En el sur de Colombia, cada mitad de año, se celebran las fiestas de las Guaguas de Pan. Muñecas elaboradas con harina de trigo, vestidas con atuendos típicos de la región, adornan los castillos hechos con madera, donde se exponen los productos agrícolas, especies animales y bebidas de la región.
Uno de los corregimientos donde se realiza esta fiesta es Obonuco, ubicado en la zona andina, en las faldas del volcán Galeras, al occidente del centro urbano del municipio de Pasto.
“Esta es la fiesta ancestral del pagamento a la madre tierra y la cosecha que tiene un origen milenario con un contexto muy amplio dentro de la cultura Quillasinga que abarca la gastronomía, la danza, la música y la cosmovisión; nosotros como indígenas en estas fiestas sacamos a resplandecer todo lo que tenemos como herederos de esta tierra”, expresa David Pupiales, investigador y danzante de este territorio.
La fiesta dura una semana e inicia con una merienda que permite el compartir jornadas de danza y música acompañados de los alimentos que se preparan con la base de la alimentación de esta zona del país que es el maíz.
El día más importante para esta fiesta es el 21 de junio, para las comunidades indígenas esta fecha es importante porque tiene una energía especial y significa el comienzo de nuevos tiempos, “el inicio del ciclo del maíz, es la siembra de este producto, a manera de ejemplo, el 21 de junio es para nosotros lo que para las comunidades occidentales es el 31 de diciembre, ese día nos abrazamos, nos bendecimos y nos damos el feliz tiempo nuevo, escogemos las mejores semillas y las guardamos para la fiesta de la luna el 21 de septiembre”, explica el Taita Jaime Gomajoa, autoridad indígena del cabildo de Obonuco.
Comienza con un ritual a cargo de la comunidad indígena que consiste en pedir fortaleza para los danzantes, quienes bailan durante todo el día. Esta actividad se convierte en un elemento ancestral que inicia con el ritual, así lo refiere David Pupiales, “nosotros nos vamos a vestir a la montaña Pie de Ánima y desde ahí salimos al ritmo de nuestros cuerpos y de la música y entregamos la fiesta como una ofrenda a la tierra mediante el castillo y la danza”.
Los roles en la celebración
Varios roles desempeñan los habitantes de la comunidad Quillasinga dentro de la fiesta, entre ellos están ‘los castilleros’, quienes se encargan de vestir los castillos con los productos. Nori Buesaquillo, castillera desde hace varios años, expresa “ser castillero conlleva el rescate de la herencia dejada por nuestros abuelos quienes han tomado esta estructura como la vida misma, como los padres que toman el castillo para que no se debilite, pues cada comunero entrega el próximo año el doble de lo que recibe, esto permite el compartir y por medio de él nutrir esta casa natural”.
El castillo tiene un contexto de pagamento, se le coloca lo mejor de lo mejor que la tierra produce, es vestido y adornado con los productos, “las vísperas del día grande, desde las cuatro de la mañana los castilleros hacen la estructura de madera, a medida que el día avanza ésta es vestida con los productos, entre los principales elementos está el choclo y las guaguas de pan, con todo ello se hace el altar de pagamento”, comenta el Taita Gomajoa.
En el momento en que los castilleros y la comunidad lo visten, las autoridades indígenas determinan y eligen quiénes serán los castilleros encargados para el año siguiente, de esta manera se retribuye la gran generosidad que la tierra tiene para con la comunidad.
Esto también se constituye en un hecho de responsabilidad pues al entregar los productos a los futuros castilleros, éstos devolverán el doble y se garantiza que el “próximo año habrá castillo, conciencia y nobleza porque hacemos un ritual de compartir con la comunidad y entregar a la madre tierra sus bondades, como lo decían los mayores, si hoy recibo mañana tengo que dar, se practica el mandamiento del pringue, como ellos lo llaman y así el siguiente año será la misma dinámica que se mueve y surge como la espiral”, finaliza Jaime Gomajoa.