En el barrio Torices de San Jacinto Bolívar siempre había música, y más en la casa marcada con la nomenclatura 36ª número 24 - 129 de la calle 25 era la que más duro sonaba. Allí era el hogar de Juan Alberto Fernández Polo, Juan ‘Chuchita’, cómo era conocido mundialmente, la voz líder de ‘Los Gaiteros de San Jacinto’. En este lugar cualquier pretexto era excusa para que Juan y Arnulfa Helena sonaran las gaitas, los tambores y retumbara la característica voz del autor de ‘Campo Alegre’.
Juan, cuando no estaba de giras o en el estudio grabando con sus hermanos musicales, dormía temprano; al mismo tiempo que las gallinas buscan las ramas sanjacinteras, cuando cae la noche al pie del cerro de maco. Era un hombre bien madrugador. Cada día se levantaba con los primeros rayos de sol, se tomaba un café cerrero y comenzaba a recordar lo que soñó la noche anterior. Sueños en los que seguramente se vio correteando vacas o hablando con los pájaros, esos mismos que lo inspiraron en más de una canción.
La capital mundial de la cumbia san jacintera amaneció triste, los descendientes de los indios zenues y malibúes sintieron la partida del Juan ´Chuchita’, ese hombrecito que nunca aprendió a leer y escribir pero que era un gran contador de historias a través de sus canciones.
“Se fue el papá de la gaita”, dice un mototaxista. “Juan Chuchita, era muy querido aquí en San Jacinto”, dice otro hombre mientras degusta un frito en la plaza central del hogar de la pava congona. Esos lamentos se escuchan por todo el pueblo.
Entre lágrimas y con voz entrecortada, su hija Émerita, esa misma que nunca se separó de su padre, narró cómo fueron los últimos días del cantor natural que plasmó todo su amor por Arnulfa Helena en la cumbia que lleva el nombre de su inseparable esposa.
“Mi Papá murió feliz, porque antes de ayer habló. Me dijo cosas bonitas, me dijo ‘mija estás linda, estás hermosa’. Estaba alegre porque estaba rodeado de todos sus hijos”, describió.
Juan ‘Chuchita’ deja diez hijos, un catálogo de canciones inspiradas en la pilatuna de algún nieto, la memoria de sus amores de juventud, incontables presentaciones, el canto de un campesino la cotidianidad de su San Jacinto amado, un histórico premio Grammy.
Además, la satisfacción de no haberle fallado a su tío Toño Fernández, de quien heredó el amor y la pasión por la música de gaitas, esa misma que cantó hasta sus últimos días. El próximo 6 de agosto cumpliría 91 años y sus hijos le tenían preparado una celebración al grande, todo quedó listo. Desde cielo también lo celebrarán.