Juan Frío está ubicado en el límite de Norte de Santander con San Antonio del Táchira (Venezuela). Su historia se caracteriza por los cultivos de cacao y la caña de azúcar, pero a finales de los años noventa y comienzos de los años dos mil, el conflicto armado llego para quedarse.
“En Juan Frío, se vivía de la agricultura, había dos trapiches de caña, en el tiempo que la caña se molía se podía llevar para la casa y la casa olía a miel. Quién nos iba a decir que, con el transcurso de los años… los trapiches fueron usados para incinerar cadáveres…”, son algunos de los testimonios que dejó el proceso de reconocimiento.
Una realidad que se vivió en el corregimiento y que marcó su historia, producto del contexto social el territorio es uno de los sujetos de reparación colectiva. Una referencia que le permite a su comunidad pensar en formas de resistir a los embates del conflicto armado para llegar a la verdad y la reconciliación.
Ruth Cotamo, líder de víctimas e integrante del comité de impulso de víctimas, nos cuenta que para ella fue un proceso liberador, pues tuvieron la oportunidad de ser escuchadas para sanar y perdonar a quienes sembraron el dolor y señalaron a todo aquel de enemigo.
“Con la ley de justicia y paz, lo que hicieron fue echarnos sal en la herida, nos revictimizaron, pero con los procesos de la Comisión de la Verdad nos quitamos un peso de encima, era algo que necesitábamos como comunidad, todos éramos víctimas y lo único que hacían era señalarnos como paramilitares”, agrega.
Aquí, en esta zona fronteriza con Venezuela, la Comisión de la Verdad adelantó uno de los tres actos de reconocimiento que desarrolló en Norte de Santander y que arrojó una producción literaria y dos documentales audiovisuales.
El libro ladrillo, uno de los productos, se transformó en un dispositivo de memoria, resultado de una conversación y escucha que propicio la Comisión de la Verdad junto con el programa Propaz de la Cooperación Alemana GIZ entre familiares de víctimas de desaparición forzada, victimarios e integrantes del Frente Fronteras del Bloque Catatumbo de las AUC y la comunidad del corregimiento.
Durante más de 6 sesiones a través de una metodología de taller inspirada en los 4 elementos (aire, tierra, agua y fuego), revisaron la memoria desde la sensibilidad de las víctimas y el territorio.
Jorge Iván Laverde, quien formó parte del frente Fronteras del Bloque Catatumbo de las AUC, y quién participó del proceso. comenta que estos actos de reconocimiento son una muestra de paz para Colombia y el departamento, es lo que necesitaba el país para reconciliarnos como sociedad.
“El proceso que llevo la Comisión fue muy importante, el diálogo y la escucha siempre va a ser necesario para conocer el porqué del conflicto en Colombia. A pesar de que las víctimas no van a estar conformes, pero hay un grado de satisfacción el solo hecho de decirle a las víctimas que somos responsables de los hechos que sucedieron, yo no me guarde nada”, expresó.
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Dentro de los actos de reconocimiento, en la etapa de reflexión y discusión pública, las víctimas y los responsables se reflejan en el relato de lo que vivieron, de manera que la propia discusión y reflexión pública, fue construyendo el proceso de reconocimiento.
Saúl Franco, médico y excomisionado de la verdad, cuenta que hubo muchos actos de crueldad, sobre esto la Comisión trabajó para que se reconociera el hecho y las responsabilidades, que las víctimas pudieran saber lo que sucedió y que conllevará al proceso de sanación entre los participantes y quitar un estigma negativo que quedó sobre la población del corregimiento.
“Se creo un grupo de trabajo de diálogo y escucha que tuvo un papel terapéutico. Me sorprendió la dignidad y el valor de las víctimas y la capacidad para interrogar y decir con franqueza sus sentimientos, y también los responsables respondieron y señalaron con precisión su responsabilidad en hechos supremamente graves para las víctimas y el territorio”, expresó Franco.
El libro tiene dos formas de leerse, una de ellas iniciando por las páginas demarcadas de color verde, donde encontrarán la historia del corregimiento, sus principales cultivos y su oficio ancestral que es la alfarería y su principal objetivo era construir una apuesta literaria que dignificará la memoria histórica en esta zona del país, cuenta Juan Carvajal, artista quién lideró el proceso.
“El libro demuestra con hechos la superioridad ética y estética del lenguaje popular. Fui escuchando audios y frases tremendas que tienen una fuerza, que vienen acompañadas de imágenes, hay muchas historias, una frase de ‘a mí no me pasó nada’ fue de una chica que fue violada y que decía que al menos no le había pasado nada y había salvado a mucha gente”, explica.
Entre las inmensas montañas del corregimiento, que se ubica a quince minutos del casco urbano de Villa del Rosario, sus habitantes resistieron por medio de la memoria y la verdad. Ahora buscan que toda persona viaje por las imágenes y frases del libro ladrillo (que lo podemos conocer a través de la trasmedia que recopila el informe final que entrego la comisión), se pueda reconocer el impacto que tuvo la guerra en la sociedad civil.
En esta zona, la Cancillería, con la presencia del ministro de Relaciones Exteriores, Álvaro Leyva Durán, realizó un acto simbólico y solemne "Por la paz, la vida y la memoria: Nunca Más" acción de carácter restaurativo que esperan conlleve a la realización de un parque conmemorativo.
Así mismo, durante el encuentro tuvo participación el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso quien aseguró que el lugar donde quedaron los hornos crematorios debería ser un camposanto, un lugar de memoria para las víctimas y pidió a la Cancillería una recuperación de esa área.