Bogotá
Septiembre 1, 2021
Miércoles
Queridos lectores,
Tengo el corazón apretado porque se murió Julio Paredes.
Empiezo esta nota como si fuera una carta en una especie de homenaje a la manera en que él arranca los capítulos en una de sus novelas, una que recuerdo con inmenso cariño y admiración: ‘29 cartas. Autobiografía en silencio’, obra que publicó en 2016.
Curiosamente la primera carta de esa novela está fechada el 20 de septiembre del año veintialgo. También es miércoles, como hoy.
En esa carta le dice a una vieja amiga, llamada Inés, que encontró una carta que ella le envió hace siete años. Ese es el pretexto para reactivar una correspondencia que servirá para que el protagonista transite el terrible momento de la vida que está pasando. Resulta que un accidente hizo que perdiera completamente la memoria y no sepa quién es.
En la conversación que tuvimos para Entre líneas hablamos largo sobre esta novela. Lo más bello de esa entrevista fue cuando Julio explicó que ese personaje representaba, en el fondo, lo que hacemos los escritores: usamos las palabras para recordar qué es escribir, porque cada vez que empezamos un proyecto lo hacemos sin saber quiénes somos. Es como si todo se olvidara y tuviéramos que volver a aprender a escribir, a imaginar, casi que a vivir.
A Julio Paredes lo conocí, primero, como maestro. Él era uno de los profesores de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional. Era tutor de trabajos de grado y todos lo que trabajaron con él lo admiraban mucho como lector y comentarista. Yo no tuve la oportunidad de que me leyera. Pero yo sí lo leí. En una clase analizamos su libro de cuentos Asuntos familiares, publicado en el 2000.
Ese libro fue desconcertante. Las historias se alejaban de todo lo que había leído y de lo que imaginaba que era un cuento. Hasta ese momento creía que los cuentos debían terminar como torciéndole el brazo al lector, dejándolo con una sensación de desconcierto. Pero en los cuentos de ‘Asuntos familiares’ el desconcierto estaba todo el tiempo, como queriendo mostrar que en la vida lo doloroso no son las sorpresas sino el peso de la cotidianidad.
Lo último que leí de Julio fue ‘Aves inmóviles’, la novela que publicó en 2019 y con la que ganó el Premio Nacional de Novela en 2020, que otorga el Ministerio de Cultura. Me demoré en terminarla casi seis meses. No porque fuera mala, ni mucho menos. Me demoré porque cada episodio me dejaba pensando y con muchas sensaciones atravesadas. Esta es la historia de un taxidermista a quien le encargan una tarea casi demente: disecar un caballo. La novela transita en ese periodo de tiempo en el que el protagonista va y viene, pensando la envergadura del proyecto.
Vista así, parecería una novela sin emociones, sin tensión, aburrida. Pero no lo es, y ahí está la magia de Julio Paredes como autor. A partir de esa situación construye un conflicto interno del personaje que nos lleva a explorar las profundidades de la naturaleza humana, con mucha sensibilidad, pero también con una mirada muy crítica. Es una obra tremendamente emocionante. Y que todo el tiempo nos recuerda que la gran aventura de la vida es, sencillamente, vivir… saber vivir.
Hoy ya no está Julio entre nosotros, los que tenemos que seguir con la aventura de la vida. Gracias por dejarnos tremendos “manuales de usuario” para continuar.