Ver la estructura del Cementerio Libre de Circasia, Quindío, con su imponente arquitectura republicana, es tan sorprendente como conocer la insospechada historia que rodeó su construcción. Allí no yacen cuerpos, solo las cenizas de cientos de ciudadanos que no compartían las ideas religiosas de la época.
Transcurría la segunda década del siglo XX. Un hecho de discriminación desataría la fuerza de un grupo de jóvenes que los llevaría a hacer lo impensado, en una sociedad marcada por la supremacía del partido Conservador y el poder de la Iglesia católica.
Cabe recordar que, en este periodo mencionado, casi la totalidad de los cementerios en Colombia eran manejados por la autoridad eclesiástica, esto debido al concordato de 1887.
La construcción del Cementerio Libre de Circasia data de 1933 y fue concebido por Braulio Botero Londoño para que personas con ideas liberales, ateas, o que no eran religiosas, pudieran ser sepultados en este sitio, pues la Iglesia católica no les permitía realizar ceremonias ni enterrarlos en el cementerio del pueblo.
“Braulio Botero, habitante de la región, cansado de las acciones de la curia, decidió que Circasia debía tener un cementerio donde se pudieran enterrar a los librepensadores. Acompañado con vecinos del sector inició un convite para construir un cementerio laico, el cual fue patrocinado principalmente por su mismo padre, Miguel Botero Bernal, quien donó el lote en el que se construyó el Cementerio Libre de Circasia”, cuenta Sebastián Londoño, nieto de José María Londoño Echeverry, una de las personas que apoyó esta causa.
De acuerdo con Londoño, a punta de bazares, venta de empanadas y donaciones, le dieron forma a un proyecto que se convirtió en una proclama a la libertad. Sin saberlo, se construyó el primer cementerio libre de Latinoamérica cuando apenas empezaba la tercera década del siglo XX.
“La Iglesia se unió a la persecución de liberales porque muchos de ellos eran ateos, masones, que no iban a misa, entre otras razones. Entre los primeros enterrados fue Enrique Londoño con un águila en la parte alta, símbolo de libertad’’, relata el historiador de la Academia de Historia del Quindío, Fernando Jaramillo.
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Como un museo
El cementerio fue diseñado por los ingenieros Juan de Dios Villegas y el alemán Shieferl. Según el historiador Jaramillo, este lugar tuvo inspiración alemana pues por esa época algunos germanos vivían en esta localidad.
Sus amplios andenes, sus bellos jardines, sus mausoleos en mármol, sus tumbas silenciosas, sus muros adornados por los símbolos de la masonería, más el imponente paisaje circundante, lo ubican como un lugar imperdible para conocer cuando se visita Circasia, Quindío.
“Incluso hay cruces esvásticas (una cruz en forma de gancho), pero no la de Adolfo Hitler porque la construcción del cementerio fue mucho antes’’, añadió Jaramillo.
El cementerio se encuentra a un costado de la vía que saliendo de Circasia conduce hacia Montenegro, Quindío. Está situado a 10 minutos de Armenia y a 20 minutos de Salento, en pleno corazón del Eje Cafetero colombiano.
Cuentan que hasta hace un tiempo no se permitían las ceremonias católicas al interior del cementerio. Ahora se admiten personas de todas las creencias; sin embargo, se deben acatar las disposiciones de la junta directiva que administra el cementerio y que es presidida por Juan Mario Botero Isaza, sobrino de Braulio Botero.
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Descanso
En este cementerio reposan los restos de Fortunato Gaviria, abuelo del expresidente César Gaviria, y los restos de otros familiares del exmandatario. También los padres de Carlos Lehder, el primer gran narcotraficante colombiano extraditado a los Estados Unidos. Algunos rumoran que muchos fueron enterrados de pie, pero tanto el historiador y el administrador del sitio, concuerdan en que esto no ha sido comprobado aún.
“Cualquier persona puede ser enterrada, simplemente deben pagar un dinero por el sostenimiento del cementerio’’, señaló Cesar Augusto Londoño, el administrador del cementerio Libre de Circasia.