Lina Botero ha estado siempre al frente de cada uno de los detalles de la partida de su padre, Fernando Botero. Una mujer profesional de los medios de comunicación, siempre abierta a dar declaraciones y buscar que la prensa tenga la información de primera mano.
Fue la representante de la familia que recibió el cuerpo de su padre en el aeropuerto El Dorado, e hizo entrega a la Funeraria Gaviria para su respectiva revisión y preparación para el homenaje que inició este viernes en Bogotá.
Junto a su hermano Fernando y algunos familiares más, se hicieron presentes en el acto de apertura de la Cámara Ardiente en el Capitolio Nacional, en la mañana y la cual se extenderá hasta la tarde del domingo.
Sus palabras, entre los distintos discursos protocolarios, fueron las más sentidas del evento.
“Queremos agradecer la forma en que el país y el gobierno ha recibido de vuelta a uno de sus hijos favoritos, Fernando Botero, mi papá”.
Y continuó, “Decían que él era él más colombiano de los colombianos, y no podría estar más de acuerdo. A pesar de haber vivido casi la totalidad de su vida fuera de Colombia, él llevaba el país firmemente inscrito en su corazón. Él decía que para ser universal hay que primero ser local, porque al tocar las raíces de su tierra, toca también las fibras más profundas y comunes a todos los seres humanos”.
También aseguró que fue fiel, con pocas excepciones, al tema de América latina, a las imágenes inscritas en su imaginación de su infancia y adolescencia creciendo en los años cuarenta en Medellín.
“Por eso es que en países y en culturas tan lejanas a la nuestra, como China, Japón, Singapur, o Rusia, su obra despierta la misma emoción, el mismo entusiasmo”.
No dudó en asegurar que su padre dejó un "legado colosal" y con el estilo que hace que hoy en día sea un artista reconocido en el mundo entero.
“Ese estilo personal y único, reflejo de sus convicciones artísticas. Para él la belleza y la sensualidad en el arte radica en la exaltación del volumen. Mi padre creó un universo de volumen donde cada figura, cada objeto, cada animal, paisaje o fruta está pintado con el mismo gesto, con la misma intención", manifestó.
"La redondez de sus formas —agregó Lina—, la monumentalidad de sus figuras, el juego de proporciones que se produce al colocar un objeto pequeño al lado de otro grande como son las pequeñas lágrimas que escurren por la cara enorme de la virgen contribuyen a producir esta monumentalidad, esta exaltación de la realidad”.
Se detuvo un instante para hablar de una de sus más controvertidas obras, las cuales fueron inspiradas en las torturas presentadas por parte de las fuerzas militares en las cárceles de Irak: Abu Ghraib, tan sólo una parte de una buena cantidad de obras que le dedicó a las distintas caras de la violencia.
“Cuando vemos las escenas de masacre que hacen parte de la serie sobre la Violencia en Colombia, temas que produjeron en él rabia e indignación, reconocemos de inmediato que se trata de un Botero gracias a su estilo inconfundible. A pesar del tema a veces inclusive brutal, sus obras siempre comunican esa sensualidad, esa belleza porque como él solía decir, fueron pintadas con amor”.
Para Lina, su padre fue un ejemplo de vida, quien desde muy temprana edad supo bien qué quería ser en la vida.
“Se mantuvo fiel a él a lo largo de toda su vida. Por eso tuvo el valor con tan solo 15 años de edad de declarar que quería ser artista a pesar de que su mamá predijo que se moriría de hambre. Por eso tuvo la determinación para encaminarse a Nueva York con tan solo 200 dólares en el bolsillo y establecerse en la Capital mundial del arte de ese entonces. Por eso, y a pesar de su precaria situación económica se mantuvo siempre fiel a sus convicciones artísticas lo cual implicaba nadar en contra de las corrientes predominantes del mundo del arte de ese entonces”.
Y agregó: “Se impuso como artista figurativo en Nueva York cuando lo que reinaba era el expresionismo abstracto. Por eso jamás perteneció a una moda, o a una corriente artística, y por eso su obra se mantuvo siempre en una categoría aparte”.
El momento más emotivo de su discurso en el Capitolio Nacional fue cuando recordó que le anunciaba a la familia que donaría la totalidad de su colección de arte, reunida a lo largo de 35 años.
“El país estaba viviendo uno de los momentos más trágicos de su historia reciente. En medio de las masacres, los secuestros y los asesinatos que ocupaban a diario los titulares de los medios de comunicación, muchos habían perdido confianza en el país".
"Fue justo en ese momento —recordó Lina— que nos sorprendió con el anuncio de las dos donaciones que hoy conforman el Museo Botero de Bogotá, y el Museo de Antioquia de Medellín junto con la Plaza Botero como un gesto contundente de fe en nuestro futuro. Siempre me decía que esa decisión fue la más inteligente y la más sabia que tomó jamás porque lo que él donó se le había devuelto multiplicado mil veces por algo mucho más importante que el dinero: el afecto y el reconocimiento de la gente”.
Rememoró verlo en una de sus casas, organizando dicha donación, que incluso adquirió obras que no tenía para completar la donación, descolgando obras de sus paredes.
Fue entonces cuando “le pregunte, ¿por qué no regalas todo, pero dejas al menos estas? Y me respondió: Porque un regalo que no duele no es un buen regalo. Esa frase se me quedó grabada en la memoria para siempre”, dijo con voz entrecortada.
Aseguró que su padre, hasta último momento, se mantuvo actualizado y preocupado por el país, con una labor silenciosa tratando de brindar a los demás las mismas oportunidades que para él hicieron una diferencia colosal en su vida.
“Por eso las múltiples becas que ofreció para jóvenes artistas y músicos. Por eso los museos que le permiten a los colombianos la posibilidad de apreciar de primera mano una obra maestra de los grandes artistas del mundo. Por eso su trabajo discreto de filántropo en favor de los ancianos y de los niños pobres de Colombia”, confesó.
No paró de agradecer las manifestaciones de afecto, reconocimiento y gratitud hacia su padre que se han producido en Colombia y el mundo entero.
“Traer a mi papá una última vez a su tierra natal para que los colombianos lo puedan despedir era uno de nuestros más grandes anhelos", aseguró.
Y sostuvo que "al final sus cenizas regresarán a Pietrasanta, aquel pueblo italiano de artistas y de artesanos donde él trabajó la escultura durante más de 40 años de su vida. Quedaran sus cenizas en el cementerio de Pietrasanta junto a las de Sophia Vari su mujer, y compañera del alma durante 48 años, quien también nos dejó hace apenas cuatro meses".