“No pensemos que la violencia intrafamiliar es una cosa que tiene que ver con que los trapos sucios se lavan en casa. Yo siento que, si seguimos lavando los trapos sucios en la casa, esto va a ser mucho más difícil para que superemos el tema de la violencia hacia la mujer, ¿Qué piensan ustedes?”, pregunta Yirley Velazco Garrido a las mujeres de las veredas de El Salado, un pequeño corregimiento que pertenece al Carmen de Bolívar, en el Caribe colombiano y en el que lleva 13 años de lucha para que ellas no callen y denuncien casos de violencia sexual o de maltrato.
Su determinación de trabajar por los derechos de las mujeres se remonta la masacre de El Salado, que ocurrió durante el mes de febrero en el año 2000. Al pueblo ingresaron más de 500 paramilitares que perpetraron uno de los actos de violencia más crueles en la historia: arrasaron con las casas, mataron a más de 60 personas y violaron a un sinnúmero de mujeres y de niñas, entre ellas Yirley, que tan solo tenía 14 años.
“Me pedían que me arrodillara y yo solo he dicho que me le arrodillo a Dios y yo lo único que les pedía a ellos era que no me torturaran y no me les arrodillé. Y no les importó porque me cortaron el cabello, me hicieron cicatrices, me maquillaron como un payaso y me hicieron de cuanta cosa se imaginaron. Pero me dejaron viva y si estoy viva es por algo”, cuenta Yirley, quien hasta hace unos diez años decidió hablar sobre lo que le pasó.
Fue un acto de valentía, y desde entonces ella se ha dedicado a contar sin miedo que es una de las tantas mujeres víctimas de violencia sexual en el marco de la masacre de El Salado. Y como no es la única, poco a poco se dio cuenta de que al hablar iban sanando sus heridas y las de muchas mujeres que vivieron lo mismo, aquellas que se unieron a Yirley para alzar la voz.
Ahora, años después, son 14 mujeres que a través de la plataforma ‘Mujer y Vida’ luchan por los derechos de todas las mujeres en los Montes de María que necesitan ser escuchadas y que también han sido víctimas de violencia sexual y de maltrato intrafamiliar.
“Pese a todo lo que me ha ocurrido, yo me considero una mujer emprendedora, luchadora, sobreviviente y con muchas ganas de salir adelante para trabajar por todas las mujeres. Trato de reírme todo el tiempo porque antes de que la vida me lleve yo me la he llevado a ella”, asegura con una sonrisa.