“Soy mujer, negra, tengo 43 años, nací en el Pacífico, me crié en Bogotá, fui mamá adolescente, vivo en Buenaventura, soy afro urbana, devoradora de libros, y fiel creyente de que la cultura es una de las mejores herramientas para transformar realidades y afianzar identidades”.
Así se presenta Lizeth Gómez Moreno, escritora, mediadora de lectura, gestora cultural, y bibliotecaria bonaverense para quien conocer la biblioteca de una de las casas en la que su mamá trabajaba como empleada doméstica en Bogotá, fue “su primera gran perplejidad de la vida”.
“Un día, mi mamá no tenía con quien dejarnos a mis hermanos y a mí, entonces nos llevó a su trabajo y nos sentó en la biblioteca. Mis hermanos jugaban, y yo solo miraba y miraba y me fascinaba con todos esos estantes llenos de libros. Solo atiné a preguntarle a mi mamá por qué en nuestra casa no teníamos una pieza (un cuarto) así, y ella me respondió: porque tendríamos que escoger entre comer arroz o comer libros”.
Esa respuesta la marcó. Porque aunque Lizeth no sabía que esa pieza o cuarto lleno de libros se llamaba biblioteca, sí sabía lo que le generaban los libros: un encanto particular. Aprendió a leer muy pequeña- a los 3-4 años-, gracias, entre otros, a la dedicación de su mamá, que le enseñó a leer y escribir en casa.
Su infancia y adolescencia en Bogotá estuvo marcada por el menosprecio y los señalamientos que hacían los mestizos y la “gente blanca” con respecto a su color de piel, a su contextura, a su origen; con frecuencia tenía que escuchar frases como “Negra cus cus, debajo de un bus, se tira un pedo y apaga la luz”, o “Ya llegó la negra, la muerte”, “ya esto se empezó a oscurecer”; al tiempo tenía que soportar que en ciertos sitios del barrio no los dejaran entrar por ser negros.
La Niña del Maletín
Así, en medio de esa estigmatización y racismo, Lizeth y su familia trataron de seguir su vida. Su mamá en el trabajo, su papá como vendedor de enciclopedias puerta a puerta y ella y sus hermanos estudiando. “Los dueños de la casa- que eran de origen japonés- donde descubrí los libros, decidieron devolverse a su país, dejando botada la biblioteca. Mientras se desocupaba la casa, yo empecé a recoger, a “robarme” los libros, que luego escondí debajo del colchón. Así fui haciendo mi colección. ¡Era fascinante!”, dice Lizeth.
Una colección que se convertiría no solo en su pasión, sino en la herramienta a través de la cual las personas que antes la marginaban empezaron a hacerla parte de su círculo; y a ser el instrumento que la llevaría a escribir, a narrar historias, a compartir lecturas, a participar en talleres de creación literaria, a seguir formándose, a crecer y a compartir conocimiento con los suyos, con su tierra.
“En la escuela, en la maleta-un poco rota-que mi papá había dejado luego de desistir de la venta de enciclopedias, comencé a llevar los libros, a leerlos en voz alta. Mis compañeros, que antes no me determinaban por ser negra, empezaron a reunirse en torno a mis lecturas. Era tal el interés que continué alquilando libros, revistas, libros ilustrados. A partir de ahí, dejé de ser “la negrita”. Los insultos fueron desapareciendo. Me convertí en la lectora y narradora de historias. Me convertí en la niña del maletín”, afirma Lizeth.
‘La Niña del Maletín’, mote que sería, unos años después, la inspiración para escribir el cuento que lleva ese mismo título y hace parte de ‘Vení Te Leo’, la estrategia de la Corporación Manos Visibles que busca fortalecer el ecosistema literario y empoderar a través de la literatura y la palabra a las comunidades del Pacífico, el Caribe y la Amazonía colombiana.
“‘Vení Te Leo’ fue una experiencia de transformación y reflexión individual y, aunque ‘La Niña del Maletín’ es una historia real, sabe a literatura. Narrar es retador y maravilloso por las alas que te proporciona para tomar el derecho a la palabra”, asegura Lizeth.
Estas experiencias significaron el impulso años después para escribir, entre otros, el cuento ‘Papa, Papaya y arroz’, en la iniciativa apadrinada por la destacada escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, ‘Mujeres afro narran su territorio’ del Ministerio de Cultura; a ser parte de ‘Leer el Pacífico’, un programa que busca reconocer y fomentar la lectura de obras literarias de creadores oriundos del Pacífico colombiano; y a dar sus primeros pasos en la poesía, haciendo parte de la antología ‘Urdimbre’, un proyecto del Banco de la República con la Editorial Imago, y de la antología ‘Voces del Pacífico’.
De regreso al origen
En el 2008, Lizeth empezó a sentir que ya no encajaba del todo en Bogotá, una ciudad que se volvió hostil, y que le dejaba más inquietudes que certezas sobre su verdadera cultura, sobre la identidad de sus hijos y de ella misma. Su corazón recibió una especie de llamado: el del mar, el de la tierra, el del Pacífico, el de la búsqueda de su esencia.
Un llamado que la hizo retornar a su Buenaventura, esta vez divorciada, con cuatro de los cinco hijos que le sobreviven, y con el sueño de aprovechar las letras, la palabra, la literatura para transformar vidas desde el territorio.
“Yo empecé a preguntarme cuál era la cultura de mis hijos: la de Bogotá, la de los hijos de negros en la ciudad, la del Pacífico. Seguía creyendo que había una única historia, un único modelo, que la única realidad era la que yo conocía. Pero cuando vuelvo a Buenaventura, veo un panorama muy diferente: no había bibliotecas, no había (y no hay aún) políticas públicas de lectura; los niños, niñas y jóvenes tenían que hacer largos desplazamientos para acceder a opciones de aprendizaje, y opté por ofrecerme como voluntaria en la Biblioteca Departamental del Banco de la República como mediadora de lectura”, comenta Lizeth.
Así inició un recorrido tanto por las zonas rurales como por el casco urbano de Buenaventura, llevando las letras a sitios con poco acceso a la cultura, apoyando iniciativas de promoción de lectura y de proyectos culturales de otras mujeres de la región, llegando a sus propias raíces, aprendiendo más acerca de las tradiciones, y cómo las mujeres negras “tenemos la fuerza para seguir conservando nuestra cultura, y cómo podemos cambiar el status quo de este país tan conservador y racista”, apunta la escritora.
De todas estas experiencias de lectura, Lizeth recuerda especialmente ‘Niña Bonita’, un libro de Ana María Machado que le leía a sus hijos cuando eran pequeños, “un libro que resalta la hermosura de la piel negra, que representa la resistencia de nuestra cultura negra desde nuestras abuelas, nuestros peinados y nuestras formas”.
En el 2023, Lizeth, con su voz armoniosa, su risa contagiosa, su alegría, su pasión por las letras, su amor por su cultura, sigue convencida de que los tiempos están cambiando, pero sobre todo, “que nosotros-gracias, en gran medida a la literatura- estamos cambiando”.