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En recuerdo de Ofelia Peláez

La antioqueña Ofelia Peláez, fallecida el jueves 15 de febrero, fue la más importante investigadora musical del sonido popular colombiano. Semblanza de una vida que fue una nota.
Jaime Andrés Monsalve, jefe cultural

La introducción del último libro de la maestra Ofelia Peláez, escrita por Eduardo González Villegas, inicia de esta manera: “Hay personas que se contentan con ver el desfile desde el borde de la acera o la procesión desde la comodidad de un balcón, y hay otras que terminan dentro del desfile, marchando al lado de la banda marcial, o en la mitad de la procesión cargando el anda que lleva la imagen del santo. Ofelia es de estas últimas. O se lanza ella misma o termina permitiendo que la empujen. Pero ¿sólo como espectadores?... ¡Nunca!”

El libro prologado de esa manera lleva un nombre elocuente: “Mi vida es una nota”. Se trata de una suerte de vademécum que cuenta anécdotas propias con prácticamente toda la escena del bolero, el tango y la música popular colombiana y latinoamericana por más de cincuenta años, que podría leerse también como un libro de memorias, toda vez que la protagonista de cada uno de esos relatos, simpáticos y esclarecedores, fue ella misma.

“Sé que muchos pensarán que es pedantería, que estoy haciendo alarde, en fin, pero no es así; lo que aseguro es que todo es cierto, que lo que cuento me ha pasado sin exageraciones y sin falsedades”, complementaba ella en su propio prefacio a este delicioso recorrido por la música. Y definitivamente quienes compartimos algunos instantes con doña Ofelia sabíamos de su proclividad hacia la anécdota certera y el relato desmesurado. Fue lo que vivió a lo largo de su vida gracias a una afición que decidió abrigar durante 83 años y que se le convirtió en profesión: la de la investigación sobre la música, los músicos y sus historias.

Es que uno de los placeres en la vida de doña Ofelia era mostrar las pruebas de su cercanía con los grandes artistas del continente, en lo que ella llamó su “vitrinómetro”. Por eso siempre guardaba en su cartera una foto con uno de sus mejores amigos por tres décadas, el tenor venezolano Alfredo Sadel. 

Murió Ofelia Peláez investigadora musical colombiana

Dispuesta a mostrarle esa instantánea a todo el mundo “para chicanear”, como ella misma decía, doña Ofelia solía recoger a Sadel en el aeropuerto cuando llegaba a Medellín. Incluso en una ocasión, temeroso porque las tensiones con Venezuela habían llegado a un punto álgido por temas limítrofes, el cantante prefirió quedarse en casa de ella que en un hotel.

“Él estaba feliz de poder estar rodeado de mis discos y de mis libros, e incluso en algún momento que tuve que salir de casa, él mismo me echó para poder quedarse a solas revisando todo el material”, me confió doña Ofelia. La confianza fue tal que Sadel le exigió que le permitiera ayudarle con las labores del hogar. Como prueba quedó una foto del eximio vocalista, con elementos de aseo en mano, calzando un delantal.

Cuando se le preguntaba por el origen de su gusto por la música ella aseguraba: “Eso, como dicen los campesinos, es de nacencia”. Doña Ofelia vio la luz en Copacabana, Antioquia, el 7 de agosto de 1940. Sus padres tenían un almacén de telas que colindaba con la cantina de la plaza principal. “Desde chiquita yo me hacía en la acera para escuchar la música de la rocola”, nos contó en visita que hizo a los estudios de Radio Nacional en Bogotá, en diciembre de 2016. “Mi mamá me entraba a la casa luego del respectivo pellizco, ya cuando estaban borrachos los contertulios, pero yo me escapaba por la puerta falsa y volvía a la cantina. Así me crie yo”.


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Las primeras canciones que le impactaron fueron “El amor del jibarito” del Trío Vegabajeño y una muy poco conocida grabación del queretano Juan Arvizu, “Nidito de amor”, grabada en Chile. Doña Ofelia creció cerca de todos esos grandes creadores. Toda una vida de amistad y de colaboración con el también investigador Hernán Restrepo Duque significó para ambos un crecimiento personal y profesional profundo y determinante. Y los ganadores fuimos los melómanos, que pudimos aprender y gozar de las monografías de ambos creadores.

La lista de libros firmados por doña Ofelia Peláez no es nada despreciable. Varios de ellos fueron publicados por Discos Fuentes, como “Verdades, mentiras y anécdotas de las canciones” y como los libros con CD “La verdadera historia del bolero”, “Historias de navidad” e “Historias cantadas. Historias contadas”. Bajo el mismo sello fue coautora de la enciclopédica serie “La discoteca del siglo XX” y, sobre todo, de un incunable tomo denominado “Colombia musical. Una historia… una empresa”, narración del devenir de Discos Fuentes hasta mediados de la década del 90, escrito a cuatro manos con Luis Felipe Jaramillo. Otras publicaciones de su autoría fueron “Alfredo Sadel, cuenta mi alma”, “El tango no es como lo pintan” y el ya mencionado “Mi vida es una nota”.

Además, escribió artículos en revistas especializadas en música de Colombia, Puerto Rico, Venezuela y México, como textos para discos de varias procedencias. También desplegó su erudición en diferentes espacios radiales y televisivos, y en conferencias en Cuba, Puerto Rico, Venezuela, México y en diferentes ciudades de nuestro país. Con Radio Nacional de Colombia siempre fue generosa en manifestarnos sus saberes sobre grandes músicos locales, gracias a las varias entrevistas que nos concedió por años y en las que habló con total holgura de Graciela Arango de Tobón, Ligia Mayo, Alberto Granados, Alberto Osorio y muchos más.

Pero doña Ofelia también fue una reconocida cultora del lenguaje. Uno de sus grandes amigos y contertulios fue el intelectual antioqueño Roberto Cadavid Misas, “Argos”, recordado cazador de gazapos en diferentes medios de comunicación escritos. Su defensa del buen romance fue tal que, incluso, solía rectificar con lapicero los errores que se encontraba en las cartas de los restaurantes, según nos lo contó Sergio Santana Archbold, investigador musical sanandresano, quien confiaba en Ofelia la corrección ortográfica de sus libros.

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Esa mirada incisiva sobre el lenguaje la tuvo aún más afilada doña Ofelia para el dato musical certero. Es bien sabida la malquerencia que otro musicólogo le manifestó por años, por cuenta de varias correcciones que ella le hizo saber. El nivel de inquina del colega fue tal que, en una revista de corta duración dirigida por él, no tuvo pudor en crear una sección específicamente dedicada a desmentirla. Ya otros se encargarán de develar la nula pertinencia de tal ensañamiento.

El jueves 15 tuvimos una primera y sorpresiva alerta sobre el ingreso de doña Ofelia Peláez a clínica en Medellín por cuenta de un problema hepático, Pocos minutos después supimos del desenlace. Sean estas letras un homenaje de recuerdo para quien tanto dio por la preservación del patrimonio sonoro en Latinoamérica.

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