Ocho décadas atrás, Samuel, con solo seis años, es enviado a Austria por su madre judía, quien prefiere separarse de él, antes de que termine en los temidos campos de concentración.
Son dos los momentos trágicos de la historia de la Humanidad, separados por décadas y territorio, pero que hacen parte de un mismo dolor y que Isabel Allende, escritora, retrata en su nueva novela: ‘El viento conoce mi nombre’.
Una conmovedora historia de inmigración, violencia, solidaridad y amor, donde el pasado y presente se entrelazan para tratar temas sobre el sacrificio que hay tras la decisión de los padres de poner a salvo a sus hijos, sobre la sorprendente capacidad de algunos niños para sobrevivir a la violencia sin dejar de soñar y sobre la tenacidad de la esperanza, que puede brillar incluso en los momentos más oscuros.
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Como suele lograrlo Allende, en esta ocasión lleva al lector a imaginarse lo que es sacrificarlo todo para que sea al menos tu hijo quien llegue a ese lugar que promete ser seguro, aunque tú no puedas volver a verlo nunca.
Una novela muy actual, profundizando en lo trágico, donde también puede existir la alegría, tocando el tema de la migración, abordándolo desde la persecusión Nazi.
Solo algunos días después de su lanzamiento en América Latina, Isabella Allende habla sobre esta nueva historia y la problemática de la migración, la cual conocen bien a través de una de sus fundaciones que trabajan en ello.
Más allá de un número
- ¿Cómo surgió la historia de ‘El viento conoce mi nombre’?
Todo inició en 2018, cuando en Estados Unidos se dio una política de separar a la familia que pedían refugio o asilo, y miles de niños fueron separados de sus padres. En los medios aparecieron los reportajes de los niños en jaulas, llorando, en pésimas condiciones, y nadie pensó en la reunificación.
Cuando el clamor público acabó con esa política, se siguió haciendo a escondidas, no pudieron reunir a todas las familias, muchos habían sido deportados, y el resultado es que todavía tenemos mil niños que no han podido ser reunificados con su familia.
Todo esto me motivó a escribir sobre esta tragedia, porque tengo una fundación que trabaja en la frontera con este tipo de casos que inspiraron la historia de Anita en la novela, pero luego me acordé que no es la primera vez en la historia en que los niños son separados de los padres a la fuerza, por lo que me remití cuando los niños judíos fueron separados de sus padres en 1938 en lo que se llamó el Kindertransport.
- ¿Cómo fue el reto de retratar la época de la Segunda Guerra Mundial?
Me acordé de la obra de teatro ‘Kindertransport’ con la historia de una niña judía que debe ser alejada de su familia para sobrevivir. Más del 90% de esos niños jamás volvieron a ver a sus padres que fueron exterminados en los campos de concentración.
-Anita, la protagonista, se sumerge en un mundo imaginario en medio de la cruel realidad que vive, ¿Qué tanto Isabel se identifica con este personaje?
Yo viví en mi infancia en un mundo imaginario que sucedía en el sótano de la casa de mi abuelo, donde no debía entrar, y allí creé mi propio universo, donde sentía que mi abuelo, que ya había muerto, me acompañaba.
Eso me ha hecho entender muy bien la mentalidad de Anita, porque además la he visto entre los niños traumatizados en la frontera, quienes dejan de hablar, creando un mundo propio donde se sienten seguros.
- ¿Cómo sabe que es el momento de escribir una novela sobre un tema como este?
En general, las novelas que termino escribiendo son como semillas que van creciendo hasta que me ahogan, y ya siento que es el tiempo de escribirlas, por lo que arranca el proceso de investigación y genera mucho material.
En el caso de esta novela la investigación fue muy fácil porque está sucediendo hoy y conozco mucha gente involucrada para aliviar el problema, porque en eso trabaja mi fundación.
Los favoritos
- ¿Cuáles son sus personajes favoritos de esta novela?
Samuel, Anita y Leticia son mis favoritos. Samuel porque acompaña la novela de principio a fin, es su columna vertebral. Leticia está inspirada en una amiga mía a quien veo todos los días y es de El Salvador de donde salió escapando por la violencia, por lo que me ayudó con todo esa parte de la investigación. Por supuesto Anita.
- ¿Cómo ha visto el desarrollo del feminismo?
Estamos haciendo todo lo posible por ayudar por cambiar las cosas. Yo tengo 80 años y he visto cambios positivos. Antes nadie hablaba de feminismo y más adelante era algo mal visto, casi un insulto, y ahora es parte de la sociedad, muy bien aceptado por las nuevas generaciones.
Vamos avanzando pero con retrocesos tremendos como los talibanes en Afganistán. Siempre hay que estar vigilante para que eso no ocurra.
- ¿Qué cosas siente que ha cambiado en su escritura desde su primera novela'?
Durante mucho tiempo, siempre pensé que mis libros eran como un regalo que me caía del cielo, y que quizás dejaría de suceder. Ahora, sé que este es mi oficio, que tengo más experiencia y que si me doy el tiempo suficiente para investigar y para escribir, puedo contar casi cualquier historia, lo cual fue un alivio.
- Una novela sobre una tragedia, pero donde también aborda temas como la esperanza…
Cuando uno lee las noticias solo se entera del horror que sucede en el mundo, no se habla de lo bueno que está sucediendo, de la gente que trata de ayudar, pero como yo trabajo con esa gente en mi fundación, fue fácil balancear lo bueno y lo malo.
- ¿Cómo es el encuentro de una historia que sucedió en la Europa de la década de los treinta y una de 2019 en la frontera de Estados Unidos?
Para mí era importante comparar lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial con lo que ocurre hoy. Samuel es una víctima del holocausto a los cinco años. A los 80 años, cuando no corre ningún riesgo, la vida le presenta la oportunidad de conocer a una niña que vive el horror que él vivió de joven.
Para mí era relevante establecer esa idea, de que la historia se repite si no sabemos habitan aprender de ella.
- ¿Cómo ve la situación actual de los refugiados en la frontera entre México y Estados Unidos?
Existe una crisis humanitaria, con zonas controladas por los narcos y las pandillas, donde raptan a la gente, quienes cobran hasta 500 dólares por solo llegar a la frontera.
Sin agua, sin letrinas, las mujeres usan pañales de noche porque si salen de sus refugios las violan o las matan.
Para solucionarlo, hay que humanizar el problema. Estados Unidos necesita de los inmigrantes, del trabajo que realizan en distintas industrias. Deberían tener permiso para entrar, trabajar y volver a sus países.
No habría refugiados si no es por la situación de extrema violencia o de extrema pobreza que se vive en el lugar de origen. No había refugiados ucranianos hasta que Rusia atacó. Así ocurrió con Siria y Venezuela.
- El valor de la amistad y la solidaridad en la adversidad…
Eso te salva, y no hay que llegar al extremo de la guerra o de la crisis de los refugiados. En una crisis personal, también es la solidaridad y la amistad lo que te salva.
- ¿Cuál es el papel del arte en medio de estas trágicas temáticas?
En medio de toda esta tragedia, el arte te acerca, te pone en contacto con una historia, una cara, un ser humano que podría ser tú o una persona cercana a ti.
El arte conecta a los seres humanos de una manera íntima, de lo contrario no podemos entender lo que está pasando afuera, si no podemos verlo de una forma más íntima.
- ¿Qué tanto se ha transformado como escritora desde ‘La casa de los espíritus’ hasta ‘El viento conoce mi nombre’?
Cuando escribí ‘La casa de los espíritus’, además de ser mujer, nadie sabía de mí, pero sabían de Chile, de Salvador Allende, lo que produjo cierta curiosidad, que fue afortunada con un éxito inmediato, que pavimentó el camino para lo que vino después, pero creo que ayudó mucho a muchas mujeres que en América Latina habían sido sistemáticamente silenciadas.