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Conoce la historia del carpintero de San Gil que se volvió cardenal en Roma

Conoce aquí la historia del cardenal Luis José Rueda Aparicio, quien nació en San Gil, Santander.
Luis José Rueda.
Créditos: Álbum familiar de Monseñor Luis José Rueda.
Juan Jacobo Lozano

La vida de Monseñor Luis José Rueda Aparicio estuvo siempre marcada por el trabajo. Eso fue lo que le enseñaron sus padres en su natal San Gil, Santander.

“Trabajé en carpintería, en construcción, en tejer sacos de fique, en los hilados, haciendo mandados. Nunca veía el dinero, siempre todo lo que se ganaba era para el fondo familiar. Mi mamá debía cocinar para los 12 hermanos que éramos, y ella y mi papá, 14, sin contar cuando llegaba la abuela y la tía”, cuenta. 

La misa nunca faltó en la familia Rueda Aparicio, desde pequeño a monseñor y a sus hermanos les inculcaron el temor de Dios y la visita que no podía faltar cada domingo al templo parroquial. Este joven, quien lejos de imaginarse que se convertiría en cardenal de la iglesia católica, también se enamoró.

Monseñor

“Conocí una peladita que después se convirtió en un signo en mi vida. Ella era hincha del Santa Fe, yo del Atlético Bucaramanga, teníamos rivalidades. Ella era amiga de las canciones protesta, y yo de otro tipo de canciones. Jugábamos pin pon, mirábamos quien tenía mejores notas, vivimos una experiencia bonita”, recuerda monseñor Luis José Rueda.

A la lista de oficios o profesiones por las que pasó monseñor antes de convertirse en sacerdote, se le suma una más. Ser soldado del Ejército Nacional.

“Yo me gradué un 26 de noviembre de los 80', y el 28 de noviembre estaba en la Guajira, con la cabeza rapada, con un uniforme, un fusil, haciendo orden regular y llorando todos los días. Tenía apenas 18 años, seguía siendo niño. Sufrí mucho, y mi mamá se enteró, ahorró, y fue a Buenavista, al sur de la Guajira, y habló con el coronel, y le dijo: él tuvo primero mamá y papá que comandante, el pelao está enfermo y me lo vengo a llevar. No, no me voy hasta que me lo entreguen, y así fue como ella me liberó”, dijo monseñor recordando su época de juventud.

Monseñor

Sin pretender ser un ángel, pero sin faltarle misa y comunión, monseñor comenzó a trabajar en el laboratorio de Cementos Hércules, una empresa que para ese entonces funcionaba en San Gil. Tenía 19 años cuando sintió el llamado de Dios en un crucificado que había en una iglesia del municipio, era un cristo agonizante, con los ojos abiertos.  

“Un día le dije a mi mamá: yo quiero ser sacerdote, ella empezó a llorar, mi papá estaba enfermo y mi mamá me decía que no me fuera al seminario, porque yo estaba respondiendo por las deudas. Para mí fue muy difícil. Mi papá me vio acongojado, y me dijo váyase, si eso es lo que quiere, pero si se va, haga las cosas bien”, relató monseñor.

A los 19 años entró al seminario y desde entonces ha entregado su vida a la iglesia y aunque, como dice él, no tiene doctorados, el aprendizaje más grande que tiene ha sido su trabajo de comunidad, con el pueblo, de quienes aprende todos los días, hoy como Arzobispo de Bogotá y antes como arzobispo de Popayán y obispo de Montelíbano. 


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A sus 61 años recibió una grata sorpresa cuando le llegó la carta del Papa Francisco, en donde el sumo pontífice lo anima para entrar al colegio cardenalicio, los encargados de elegir o convertirse en el próximo jerarca de la iglesia católica. 

Monseñor

“Hoy yo miro atrás y digo, Dios mío, la vida me la ha cambiado el señor, me siento un pecador bendecido por el señor, y estoy dispuesto a dar mi vida por cristo, por la iglesia, por Colombia”, afirmó Luis José Rueda Aparicio.

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