La capital del departamento de Arauca alberga una riqueza cultural y tradicional que se remonta a tiempos inmemoriales. En este rincón del país, un grupo de mujeres excepcionales, conocidas como Las Matronas, se han convertido en las guardianas de las costumbres y tradiciones llaneras, preservando con dedicación y pasión el legado ancestral de su tierra.
En un pequeño salón de la biblioteca municipal, Raúl Loyo Rojas, que está lleno de fotografías antiguas, elementos del trabajo de llano, estatuas, libros y trajes típicos de la región, tiene su oficina Gabriela Anave, una historiadora y gestora cultural que se ha convertido en un referente de la lucha por preservar el patrimonio llanero.
Con su profundo conocimiento de la historia local y su compromiso inquebrantable, Gabriela ha liderado importantes iniciativas para el rescate y la promoción del acervo cultural de Arauca; “Ser matrona, es ser una mujer que ha dado su vida a la sociedad y que se ha mantenido en el tiempo sosteniendo las tradiciones y todos los principios y valores que nos enseñaron cuando jóvenes”, indica Gabriela.
Ella hace parte del Grupo Vigías Del Patrimonio Cultural Araucanidad, un colectivo conformado por Matronas, que se encargan de divulgar las expresiones artísticas y culturales del territorio y tienen incidencia en la fiesta más importante de los araucanos que se celebra todos los 4 de diciembre.
De igual forma, la gestora cultural asegura que: “cada una tiene habilidades distintas; por ejemplo, unas tienen unas manos benditas para cocinar y que esa comida quede deliciosa, otras tienen un don para hacer artesanías, bordados y costuras y también hay otra que sabe hacer tonadas indígenas y cantos de trabajo de llano”.
Gabriela también conduce un programa de radio en una emisora local junto a Patricia Mantilla, otra mujer cultora de la localidad y en sus puestas al aire conversan sobre distintos temas, principalmente de la historia de la región y sus particularidades:
“Hablar de esa Arauca antigua ¡Qué cosa más bella!, la paz que había, esa camaradería, esa fortaleza espiritual que tenía el pueblo, todos éramos familia. fíjese que en medio de una entrevista descubrí que una señora muy señora era familiar mío, queda una asombrada”, relata la gestora cultural.
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UNA COCINA DE TRADICIÓN
Otra de las Matronas destacadas es Isilda Jara Cisneros, conocida cariñosamente como "La nena Jara”. Es una mujer enérgica y resiliente que ha hecho de la gastronomía su herramienta para preservar las tradiciones llaneras. Nacida en las sabanas de Arauca en el año 1945, desde muy temprana edad tuvo que sufrir el desarraigo ya que como ella relata “a papá se lo llevó el ejército de baqueano para Fortul y cuando Guadalupe Salcedo se enteró de eso, dijo que nosotros le ayudábamos al ejército y nos sacó de la finca para el pueblo”.
“La Nena” no siempre estuvo entre calderos, sartenes y fogones de leña. Fue hasta sus 22 años, cuando inició como ayudante de cocina, que aprendió a picar aliños y, observando, aprendió las recetas de las rellenas, el pisillo de chigüire, el marrano frito y las populares hallacas que se convertirían en los platos que la harían popular en la región.
Estas fórmulas que son transmitidas de generación en generación han llenado los hogares de Arauca con el aroma de sus creaciones hechas con amor. “A mí me gusta hacer las cosas bien hechas, con amor, lavar bien la tripa de las chorizas, no moler la carne sino picar finito, que el chigüire salpreso se lave las veces que sean posible para quitarle la salmuera y aliñar bien criollito para que la gente lo disfrute”, agrega Jara.
Isilda ya sabe sortear el estrés de los 25 de julio (día del llanero) y 4 de diciembre (día de la araucanidad) en los que se prepara diez días antes, consiguiendo las carnes, el bastimento, los aliños y todo lo necesario para ubicar a los comensales en el patio de su casa. Por ese lugar han pasado varias generaciones y personalidades de la política local y nacional:
“Este salón lo he construido poco a poco, a punta de trabajo en la cocina y por aquí se han sentado ministros y hasta presidentes, pero a ninguno le pido que me den, yo solita y de lo que me dan mis hijos es que he parado este lugar”, asegura “La Nena” con orgullo.
ARTE CON IDENTIDAD
Elvira Peroza, la mayor de 11 hermanos, es una mujer sonriente cuyo talento artístico trasciende las barreras de lo convencional. Conocida por su habilidad en la artesanía, el diseño y la confección de vestidos para el baile de joropo, Elvira ha dedicado su vida a mantener viva la esencia del folclore llanero a través de sus creaciones.
Sus manos hábiles y su capacidad para plasmar la esencia del llano en cada puntada han convertido sus vestidos en auténticas obras de arte. Además, su destreza en las artes plásticas le ha permitido crear pinturas y esculturas que retratan la vida y la idiosincrasia de los llaneros.
“Nace con uno, porque si a uno le gusta una cosa, busca la forma de aprenderla así no tenga un tutor que lo guíe, pues yo prácticamente casi todo lo aprendí por libros por revistas porque practicaba y porque siempre me ha gustado eso, aprendí a coser prácticamente sola”, dice doña Elvira, recordando su época de niñez cuando hacía sus primeras confecciones en la máquina de coser Singer negra de su mamá, desconociendo que esos “experimentos” harían que su nombre sonara en cada fiesta patronal y en los reinados de la Orinoquía:
“Duré con eso casi cuarenta años, haciéndole trajes a las reinas, a los grupos de baile de joropo, hasta llegaban a decir que si a la candidata no le hacía el vestido yo, no ganaba”, recuerda con alegría, Peroza.
Entre tantas hazañas que ha conseguido esta Matrona, está la de ganarse un terreno para la construcción de una capilla en el barrio Las Américas, ubicada al sureste del área urbana del municipio; según relata Elvira, todo comenzó cuando desde la alcaldía organizaron un concurso de elaboración de pesebres en material reciclable y ella de líder y en compañía de vecinos del sector de La Unión, decidieron dar todo por ganarse el premio:
“Consistía en una obra para el barrio que ganara y dio la casualidad que en ese tiempo había racionamiento de luz en Arauca, entonces al pesebre le metimos lámparas con petróleo y querosén, hicimos montañas con papel reciclado y fue muy bonito porque estábamos unidos, ya después cuando nos vinieron a calificar quedamos con la intriga porque la competencia estaba reñida y aún así ganamos” relata la artista.
Las Matronas del Arauca son verdaderos pilares de la identidad llanera, mujeres valientes y comprometidas que dedican su vida a preservar y enaltecer las tradiciones que han sido legadas por las generaciones pasadas. Su labor incansable invita a reflexionar sobre la importancia de valorar y proteger nuestra herencia cultural, así como a reconocer el papel fundamental que desempeñan las mujeres en el desarrollo de la región.
Para Elvira, cada puntada en sus vestidos de joropo es un tributo a las raíces de su pueblo y una forma de mantener vivo el espíritu del llano. Isilda, por su parte, recuerda que la cocina es una forma de transmitir amor y arraigo cultural y que cada plato es una conexión directa con los ancestros. Mientras tanto, Gabriela enseña que la historia es un tesoro invaluable y que el rescate de la memoria colectiva es fundamental para comprender el presente y construir un futuro sólido.