Las luchas de las personas de la comunidad LGBTIQ+ ha sido difícil y larga. La discriminación sigue vigente, a pesar de importantes batallas ganadas, como el matrimonio igualitario y el derecho a aplicar en condiciones de igualdad a procesos de adopción.
La situación es aún más difícil para quienes ya se encuentran atravesando la vejez. Colombia es un país en el que, a pesar de contar con una política pública para personas mayores, la precariedad de las condiciones en que se encuentra buena parte de ellas se agudiza aún más para quienes tienen una orientación sexual y de género diversa.
Los constantes riesgos y la vulnerabilidad se incrementan cuando se entrecruzan la pobreza, la condición étnica y la orientación sexual.
La vida de estas personas, que hoy tienen 60 años, atravesó buena parte del siglo XX y vio venir cambios notables en el siglo XXI. No es una exageración afirmar que la mayoría —si no todos— en las primeras décadas de sus vidas se vieron obligados a ajustarse a las normas de una sociedad tradicionalista, de marcados principios católicos, lo que implicó ocultar la identidad, vivir el aislamiento y la marginalidad social.
En los años setenta en el mundo y en Colombia empieza a hacerse visible un movimiento por los derechos de las personas con orientación sexual y de género diversas. En nuestro país la homosexualidad, que era considerada un delito y una enfermedad, fue despenalizada apenas en 1980. Aquello favoreció el surgimiento de un activismo cada vez más organizado, que tuvo aun mayor resonancia con la Constitución de 1991, cuando empezó a abrirse la puerta para el logro de la igualdad de derechos.
Quienes tienen una orientación sexual y de género diversas llevan sobre sus hombros la resistencia y la lucha por la igualdad y respeto a la diversidad. Los avances alcanzados tienen raíz en su activismo y decisión.
Aun así, las condiciones para la mayoría de personas mayores de la comunidad LGBTIQ+ es difícil. En parte porque es el resultado de un curso de vida atravesado por la falta de oportunidades, por puertas cerradas. Hay varios referentes para dar cuenta de cómo es la vida de las personas mayores con orientación sexual y de género diversas. Una de ellas es la garantía de derechos esenciales.
Uno de los anhelos que se tiene para cuando se llegue a la vejez es el de contar con una pensión que garantice los mínimos para la subsistencia. Buena parte de estas personas se vio sometida al trabajo informal y en el presente difícilmente cuentan con ingresos suficientes. Adicionalmente, en el campo de la salud probablemente ocurren muchas formas de discriminación en tanto aun es débil la comprensión de los derechos que tienen las personas de la comunidad LGBTIQ+.
El desconocimiento y a la vez el estigma sobre el cuerpo de quienes tienen orientaciones distintas a la heterosexual provoca formas de violencia y apartamiento. Y aunque la vejez no es sinónimo de enfermedad, sí es una etapa en la que se requieren más cuidados; las barreras para el acceso al sistema, entre ellas por causas culturales, provocan graves riesgos para la salud de esta población.
La vida de las personas mayores con orientación sexual y de género diversas requiere de apoyos más decididos por parte del Estado y la sociedad. Muchas de ellas, a pesar de los progresos en el reconocimiento de derechos, aún enfrentan discriminación y barreras por expresar su sexualidad. A buena parte, la vulnerabilidad, determinada por el cruce de múltiples formas de discriminación, les sigue poniendo en riesgo. El trabajo para la garantía plena del derecho a la dignidad y a desarrollar un proyecto de vida tiene aún un buen camino por recorrer.
En Colombia, según el Dane el 1,8 % de la población está compuesta por personas lesbianas, gais, bisexuales, trans y no binarias. El 98 % habita en ciudades y áreas metropolitanas.