“Yo jugaba en el equipo del colegio. Siempre participaba en los intercolegiados con muy buenas presentaciones. El fútbol para mi era lo más importante, mi inspiración, ese espacio donde podía ser yo. De pronto, tuve un retraso en la menstruación, hice la prueba y dio positiva, así me enteré que tenía 3 meses de embarazo. Fue un shock. Pensaba ahora qué voy a hacer, si se enteran me sacan del equipo, por lo que no dije nada. Hasta que dos meses después me caí y tuve un sangrado. Eso me hizo recapacitar y contar la verdad. Me dijeron que hasta ahí llegaba el fútbol para mí, pues debía cuidarme a mí y a mi bebé, por lo que tuve que abandonar las canchas”, cuenta con nostalgia Daniela Mosquera, joven de 28 años, futbolista, madre de tres hijas y emprendedora.
Su vida en ese momento, dice, cambió por completo. Tuvo que dejar de estudiar. Las prioridades ya fueron otras. Su día a día se volcó al cuidado de la niña que crecía en su vientre y al suyo propio. “Ya pensaba en otras cosas, en cómo sacar adelante mi embarazo y en cómo iba a sostener a mi bebé, no obstante, en el corazón palpitaba la idea de volver al campo de juego, por lo que luego del nacimiento de mi primera hija, empecé a reunirme con amigos a jugar esporádicamente”, recuerda Daniela.
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A ello se sumó que con el primer embarazo su cuerpo cambió, su estado físico no fue el mismo, sufría dolores de espalda, y se le dificultaba estar de pie, sin embargo, contrario a desanimarla, esto la hizo más fuerte.
Su vida, ya más pausada, continuó entre otros dos embarazos, el trabajo y ocasionales “picaditos” futboleros con amigos. Se dedicó a pintar, a escribir, a sacar adelante a sus tres hijas -que hoy tienen 12, 9 y 5 años-, mientras que el fútbol empezó a ser un bonito recuerdo, un recuerdo que se presentaba mientras veía los partidos por televisión o asistía a uno que otro encuentro en el estadio.
Así pasaron casi 13 años, hasta que hace 3 meses tuvo una especie de revelación. Navegando por las redes sociales se topó con Malalas Fútbol Club, un equipo femenino con sede en Medellín, que a través de sus historias la reconectó con sus anhelos, con esa esencia futbolera en su corazón, por lo que decidió retomar su sueño de jugar a la pelota.
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“Yo veía sus post y me gustaban, empecé a seguirlas y un día me decidí a enviarles un mensaje diciéndoles que quería jugar en el equipo. Me hicieron una entrevista, que fue el primer filtro, y pasé, luego tuve que presentar unas pruebas: también las pasé, y aquí estoy: viviendo, disfrutando y jugando fútbol”, dice emocionada la nueva defensa del equipo.
Hoy, a sus 28 años, se siente completa. Sus hijas, que parece no heredaron esa loca pasión por el fútbol-la acompañan y alientan en el campo de juego. Ha vuelto a hacer lo que más la apasiona, trabaja fuertemente para seguir recuperando su estado físico, entrena por las noches con el objetivo de mejorar su técnica, se divierte con sus compañeras de equipo, con las que ríe en la victorias, reflexiona en las derrotas y sostienen la lucha, dentro y fuera de las canchas, por lograr la equidad de género.
Ahora, amarrarse los guayos, portar con orgullo el uniforme del equipo, correr la cancha, sudar la camiseta, abrazar a sus compañeras, discutir una que otra decisión arbitral, cometer alguna falta, también hacen parte de su rutina diaria, una rutina que se llenó de vida.
“Alcanzar el nivel físico que tenía antes del primer embarazo es difícil porque han pasado muchos años. Ya no soy una niña. Es un proceso, que sé que sacaré adelante muy pronto con dedicación y con la ayuda y apoyo de mi equipo, de mi líder, porque ahora estoy en el lugar que quiero estar sin cohibirme”, apunta.
Hoy, a pesar de que muy joven tuvo que renunciar a seguir jugando, Daniela se siente orgullosa de pertenecer a un equipo que empodera y revoluciona el fútbol femenino, que rompe paradigmas e inspira a otras mujeres a creer en sí mismas, en ser ejemplo de resiliencia para sus hijas y en todo lo bueno que se puede lograr como género.
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Partidos ganados
Logros que si bien han significado grandes retos también demuestran que es posible y que la maternidad es una opción cada vez más real para las futbolistas profesionales en activo. Basta con recordar casos como el de Alex Morgan, la figura estadounidense, campeona mundial, que con 3 meses de embarazo continuó entrenando para parar temporalmente cuando jugaba en los Orlando Pride de la MLS, dar a luz a su primera hija en 2020 y volver seis meses después con el Tottenham de la liga inglesa.
Alex Morgan
O el de la española del Real Madrid, Marta Corredera, que en el 2022 dio a luz a Ona, su primogénita, amparada por el Convenio Colectivo del fútbol femenino español, un acuerdo que recoge derechos para las jugadoras como el establecimiento de un salario mínimo, de la jornada laboral y la garantía de renovación de contrato con las mismas condiciones en caso de embarazo, en aquellos casos en que la deportista esté en su último año de contrato.
Otro avance se ha alcanzado recientemente en Argentina, donde el reglamento de la Asociación de Fútbol Argentino, AFA, establece la protección de los derechos de las jugadoras, quienes mantendrán su trabajo y su salario, incluso si se supera la fecha de finalización del contrato, y se les reconoce que el embarazo deja de considerarse una lesión deportiva.
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Así mismo, esta nueva reglamentación establece que las jugadoras embarazadas no participarán de ninguna competencia desde el momento en que reporte su condición y que, en caso de despido sin justa causa, tendrán derecho a todas las indemnizaciones estipuladas en la Ley.
El partido para lograr equilibrar la maternidad con la práctica deportiva de las futbolistas profesionales se fortalece, igualmente, a través del Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores (RETJ) emitido por la FIFA frente a la protección de la maternidad, entre cuyas disposiciones se encuentra el derecho a baja por maternidad y remuneración obligatoria, un periodo de descanso laboral retribuido de 14 semanas como mínimo en caso de quedar embarazada, por el que percibirá las dos terceras partes del salario que estipule el contrato, incluyendo al menos un permiso de ocho de estas semanas luego de dar a luz.
Minuto a minuto, el partido se va equilibrando, demostrando que sí es posible combinar maternidad y carrera futbolística.