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Informe especial: Gitanos colombianos luchan por mantener vivas sus tradiciones

Desde que nació hace cinco meses la pequeña Angelina sólo ha escuchado los sonidos de una lengua que para la mayoría de los colombianos es extraña, aunque la hablan más de 24 millones de personas en el mundo: El romanés.

Zafiro la madre de la bebe cree esta la mejor forma de inculcarle a su hija las costumbres del pueblo Rom o gitano, que desde el siglo XVI está presente en Colombia.

Al crecer Angelina deberá apropiarse de otras tradiciones de su pueblo y seguramente como su mamá aprenderá a descifrar el pasado, presente y futuro de las personas a través de las palmas de sus manos.

“Nace uno con ese don y también lo refuerzan las abuelitas. Aprendemos a leer las líneas de la mano y a saber que viene o que paso viendo esas líneas , explica la gitana.

La época en que Zafiro aprendió el oficio de la quiromancia coincidió con el momento en que dejó el colegio. Esa es otra costumbre de los gitanos.

“Porque a nosotras las mujeres no nos gusta el estudio, preferimos dedicarnos al hogar. Creemos que se pierde todo ese proceso de gastar en educación y mejor nos ponemos a criar hijos , narra Zafiro.

Para la mayoría de los colombianos abandonar el colegio durante la primaria garantizaría una vida de privaciones. Pero no para los gitanos y menos para hombres como Daniel Gómez, quien en esta cultura patriarcal tiene influencia directa sobre la vida de su familia.

“De trece o catorce años uno ya no las deja ir a la escuela porque van a aprender otras costumbres de los que nosotros llamamos “gadze (no gitanos), ellas van a querer esas costumbres y no van a querer seguir con las costumbres de nosotros, por eso es que no las dejamos estudiar más y se quedan en la casa , asegura el gitano Daniel Gómez.

Esta tradición implica que el destino de las mujeres gitanas es casarse y tener hijos.

“Por eso es que la cabeza de familia siempre es el varón y nunca la mujer, porque ella de pronto se puede ir con un particular y pierde todos sus derechos, y el varón siempre va a estar mandando , dice Gómez.

A las gitanas no les molesta esta tradición, sobre todo porque saben que cada vez esta es más flexible, por ejemplo Zafiro pudo casarse siendo mayor de edad y con la persona que ella eligió.

“No es como antes que tocaba hacer lo que dijera al papá, tocaba hacerlo y no llevarle la contrario al papá por vergüenza. En cambio a mi esposo si lo escogí yo, él es de Venezuela y lo conocí por Facebook , reconoce la gitana.

Mientras las mujeres están en sus casas criando hijos o en las calles leyendo las manos, los hombres se dedican a hacer artesanías con cobre y otros materiales. Este oficio también hace parte de la tradición de este pueblo nacido en Europa.

“Es una tradición que aprendí de mis abuelos, yo trabajaba al lado de ellos cuando vivíamos en comunas en los potreros, se trabajaban las forjas, se instalaban las carpas y se trabajaba en comunidad, éramos varias familias viviendo una sola tolda. Mis abuelos forjaban el cobre y hacían pailas, ollas y uno así iba aprendiendo , recuerda el gitano Julio Cristo.

Aunque el pueblo Rom hace grande esfuerzos por conservar sus tradiciones y evitar que sus cerca de cinco mil integrantes en Colombia se olviden sus raíces, existen costumbres que ha perdido fuerza. Por ejemplo, el nomadismo se ha transformado.

El abuelo gitano Kolya Gómez recuerda como eran las cosas cuando su familia llegó al país y porque se tuvo que establecer en Bogotá.

“Mis papás vinieron de España, íbamos a las ferias a negociar bestias. Yo andaba en las carpas con mi papá y más gitanos de pueblo en pueblo. Pero ahora ya ve cómo está la situación, por la inseguridad casi no podemos salir de las ciudades , cuenta el abuelo del pueblo Rom.

Lo que si se ha mantenido con los años es la discriminación hacia los gitanos. No hay que olvidar que este pueblo fue perseguido durante la Segunda Guerra Mundial. En Colombia no los asesinan, pero mujeres como Esmeralda sienten que la sociedad las estigmatiza, sobre todo cuando intentan ejercer el oficio de la quiromancia.

“Somos muy perseguidas por los señores de la seguridad, por estos cuentos y mitos que dicen que las gitanas somos ladrones. Por ejemplo yo voy a comprar en San Andresito a comprar y cuando nos ven los de seguridad comienzan a seguirnos, nosotras nos damos cuenta preferimos irnos , revela Esmeralda.

Consciente de esta situación, el Ministerio de Cultura ha impulsado decretos para visibilizar al pueblo Rom. Moisés Medrano, director de Poblaciones de esa cartera, dice que la situación de esta comunidad en Colombia es mejor que la que afronta en otros países del mundo

“La comunidad gitana fue reconocida por el Gobierno Nacional durante el año 2010, mientras en algunos países de Europa eran expulsados, Colombia reconocía que era un contexto interesante para entender y reconocer a una población como la gitana como miembros activos y ciudadanos que portan una ciudadanía cultural en la sociedad colombiana , resalta Medrano.

Al igual que las comunidades indígenas y los pueblos afrocolombianos, raizales y palenqueros, los gitanos tienen una forma diferente ver el mundo. Están en la Costa Caribe, en Antioquía, Norte de Santander, Nariño y Bogotá y más que hacer caso a prejuicios hay que verlos como una expresión cultural valiosa para Colombia.

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