El legado de Miguel Roberto Forero en Bogotá nos recuerda el noble oficio de la afinación de pianos y luthería de cuerdas frotadas. Oficio en el que, por su especificidad y exigencia, solo algunos se destacan.
Al estilo de los más destacados oficios medievales, el de luthier de violines y afinador de pianos constituye un arte en sí mismo. Por eso, pocas personas reúnen las cualidades que se necesitan para desempeñarse en este oficio: paciencia, dedicación, gran sensibilidad y un saber muy específico. Tal fue el caso de don Miguel Roberto Forero, a quien conocimos en nuestro medio por haber sido el heredero de una tradición que hoy por hoy ha pasado a su hermano, sus hijos y nietos.
Don Miguel Roberto nació el 28 de febrero de 1938, en Bogotá. Su padre fue ebanista, oficio que él continuó y que le sirvió como base para aprender a construir violines. La ebanistería, que es una forma de carpintería artística enfocada en hacer muebles decorados sin usar clavos o tornillos, y que toma en cuenta la geometría, fue el punto de partida para que desarrollara su oficio de manera magistral.
El conocimiento requerido para construir o reparar instrumentos musicales se adquiere directamente bajo la guía de un maestro, pues va más allá de las habilidades del ebanista. Además de trabajar la madera, el maestro constructor posee una sabiduría única que le permite sacar el mejor provecho de cada uno de los materiales con el fin de obtener de cada instrumento el mejor sonido posible.
De joven, don Miguel Roberto estudió canto e hizo parte de un coro juvenil. Su fascinación por la música clásica lo llevó a fabricar su primer violín para aprender a interpretarlo. Vivía en el barrio Siete de Agosto en Bogotá, un día le mostró el violín a su vecino Frank Preuss, reconocido violinista y concertista. Preuss lo presentó con el luthier Gabriel Vieco, quien lo incorporó como ayudante en su taller. Allí mismo conoció a fondo los violines y pianos. Tiempo después entró a trabajar en el taller de pianos de Natale Catto, en la carrera 7ma con calle 46. A su muerte, Catto le dejó su taller, algunas herramientas y el vínculo con el Teatro Colón, donde llegó como técnico afinador de pianos en los años 70; allí se mantuvo hasta 2016.
Don Miguel Roberto llegó a ser conocido como uno de los afinadores de pianos más notables de la escena musical bogotana. Además de los del Teatro Colón, tuvo a su cargo pianos como los del Auditorio León de Greiff. Para él, afinar pianos consistía en sentir el instrumento, en escucharlo, percibir sus armónicos, su timbre, su edad. Sentía y sabía que cada instrumento tiene personalidad, por lo cual debía tratársele con respeto y delicadeza. “Lo primordial es saber mover la llave”, solía decir, convencido de que para aproximarse a la perfección de la afinación básicamente hay que saber qué desafinar y qué afinar en cada piano.
Un oficio como el que ejerció don Miguel Roberto desafía la inmediatez y el ritmo que definen la cotidianidad del presente. Este es un reto que sus hijos y nietos continúan. Dice Yuri Forero, uno de sus hijos: “Para mí, los herederos somos todos aquellos que tuvimos la oportunidad de estar cerca de él porque recibimos consejos y aprendimos algunas de sus muchas labores. Lo principal que aprendí con él es que cada oficio debe hacerse con la mejor intención. Su legado consiste en mantener vivo el aprecio por el arte y la cultura, la calidad en el trabajo y en procurar que nuestra labor llegue a ser equiparable a la que realizan los mejores técnicos y artistas de todo el mundo”. Actualmente, Yuri es el encargado de los pianos del Teatro Colón, la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, el Teatro Colsubsidio y de universidades como Los Andes, Javeriana, y Sergio Arboleda.
Otro de los hijos, Leonardo y su familia, Adiela y Jhonatan, se especializaron en la restauración del mueble, mecánica y cuerdas entorchadas; tienen su taller en Tenjo y Sopó. Por su parte su hija Erica Berena lo ayudó mucho tiempo en la limpieza y reparación de pianos. Diana Stella, su esposa estuvo siempre a su lado, en la fabricación de violines, y en el mantenimiento de pianos.
Por su parte, Diana Ilinichna Forero recuerda: “Mi padre se empeñó en que yo aprendiera a tocar el piano, pues admiraba las técnicas rusas. Tomé clases desde los tres años. Soy docente de música y el legado realmente lo heredó mi hijo Daniel, su nieto, quien posee una facilidad increíble para interpretar música clásica en el piano”.
Darío Alejandro Forero, el hermano menor de la familia lo ayudó en su taller desde los años ochenta y se apasionó tanto por la luthería de violines que pidió un préstamo para adelantar sus estudios de luthería en Cremona, Italia, donde actualmente vive.
Nicolás, otro de sus nietos, sigue los pasos de don Miguel y viene haciendo un intenso trabajo por preservar su memoria. Es así como, además de trabajar como luthier es músico e interpreta el violín como su abuelo alguna vez lo quiso hacer. Para Nicolás don Miguel Roberto es un ejemplo de vida basado en la humildad espiritual, en la fuerza creadora y en el compromiso por dejar su huella en cada concierto por medio de su labor.
Sobre los instrumentos de teclado
Aunque el piano es reconocido por la mayoría de las personas como el instrumento de teclado por excelencia, vale la pena recordar que no es el más antiguo y que su funcionamiento es muy diferente al de otros instrumentos como el clavecín, el órgano y la celesta. Puede decirse que cada ejemplar de cualquiera de estos instrumentos constituye un universo único y particular debido a su historia, a las características propias e irrepetibles de sus materiales y a los detalles de su construcción y afinación. Por esta razón, los constructores de estos instrumentos suelen especializarse en solo uno de ellos.
A pesar de compartir el hecho de tener uno o varios teclados, el funcionamiento de cada uno de estos instrumentos es muy particular. Por ejemplo, el órgano tubular, conocido desde la antigüedad clásica, funciona haciendo pasar aire por cientos o incluso miles de tubos gracias a un sistema de válvulas que se activan al presionar las teclas. La sonoridad del instrumento se debe a la calidad y características de los tubos. A modo de ejemplo, puede escucharse la Passacaglia en re menor de Dietrich Buxtehude, BuxWV 161.
El clavecín, por su parte, es un instrumento intimista, propio de la música europea de los siglos XVII y XVIII. Su sonido se produce gracias a un sencillo mecanismo de plectros que pulsan las cuerdas y que es amplificado por su propia caja de resonancia. Del amplio repertorio disponible para este instrumento puede escucharse el preludio de la Suite No. 6 en mi mayor de Johann Sebastian Bach, BWV937.
De otro lado, la celesta consta de un sencillo mecanismo de martillos que golpean unos tubos metálicos, produciendo un sonido brillante. Una melodía muy reconocida para este instrumento es la del aria de Papageno en el segundo acto de la ópera La flauta mágica de Wolfgang Amadeus Mozart, KV620:
A diferencia de los anteriores, el piano cuenta con un complejo sistema conocido como “la máquina” o “la mecánica” que al presionar las teclas activa los martinetes de fieltro que golpean las cuerdas del arpa hecha de hierro y algunas aleaciones para soportar la tensión de todas las cuerdas, que llegan a ser 230. Gracias a este sistema, el instrumento es sensible tanto a la intensidad con que se presione la tecla como a la forma en que el intérprete lo haga. De ahí que la técnica pianística se haya diversificado en innumerables escuelas.
Desde sus albores, el piano ha evolucionado hasta adquirir las dimensiones y posibilidades sonoras con que cuenta en la actualidad. Se impuso como instrumento de concierto con la orquesta desde el siglo XVIII, pero se hizo especialmente famoso en el siglo XIX en Europa. Su afinación por semitonos iguales (o bien temperados) lo ha impuesto como un instrumento universal por excelencia. En la actualidad, el repertorio para piano abarca prácticamente todos los géneros y estilos, pasando por el rock, el jazz y las músicas populares, además de ser bienvenido prácticamente en todos los entornos musicales. Sus intérpretes virtuosos son legendarios e incluso existen ejemplares de pianos avaluados en cifras inconmensurables por sus características, su historia o su excepcionalidad. A nuestro país llegaron los pianos desde Europa en barco y fueron transportados “a lomo de mula” desde los puertos ribereños a las altas montañas como artículos de lujo y representativos de las clases altas.
Puede escucharse el versátil sonido del piano en esta versión de El vuelo del Abejorro, de Sergei Rachmaninoff, interpretado por Anderson & Roe en vivo en Seúl.