Recientemente se difundió por redes sociales un meme con la foto del candidato presidencial por el Pacto Histórico, Gustavo Petro y su fórmula vicepresidencial Francia Márquez, firmando un documento en una notaría comprometiéndose a no expropiar durante su eventual gobierno junto a una imagen del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez acompañada de la frase: “el día en que Chávez firmó ante un notario que nunca recurriría a las expropiaciones”, una noticia que según ColombiaCheck, la plataforma digital verificadora de fuentes y noticias, resultó ser falsa, toda vez que al realizar los chequeos correspondientes se pudo establecer que la imagen de Chávez correspondía a la firma de una nueva Ley del Trabajo de 2012 y no a la firma de no expropiación.
Una ‘fake new’ que, como lo señala ColombiaCheck, apela a los prejuicios alterando hechos mediante la descontextualización. Y este es solo un ejemplo de las múltiples informaciones falsas que a diario circulan por internet, particularmente en épocas electorales, y que representan un riesgo para los procesos electorales y democráticos del país, pues como lo explica Ángel Tuirán Sarmiento, docente e investigador del departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte: “la información falsa puede influir en la construcción de opinión pública o en las preferencias electorales, y de esta forma, aumentar o disminuir los apoyos a un proyecto político”.
De ahí que sea común, agrega el docente, “encontrar información relacionada con asuntos o acciones de la vida privada del candidato o la candidata que cuestionen la ética y moral pública; con posibles hechos de corrupción si previamente han ejercido funciones públicas; igualmente, informaciones relacionadas con falsas afirmaciones del candidato o la candidata; con temas polémicos o que generan polarización; y, en el caso colombiano, es común que se difunda información falsa en relación con posibles vínculos del candidato o candidata con grupos al margen de la ley”.
Desinformación que según señala Tuirán afecta en gran medida las decisiones y la confianza del electorado, ya que es una información que ha sido creada con la finalidad de restarle autonomía y libertad al momento de expresar su apoyo a uno u otro proyecto político, y que hace que tanto instituciones, como políticos y medios de comunicación, vean mermada su credibilidad.
“Tradicionalmente han sido los medios de comunicación, partidos y movimientos políticos los que han participado en la construcción de opinión pública, es decir, son protagonistas en la elaboración de la idea, concepto o juicio que los ciudadanos hacen sobre hechos sociales que le reporten interés público o político. Pero, con la pérdida de confianza en ellos, las redes sociales cobran protagonismo, con dos grandes riesgos relacionados con la cantidad de información que circula libremente y la falta de regulación”, acota Tuirán.
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Emoción vs realidad
Y es que aunque la desinformación ha existido desde hace mucho tiempo, ahora la diferencia radica, dice Juliana Castellanos Díaz, docente y directora de la Unidad de Investigación Periodística del Politécnico Grancolombiano, “en que hoy la información falsa tiene un alcance que va, en segundos, de lo local a lo global”, al tiempo que producirla tiene bajos costos y la facilidad de alcanzar a miles o millones de personas.
A lo que se suma que “en los seres humanos siempre ha pesado más lo emocional que los hechos objetivos, la diferencia está en que ahora es público, es decir, antes no sabíamos la emocionalidad con la que votaban todos nuestros amigos, vecinos, compañeros de trabajo. Hoy, por cuenta de las redes sociales, lo sabemos”.
Lo claro, añade, es que justamente por cuenta de las redes sociales la gente se ve más atacada por estas estrategias que saben que deben ir directo a la emocionalidad, “de modo que cada que alguien abre sus redes encuentra algo nuevo que alimenta su percepción de la realidad; con el agravante de que el algoritmo que está enviando información se la manda en la misma línea de lo que la persona busca; en consecuencia, todo lo que le llega es sobre lo mismo, por lo que no logra percibir que hay otro lado de la moneda, a menos de que se esfuerce y en un acto de conciencia o conocimiento claro, sepa que debe ir en búsqueda de otra información para comprender mejor lo que ocurre”, apunta Castellanos.
En esto último, resalta, “falta mucho trabajo, es decir, debería haber más conciencia social sobre el fenómeno para que la duda de lo que vemos se instale como filtro, y así obligue a la gente a buscar más información o a corroborar la que tiene”.
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Retos del periodismo
Ante este panorama, acota Castellanos, el gran desafío que enfrentan los y las periodistas en tiempo electoral “es reconocer que están en un terreno fangoso en el que los expertos en propaganda política visten la información falsa de información verdadera, haciendo uso de la tecnología para hacer montajes de voz e imagen, y las lanzan a las redes sociales para que los ciudadanos las consuman como verdades”.
En ese escenario, agrega, los y las periodistas deben no solo estar informando sobre qué está pasando en las campañas o con los y las candidatas, sino tratar de ayudar a desmentir lo que corresponda para que la ciudadanía escoja con información y no con mentiras propagandísticas al próximo presidente de Colombia, de ahí que sea necesaria, en muchas salas de redacción del país, la incorporación del chequeo de información como un método sustancial y un proceso de producción por el que deberían pasar todas las publicaciones.
“Además, los y las periodistas deben evitar contribuir a la ola de información falsa siendo ecuánimes en la información que construyen sobre los candidatos y las candidatas, y no reforzando modelos establecidos desde la propaganda; dadas las condiciones actuales creo que es fundamental que la figura del chequeo empiece a estar en todos los medios del país; pero claro, implica un costo para el medio de comunicación en un momento histórico en el que ha sido complejo para la industria mediática encontrar un modelo económico sostenible”, apunta.
Para Tuirán Sarmiento, los medios de comunicación, partidos y movimientos políticos también pueden cumplir un rol dinamizador en los procesos electorales a través de la democratización de la información y la velocidad con que esta puede llegar al ciudadano; "paralelo a ello, es necesaria una ciudadanía responsable, que verifique y confronte con otras fuentes la información que llega de uno u otro candidato en tiempos electorales, que sea una ciudadanía que no pierda su autonomía y su capacidad de raciocinio”.