Para la cultura muisca, la sal era uno de los elementos más importantes de su economía, siendo una de las bases de su comercio y por eso su capital económica se ubicaba en la actual Zipaquirá. Los muiscas no eran mineros de vocación y extraían el mineral del agua que brotaba de la superficie, serían los españoles los encargados de remover la capa vegetal para adentrarse en lo profundo de la montaña.
De esta explotación minera surgiría la advocación mariana que originó la construcción de una primera catedral por iniciativa de Luis Ángel Arango, que fue inaugurada en 1954 y que estuvo abierta al público hasta 1992.
En 1995, la antigua catedral daría paso a una nueva construcción, que es considerada como una joya arquitectónica y que recibe 700 mil visitantes al año en promedio. Una catedral diseñada por el bogotano Roswell Garavito y que se ubica a 33 metros dentro de la montaña y a 180 respecto a la cima.
Su estructura incluye una cúpula, 14 estaciones del Viacrucis, tres naves y un nártex (una especie de laberinto para los penitentes). En el fondo se ubica una gigantesca cruz de 16 metros de altura que es la más grande del mundo en una construcción subterránea.
Recorrer la Catedral de Sal constituye una experiencia que conecta lo cultural con el arte religioso, un recorrido que se extiende por dos kilómetros y que es asistido por un guía turístico o que, en tiempos de pandemia, permite conectar unos audífonos y en cada estación, escuchar descripciones detalladas. La sal, un mineral con tradición ancestral en Zipaquirá.