La conexión ancestral de los pueblos indígenas de Colombia, con su entorno y los territorios en los que habitan, es un legado que se mantiene a pesar de los cambios propios de la modernidad. Su visión del mundo se centra, por ejemplo, en la conservación de la tierra.
Algunas comunidades dicen que su ombligo es la tierra, otras dicen que morir es retornar a la cuna, y otros, sencillamente, que la tierra es parte del ser.
Como Olga Lucía Tapurí, una lideresa indígena del pueblo siriano del resguardo de Puerto Monforth ubicado de Miraflores, Guaviare, quien menciona que los pueblos originarios tienen en común el amor por la tierra, al ser la proveedora de alimento y subsistencia.
“Las abuelas nos replican a nosotros que tenemos que estar vinculados con la madre tierra, es decir, como ella nos da el privilegio de tener la vida, nosotros también debemos cuidarla a ella”, señala.
Hoy cuando las intervenciones en los territorios transforman el entorno, Olga explica que la tala indiscriminada de árboles preocupa a las poblaciones indígenas y resalta que no deforestar hace parte de su cosmovisión. Es por eso, que las mujeres cuidadoras juegan un papel importante en la transmisión del respeto por la madre tierra a las futuras generaciones.
“En el departamento de Guaviare todos hablamos el mismo idioma, nosotros no somos de destruir más bien de conservar”, afirma.
Según Pedro Alejandro Rodríguez, director regional del Programa Amazonía Mía, las comunidades indígenas de Guaviare son las que garantizan la conservación de las más importantes áreas de bosque: “Solo utilizan de manera apropiada los recursos que necesitan, sin ir más allá de generar una situación anormal en el uso de estas materias primas”, indica.
Olga Lucía desde su liderazgo hace parte de la organización indígena Asocrigua ll, donde recorre diferentes resguardos del departamento, para promover el cuidado, la enseñanza y las buenas prácticas que puedan aportar al cuidado de la madre tierra, un legado que espera se mantenga en el tiempo para la protección del territorio y su naturaleza.
Sierra Nevada, el mundo indígena espiritual y la conservación del territorio
Para los koguis, wiwa, arhuaco y kankuamo, pueblos indígenas situados en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, la madre tierra representa todo: la vida, el amor, la esencia, la cosmovisión, todo lo que sea benéfico para la humanidad.
Su sistema de sabiduría ancestral fue reconocido por la Unesco como Patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad, basado en la Ley de Origen que abarca códigos de enseñanza, aprendizaje, comportamiento y cuidado del medio ambiente.
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Mario Ríos, un líder kankuamo, abogado y director de la Unidad de Víctimas para el Cesar y La Guajira indica que “la madre tierra es la fuente de vida, de todo lo que procrea y crea dentro de cada una de ellas. Es la que nos ha permitido a nosotros hablar, también nos ha permitido a nosotros organizarnos, crearnos y también transmitir cada uno de esos conocimientos”.
Por su parte, José Mario Bolívar, gobernador del Cabildo wiwa, de la Casa Indígena de Valledupar, considera que “la Sierra es el vientre donde se guardan las semillas del sistema de la vida universal y ese sistema está contemplado en el aire, el agua, los bosques, la tierra y la energía. Por eso hablamos del corazón del mundo y ese corazón debe de sentir la sensibilidad de proteger y conservar”.
Un principio similar al del arhuaco Luis Felipe Ortiz, de la Comisión Nacional de Comunicación de los Pueblos Indígenas quien recalca que por ser “hijos de la tierra, no estamos de acuerdo con la minería, con la represa, con las talas de los montes, porque eso afecta y ayuda al calentamiento global: se acaba nuestra vida”, recalca.
Cauca: una lucha de resistencia para la conservación de la madre tierra.
En Cauca, los pueblos indígenas han generado todo un movimiento social alrededor de la conservación de sus territorios. Sus luchas se han mantenido en el tiempo, no sólo para la reivindicación de sus derechos, sino para la protección del ser espiritual, de la madre naturaleza y los seres que habitan en ella.
Adolfo Conejo, autoridad tradicional del pueblo totoroez, dice que “la tierra es el fundamento. Es la esencia de todos los elementos de vida que tenemos y de todas las prácticas que desarrollamos como pueblo. Ella nos permite todo lo cultural, político, organizativo y económico. Gracias a ella, podemos desarrollar el ser y establecer conexión con el universo”.
Para este líder indígena, “la madre tierra concede todos los espacios de vida a los que podemos aspirar. Ella nos define nuestro origen, nos da la fuerza para vivir y conecta cada espacio de vida a través del camino de la sierpe, que es una ruta para definir nuestra vida misma”.
Adolfo dice que la tierra es mucho más que un espacio para vivir y andar. “Es nuestra casa grande, nuestra única posibilidad para la subsistencia en este mundo, y es, ante todo, nuestra razón de ser. Los indígenas no podríamos reconocernos sin la conexión con ella, con sus latidos, su respiración y sus frutos. Ella es un ser vivo al que tenemos que proteger siempre, hasta el final de nuestros tiempos”, asegura.