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Huerta Santa Elena, un oasis en el centro de Bogotá

En medio de moles de cemento, edificios y oficinas, en pleno Centro Internacional de la capital colombiana, emerge un espacio lleno de naturaleza y saberes ancestrales.
Huerta Santa Elena, una apuesta por la agricultura urbana
Fotos: Yaneth Jiménez Mayorga
Yaneth Jiménez Mayorga

¿Cultivos de lechugas, espinacas, brócolis, ajíes, fresas, apio, papa, tomillo, laurel y otras tantas hortalizas y vegetales en el patio de una antigua casona en el centro de Bogotá? ¡Sí, todavía existen! (Tanto la casona antigua con patio como los cultivos). 

Se trata de la Huerta Santa Elena, un lugar de puertas abiertas desde donde Elena Villamil, mujer nacida y criada en el tradicional barrio de La Perseverancia, cocinera por vocación y profesión, y amante de la tierra comparte experiencias y conocimientos en torno a la agricultura urbana como una nueva manera de entender y de relacionarse con el mundo.  

La huerta, ubicada sobre la carrera 5 con calle 31, en el barrio San Martín Centro, un sector que durante la época de la Colonia estuvo ocupado por grandes haciendas, y al que se llega luego de cruzar una especie de laberinto rodeado de arte callejero, es hoy en día un referente de patrimonio natural, ancestral, gastronómico y turístico. 

“Yo recuerdo que cuando era niña, las casas del barrio tenían solares donde se producía toda clase alimentos: semillas, frutas, hortalizas, aromáticas, cereales, leguminosas, como maíz, habas, fresas, menta, cilantro, cebollas, fríjoles, pero a los que no se les daba tanta importancia ni se cuidaba, pues era algo que siempre estaba ahí; pero a los que, por cosas del universo- digo yo- empecé valorar y a agradecer a la madre tierra por estos regalos que nos brinda”, comenta la gestora de la huerta.  


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Huerta Santa Elena en el Centro Internacional de Bogotá

Cultivando sabores y saberes  

Con voz pausada, Elena recuerda que esta “aventura” empezó, tal vez sin proponérselo, cuando luego de haber montado su propio restaurante en esta misma casa, una entusiasta visitante al ver las bondades del patio le sugirió sembrar sus propios alimentos, los que además le servirían en su emprendimiento gastronómico. 

Y aunque la idea le sonó, el restaurante le demandaba mucho tiempo, por lo que optó por abrirle un espacio a su “nueva amiga” donde se dedicara a sembrar mientras Elena seguía cocinando y atendiendo a sus comensales. 

“Ella trabajó la tierra cerca de un año, sembrando maíz y tomate. Un día entró a la cocina y me mostró dos pequeñas mazorcas, las probé y ¡oh sorpresa!, una dulce sensación se expandió por mi boca. ¡Eso fue algo revelador! Me hizo pensar en que sería muy bonito eso de que la comida pasara directo del patio a la cocina del restaurante”, evoca.  

Este acontecimiento coincidió con que en esa época el cura de la Iglesia del barrio invitaba a los vecinos a participar en unos cursos dictados por el Sena, y Elena, ya con el “gusanito” de la curiosidad por aprender, consultó si había algo sobre agricultura urbana, a lo cual la respuesta de la entidad fue que se podía realizar si había un espacio y se lograban reunir 70 personas.        

La propuesta, cuenta Elena, “tuvo una gran acogida. Empezamos las clases con un agrónomo que nos enseñó sobre agricultura de suelo y sobre agricultura propiamente urbana que se podía hacer en cualquier tipo de contenedor. Así aprendimos sobre compostaje, sobre el aprovechamiento de los nutrientes de los residuos orgánicos, a sembrar papa, maíz, habas, arvejas, hortalizas y otros productos; y aunque la primera cosecha no resultó como esperábamos, sí nos sirvió para explorar e indagar más acerca de los procesos y a darnos cuenta de que la naturaleza es sabia y nos provee todo”. 


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Huerta Santa Elena produce alimento limpio con procesos orgánicos

Nutrientes para el alma  

Esa dificultad le amplió el panorama con respecto a lo que representa la agricultura urbana, la que ella prefiere llamar agricultura familiar, puesto que es una actividad que se puede realizar en cualquier casa, y que se convierte en punto de encuentro no solo para producir de forma limpia, a través de procesos orgánicos, sino para compartir experiencias y conocimiento, y aportar al cuidado del planeta.   

“He aprendido que la naturaleza, la tierra y las plantas nos hablan. Las enseñanzas que me ha dejado poner las manos en la tierra nadie más me las ha dado. Aquí no se requiere el uso de químicos, la tierra misma nos provee los fertilizantes, yo fertilizo con sábila, controlo y fumigo, por ejemplo, con hierbas amargas, produzco mis propias semillas. La naturaleza trabaja solita para hacernos la vida más amena, la naturaleza es sabia”, dice emocionada.  

Luego de casi 15 años en esta labor y de cerrar su restaurante para dedicarse de lleno a la huerta, Elena sigue preparándose, aprendiendo, investigando, intercambiando saberes y probando en la elaboración de nuevos productos a base de sus cultivos. Así han surgido mermeladas, helados, panes y postres de acelga, espinaca, quinoa, lechuga, remolacha y kale, entre otros, los que comparte en el mismo patio-jardín-cultivo de su casona.      

“Durante todo este tiempo y proceso he conocido y probado más de 80 productos diferentes: unas 7 clases de tomate, 16 clases de lechuga,  5 de papa, 7 de acelga, 4 de espinaca, 20 tipos de aromáticas, otras tantas de habichuela, de frijol, de maíz, arracacha, sagú, ajíes, repollos, todo sembrado aquí. Una comida producida de esta manera no tiene precio”, advierte.  

Hoy, Elena se dedica a seguir cultivando, a mejorar las técnicas y la infraestructura de su huerta, a dictar talleres y conferencias, a probar, producir y transformar productos, a diseminar el mensaje de la importancia de volver al origen, de repensarnos como seres humanos para vivir en armonía, aprovechar lo que la tierra brinda para crear y fortalecer vínculos afectivos; en la trascendencia que tiene la agricultura urbana en la seguridad alimentaria, en la mejora de las condiciones sociales, en el desarrollo de la economía y del país. 


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Elena Villamil, gestora de la Huerta Santa Elena

Este oasis en medio de la agitada vida capitalina es un espacio para el encuentro comunitario, donde todas las personas son recibidas con una sonrisa, es, como acota Elena, “una oportunidad para quitarnos de la cabeza esa idea de que lo orgánico es difícil de cultivar; entender que un mundo sostenible y sustentable es posible, solo es cuestión de conectarnos con la madre tierra.  Somos de la tierra, le pertenecemos a la tierra, vamos para la tierra, entonces hagamos tierra”.

La huerta Santa Elena se ubica en la carrera 5A # 31-40 Contacto: 3138285482

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