“Aunque mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. Viva la Libertad”, se lee en una de las placas que adornan la estatua que en honor a Policarpa Salavarrieta se erige en la Plazoleta de La Pola, en el barrio Las Aguas de Bogotá.
Palabras que se le atribuyen a la joven heroína nacional que, a la edad de 20 años, fue fusilada un 14 de noviembre de 1817 en la Plaza Mayor- hoy Plaza de Bolívar- por las tropas del ejército de la Reconquista Española, y que evocan ese espíritu revolucionario, provocador y antipoder.
“‘La Pola’ fue, y es, una estrella de la feminidad colombiana, en parte por su juventud, por esa actitud desafiante que tuvo frente al pelotón de fusilamiento, por ese carácter de mujer luchadora, dispuesta a sacrificarlo todo por su patria, aspectos que la convirtieron en todo un ícono de la época independentista, hasta el punto en que en 1821, un año después de la Batalla de Boyacá, se hizo una obra de teatro, encargo de Francisco de Paula Santander a José María Domínguez Roche, que se llamó ‘La Pola, Tragedia en cinco actos, sacada del verídico suceso’. Podríamos decir que desde entonces, se volvió toda una figura”, señala Efraín Sánchez, doctor en Historia de la Universidad de Oxford, y asesor de la Red de Bibliotecas del Banco de la República.
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La estatua, ubicada sobre la carrera 2 con calle 18 A, elaborada originalmente en cemento por el artista colombiano Dionisio Cortés para celebrar el primer centenario de la Independencia, muestra a Policarpa “sentada con altivez en el banquillo, las manos atadas hacia atrás, dirige con arrogancia hacia las fuerzas españolas, que estaban formadas, en su mayor parte, de americanos, y con ceñudo semblante y mirada retadora, parece decirles: ¡Viles americanos, volved esas armas sobre los opresores de vuestra patria”, según alude a una reseña publicada en El Heraldo, Carolina Vanegas Carrasco en el documento ‘El monumento a ‘La Pola’ y la escultura en Colombia en 1910’.
En el mismo documento, Vanegas expone que en el libro conmemorativo del centenario de la Independencia “se señala que el gobierno solicitó a los vecinos de cada barrio que arreglaran sus fachadas e iluminaran sus casas en los días principales de las fiestas. Sin embargo, los vecinos del barrio Las Aguas fueron más allá de esta solicitud, y por iniciativa del cura Darío Galindo y “por cotización de sus feligreses” encargaron a Dionisio Cortés el modelado de la estatua de ‘La Pola’ para ser instalada en la plazoleta de Policarpa Salavarrieta”, es decir que la estatua fue realizada enteramente por la Asociación de Vecinos de Las Aguas, la cual tenía como particularidad ser la asociación del barrio más pobre de Bogotá.
“Con el paso del tiempo, la estatua fue perdiendo algunos atributos. Testimonios señalaban que había perdido la nariz y hasta un pie. Por lo que para 1967, en el sesquicentenario del fusilamiento de ‘La Pola’, el Congreso expidió una ley ordenando que se erigiera una nueva estatua en un sitio público importante de Bogotá, pero lo que se hizo realmente fue contratar a un escultor peruano, llamado Gerardo Benítez, para que elaborara la estatua de Cortés en bronce, y lo que hizo Benítez fue restituir las partes que le faltaban a las piezas en cemento y las fundió en bronce”, explica Efraín Sánchez.
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Una pola por ‘La Pola’
Es de recordar que a los 15 años, la hija de don Joaquín Salavarrieta, llamada también Apolonia, Polonia o Policarpa, participó en el grito de Independencia del 20 de julio de 1810, y sería la encargada, unos años después, de recibir y enviar mensajes al ejército patriota, de comprar material de guerra, y de reclutar jóvenes para los grupos patriotas. Se volvió, así mismo, en una experta en el espionaje hasta que luego de una intensa búsqueda fue arrestada, encerrada en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario-convertido en cárcel- y sentenciada a muerte por el Consejo de Guerra, el 10 de noviembre de 1817.
Cuatro días después, el 14 de noviembre, La Pola, sería fusilada. En los archivos de Señal Memoria se relata que José Hilario López, presidente de la época, estuvo presente este día, y que recordaría el acontecimiento años después en sus memorias:
“Las nueve de la mañana era la hora señalada para la ejecución (…) ‘La Pola’ marchó con paso firme hasta el suplicio, y en vez de repetir lo que le decían sus ministros, no hacía sino maldecir a los españoles y encarecer su venganza. Al salir a la plaza y ver al pueblo agolpado para presenciar su sacrificio, exclamó: ‘¡Pueblo indolente! ¡Cuan diversa sería hoy vuestra suerte si conocieseis el precio de la libertad!
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A lo largo del tiempo, ‘La Pola’ de Las Aguas ha ido tornándose en punto de encuentro de manifestaciones, principalmente de colectivos feministas, que ven sus luchas representadas en la joven heroína.
Policarpa, dice el historiador Sánchez, “es un símbolo nacional de mujer revolucionaria, que se levanta contra el poder, que no se deja oprimir, de lucha, pero sobre todo de lucha política. Hay que recordar que la mujer en Colombia no tuvo derechos políticos, ni siquiera era ciudadana, sólo a partir de 1954, cuando se le concedió el derecho al voto, es decir, que pasaron más de 140 años desde la Independencia para que pudiera elegir y ser elegida. Es de destacar que en 1962, se emitió una estampilla dedicada a los derechos políticos de la mujer colombiana en la que aparece una madre con su bebé mirando hacia la estatua hecha por Dionisio Cortés”.
‘La Pola’ es uno de los mayores referentes e íconos colombianos. “Es una imagen que la gente reconoce mucho en todas partes del país. Uno encuentra retratos de la Pola, billetes, monedas, la botella de cerveza, barrios, obras de teatro, colegios. Es de mencionar también que en 1967, el Congreso de la República dictó una ley por la cual se determinaba que el 14 de noviembre-día del fusilamiento- fuera declarado como el Día de la mujer colombiana, en honor a Policarpa Salavarrieta”, apunta Sánchez.
Sin duda, una mujer que merece un brindis: Una pola por ‘La Pola’.