómo interpretar esta situación?
Dentro de los factores que hacen que las mujeres tengan más riesgo de sufrir violencia de género se encuentran los altos índices de desigualdad económica y social. Sisma mujer, explica en su informe que, en tiempos de pandemia, la violencia vio incrementada por relaciones de dependencia que derivan en violencia económica o patrimonial debido a que, durante la emergencia sanitaria, las mujeres incrementaron el tiempo que dedican a actividades no remuneradas y por ende eso imposibilitaba que lograran la independencia económica.
Según informa ONU Mujeres, “más de 2 millones de mujeres y niñas corren el riesgo de sufrir violencia de género en 2022; para 330.000 de ellas, predominantemente indígenas y afrodescendientes que viven en la región del Pacífico del país, donde los niveles de riesgo de violencia de género se proyectan como catastróficos”, así mismo se refieren al desplazamiento, la discapacidad, ser de la comunidad LBGBTIQ+, o de un grupo étnico como condiciones que las hace correr más riesgo de violencia basada en género.
Ahora bien, es un hecho que ha aumentado el acceso a la educación y cada vez más mujeres acceden a ella en distintos niveles académicos. Sin embargo, a pesar de que en las últimas generaciones hay mujeres más educadas, representando actualmente el 54,4% de quienes se gradúan de las universidades, las brechas salariales siguen aún presentes.
“El reconocimiento de las violencias es un arma de doble filo, porque a veces reconocer que uno es víctima de violencia es un símbolo de vergüenza, porque a muchas nuestras madres nos enseñaron a que no dependiéramos de nadie, que teníamos que ser autosuficientes, las mejores estudiantes, con 10 carreras, y eso está bien, pero nunca se atacó el problema real que es enseñarle a los hombres que nosotras somos sus iguales, que merecemos las mismas condiciones, el mismo reconocimiento y el mismo respeto, porque ahí es cuando uno ve que, por ejemplo, lo que es hecho por un hombre es mejor pagado, hay estadísticas que lo demuestran. Por eso es que el ser más formadas y tener una carrera no disminuye del todo las violencias”: defiende Valderrama.
En este tipo de diatribas es que se ve la importancia de mejorar las condiciones de crianza en los niños y niñas; de atender a la salud mental tanto de mujeres víctimas, como de agresores; de reconocer el valor de denunciar; de apoyar a las víctimas que denuncian; de mejorar las vías legales de tratamiento y atención para evitar la impunidad y la revictimización que constituye hoy por hoy la violencia institucional; y de educar cada vez más frente a la violencia de género, porque entre más se den a conocer los canales de denuncia y las redes de apoyo para atender y prevenir estas situaciones, más rápido se avanzará a un país más seguro para las mujeres.
De igual manera, reluce el terreno ganado gracias a las mujeres que se lanzan a la palestra política para brindar representación a las necesidades reales de casos urgentes y específicos como lo es la violencia contra la mujer, y las luchas de las organizaciones y los colectivos feministas y con enfoque de género, a quienes debemos el apoyo en la creación proyectos para reducir la desigualdad, así como el trabajo juicioso y constante en la documentación detallada y la denuncia de la violencia que impide soñar con un país que respete la vida.