Una de las costumbres más arraigadas en Colombia es preparar grandes cantidades de comida y colmar la mesa de alimentos como una forma de compartir y demostrar cariño hacia otras personas. “Hay que preparar más arroz, ¿Qué tal que venga alguien?, Es mejor que sobre y no que falte”, suele decirse, sin embargo, si ese alguien no llega, es muy probable que ese exceso de comida termine en la caneca.
Una pequeña acción que, aunque muchos no lo crean, genera grandes impactos en el medio ambiente. Según cifras oficiales, en el mundo se desperdician o pierden cuatro de cada 10 alimentos que se producen, un desperdicio que representa el 10% de las emisiones de gases efecto invernadero globales, lo que significa que al desperdiciar comida se contribuye al cambio climático.
Un fenómeno sobre el cual aún no hay conciencia en el mundo, según la WWF Colombia: “Las personas todavía no entienden la relación que hay entre nuestra alimentación y la naturaleza, desconociendo que necesitamos un planeta sano para tener comida, y que el valor de los alimentos no se reduce a lo que pagamos por ellos, sino que para producirlos gastamos muchísimos recursos naturales”, señala el informe ‘El verdadero valor de los alimentos’, realizado por el Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF Colombia.
Por ejemplo, resalta el documento, producir un banano le cuesta a la Tierra 160 litros de agua, lo que equivale a bañarse durante 18 minutos sin cerrar la llave; producir una manzana le cuesta a la Tierra 125 litros de agua, el equivalente a lavar platos durante 16 minutos.
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“Hay muchos problemas asociados al desperdicio de alimentos debido a la forma en que los administramos, cómo los almacenamos, cómo manejamos las porciones, así como algunas creencias que hemos identificado, por ejemplo, con respecto a la abundancia, eso de que tener más en mejor, con respecto a la comida no siempre es verdad, servir de más en un plato y no consumirlo, eso genera desperdicio, algo que se ha naturalizado y de lo cual no nos damos cuenta”, explica Ferney Díaz, coordinador de Movilidad y Sostenibilidad de WWF Colombia.
Las personas, se lee en otro aparte del informe, “aún no dimensionan la magnitud en la que la alimentación afecta al medio ambiente y asocian esta responsabilidad únicamente a la fase de desperdicio de los alimentos sin darse cuenta que otras fases del proceso como la compra, el consumo o el almacenamiento también tienen que ver mucho con este problema”.
“Lo que se pierde en los restaurantes- que muchas veces sirven grandes porciones-lo que se compra en el supermercado y no se utiliza, lo que se sirve y no se consume, y se deja en el plato, todo eso es una gran amenaza para la naturaleza, para nosotros como seres humanos y que causa un gran problema ambiental. Para producir alimentos se utilizan agua, energía, grandes porciones de tierras; y cada vez que los alimentos no cumplen su función de alimentar pierden su valor; al tiempo que se afecta la biodiversidad”, explica Díaz.
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Según señala la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia, Abaco, son tres aspectos fundamentales los que generan el impacto negativo en el medio ambiente por el desperdicio de alimentos: el agua que se desperdicia regando los alimentos que nunca llegan a ser consumidos, la tierra que se destina a los cultivos que van a la basura y pierde los nutrientes que pudieron ser aportados a otros alimentos, y los gases de efecto invernadero que se emiten a lo largo de toda la cadena alimenticia y suman cada día al cambio climático.
Efectos que ponen en riesgo los cuatro principios de la seguridad alimentaria, como lo indica el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC): “con esta afectación al medio ambiente hoy afectamos: la disponibilidad (suministro suficiente de alimentos), el acceso (capacidad de adquirir los alimentos), el consumo (alimentos inocuos y nutritivos), y la estabilidad (capacidad para enfrentar períodos de escasez).
¿Qué hacer?
Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), en Colombia los alimentos que más se desperdician son frutas y verduras: 62 % (6,1 millones de toneladas), 25 % de raíces y tubérculos (2,4 millones de toneladas), y por etapa de la cadena alimentaria, la producción agrícola es el eslabón responsable de la pérdida de alimentos, con un 40,5 %; distribución y retail, 20,6 %; poscosecha y almacenamiento, 19,8 %; consumo, 15,6 %, y el procesamiento industrial con el 3,5 %.
Cifras ante las cuales se hace necesario tomar medidas urgentes. “Con acciones sencillas como consumir todo lo que se sirve en el plato, o pedir en el restaurante solo lo que se va a comer, o aplicando una receta que nosotros recomendamos: comprar solamente lo que vas a cocinar, cocinar únicamente lo que vas a servir, servir solamente lo que vas a comer, lo que no vas a comer, guardarlo para utilizarlo después. Esto no solo nos ahorra desperdicio sino dinero”, apunta coordinador de Movilidad y Sostenibilidad de WWF Colombia.
Otras formas de contribuir a disminuir estos indicadores es posible variando la dieta. Los hallazgos del estudio de WWF muestran que solo nueve alimentos representan el 66% del total de la producción agrícola global, una forma poco variada de producción que implica un mayor desgaste para el suelo y sus nutrientes, la pérdida de variedades de alimentos y la cultura en torno a ellos, y en ocasiones, un mayor uso de fertilizantes, algunos, generadores de gases efecto invernadero.
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“Deberíamos aprender a consumir comida diferente, la comida de temporada, a no depender del mismo tipo de comida sino tener una disponibilidad más alta, cuando se va a una plaza de mercado, por ejemplo, tratar de adquirir cosas que normalmente no se comen, tratar de variar, porque además eso ayuda también a que no haya esa inequidad en la comida”, aconseja Díaz.
Actividades como comprar comida local, planificar las compras para adquirir solo lo necesario, aprovechar esos alimentos muy maduros para ensayar otros platos, preguntar por el tamaño de las porciones antes de ordenar en el restaurante, aprovechar todas las frutas que se producen en el país y dejar las importadas para un antojo eventual, pedir para llevar cuando sobre alimento en el restaurante sin importar que sea poquito o mucho, no juzgar los alimentos por su apariencia, congelar aquello que sobró para consumirlos después, o donar alimentos.
“Es vital que las personas entiendan y sean conscientes de que cuando se sientan a comer, su alimentación tiene un impacto muy grande en el medio ambiente y en la naturaleza, pero que no es tan complicado ayudar a cuidar el planeta desde el plato”, apunta Díaz.