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Programa Mundial de Alimentos gana Nobel de Paz 2020

El Programa Mundial de Alimentos fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2020, anunció el Comité Nobel.

Por: EFE

En la oficina del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para el sur de África, hoy hubo saltos y lágrimas de alegría. El Nobel de la Paz les llega en un año de "muy duro" por culpa de la pandemia y en el que su gran enemigo, el hambre, crece, según cuenta a Efe Lola Castro, directora regional del programa de la ONU.

"Sabíamos que estábamos en la lista, pero hemos estado en la lista muchas veces, la verdad, y al final ya nos lo tomábamos tranquilos. Esta vez nos ha informado el director ejecutivo de que lo hemos recibido y nos hemos puesto todos a saltar, y muchos a llorar de la alegría también, porque ha sido un año muy duro", explica a Efe Castro, aún emocionada, en Johannesburgo.

El 2020 estaba siendo para los trabajadores del PMA un año en el que la pandemia ha multiplicado su trabajo y en el que la meta de acabar con el hambre para 2030 se ve más lejos que nunca. También ha sido un año de no tomarse vacaciones y de permanecer sobre el terreno pese al temor a contraer la COVID-19.

A partir de hoy, aunque los problemas sigan ahí, 2020 es también el año del Nobel de la Paz y en el que su trabajo se reconoce a la altura de figuras como Nelson Mandela o Martin Luther King.

"El orgullo cada día que te levantas es que sabes que vas a cambiar la vida o al menos mejorar la vida de muchas personas y eso es súper enriquecedor, sin premio Nobel y con premio Nobel", sostiene Castro, cooperante de origen canario (España) que lleva 26 años trabajando para el PMA.

El Comité del galardón ha premiado a este programa de las Naciones Unidas por sus esfuerzos para combatir el hambre en todo el mundo y por sus contribuciones para mejorar las condiciones de paz en las zonas afectadas por los conflictos.

Solo el año pasado, el PMA -que es la organización humanitaria dedicada al hambre y la seguridad alimentaria más grande del mundo- brindó asistencia a cerca de 100 millones de personas en 88 países diferentes.

"Hambre y conflictos están totalmente unidos, integrados. Uno causa el otro y al revés", recuerda Castro.

Esta interconexión, según la directora general del PMA para el África austral, se ve clara sobre el terreno en países como Siria, Yemen, Somalia, la República Democrática del Congo o Mozambique.

El hambre y la falta de recursos, además, no solo deriva en conflictos, sino que genera desplazados, enfermedades, problemas de educación e imposibilidad de respuesta cuando llegan las grandes catástrofes medioambientales.

Ahí es donde trabaja el PMA, sobre dos grandes pilares: el esfuerzo de largo recorrido ayudando a las comunidades para dotarse de medios para poder alimentarse solas y la asistencia rápida cuando ocurre una tragedia.

"En este momento la única solución es trabajar con las comunidades, con los gobiernos, las oenegés, las Naciones Unidas y la sociedad civil, todos en general, para intentar paliar primero la malnutrición aguda y luego intentar poner medios para paliar esto de una manera sostenible", subraya Castro.

Desde el PMA, por ejemplo, trabajan con estrategias como comprar "localmente a los pequeños granjeros y sobre todo a mujeres" porque, según Castro, eso tiene unas ganancias en desarrollo "increíbles".

"Una mujer que produce y vende puede mantener a sus hijos, los educa, les da una buena nutrición y eso cambia ya el sistema en esa comunidad", ejemplifica.

"Para quitar mitos, África es un continente que podría producir comida para alimentarse ellos mismos y alimentar al resto del mundo, para empezar, porque hay tierra y agua y hay capacidad. El problema es que no se ha encontrado la medida justa de todo para poder producir, lo que se necesita en los lugares adecuados", argumenta.

Solo en el área que cubre la oficina que dirige Castro, los países del sur de África, se calcula que ahora mismo hay unos 45 millones de personas en riesgo de inseguridad alimentaria.

En esta zona, este año se han unido los efectos devastadores del cambio climático -que castigan el sur de África con graves sequías y desastres naturales como los ciclones Idai y Kenneth que arrasaron Mozambique y otras zonas en 2019- y una brutal crisis económica generada por la pandemia.

Este último factor ha llevado el hambre incluso a las metrópolis más desarrolladas, como Johannesburgo, algo que no se veía antes.

"Está muy claro que para conseguir combatir estas enfermedades, pandemias, etc., tienes que tener una buena nutrición y tenemos que tener que tener a la gente bien alimentada. Eso es lo primero", enfatiza Castro.

Pese al comprometido trabajo del PMA, este año del Nobel de la Paz deja también la nota amarga de que el sueño de la ONU de acabar con el hambre para 2030 probablemente no se cumplirá.

"Honestamente, no quiero ser negativa pero vamos en dirección contraria a conseguir acceder al hambre cero, no creo que lleguemos lamentablemente, porque en este momento vamos en situación inversa", opina Castro.

Pero aunque no lleguemos a esa meta en 10 años, el día que el hambre se acabe la humanidad deberá recordar que le debe mucho más que un Nobel a los trabajadores del PMA.

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