El Programa Nidos del Instituto Distrital para las Artes –Idartes- dio a conocer ‘Piurek, Hijos del Agua’, un proyecto audiovisual de cocreación entre artistas comunitarios y comunidades indígenas misak que residen en Bogotá, dedicado específicamente a la primera infancia de los pueblos étnicos.
¿Cómo salvaguardar las memorias, prácticas ancestrales y generar un diálogo inclusivo con las comunidades indígenas en las ciudades? Estas fueron algunas de las interrogantes que se planteó el grupo de artistas, con el ánimo de plasmarlo en el contexto de niños y niñas entre los 0 y 5 años que no habitan en sus territorios de origen.
Este proyecto, que se empezó a gestar en septiembre de 2020, también contó con la participación de la Casa de Pensamiento Intercultural Shush Urek Kusreik Ya, un lugar en el que convergen niños y niñas de las comunidades indígenas e instituciones del Distrito. El objetivo: intercambiar y generar conocimientos desde y para los más pequeños en medio de la emergencia sanitaria.
Luego de meses de trabajo, reuniones y charlas entre los sabedores misak y los artistas de Nidos, Piurek, Hijos del agua, vio la luz el pasado 27 de abril en un encuentro cerrado en El Teatro el Parque, en donde se reunió el grupo cocreador de la pieza audiovisual.
Piurek cuenta la historia y memorias ancestrales del pueblo misak, su relación con la naturaleza, con la palabra, y busca, en esencia, resaltar la importancia de la educación y el trabajo con la primera infancia para que trasciendan no solo en su comunidad, sino para que también pueda ser conocida por todos los colombianos.
La pieza, de casi siete minutos, es narrada en la lengua natal de los misak, el namtrik, palabras que en la voz del sabedor Miguel Antonio Tumiña, nos hacen recordar la riqueza cultural y étnica que yace en este país.
“Para nosotros, cocrear es compartir un poco nuestra cultura. Esto es de nosotros y de ustedes también”, comentó Tumiña.
Para Lina Vélez, una de las artistas comunitarias que hizo parte del proyecto, en la construcción de este producto fue relevante escuchar a las sabedoras y sabedores, quienes también hacen las veces de padres, y conocer las circunstancias a las que se enfrentan en contextos en los que, lamentablemente, aún hay situaciones de discriminación.
“No podemos seguir en un discurso homogenizador con respecto al concepto de infancia (…) los niños y las niñas indígenas tienen mucho por contar, ellos son el legado de los pueblos ancestrales y la esperanza de los mismos”, indicó Vélez.
Según el último censo del Dane, en Bogotá residen 19.063 indígenas, 4.571 personas más que en 2005. Su población crece, al igual que las necesidades de ser escuchados para trabajar conjuntamente en todos los ámbitos sociales y así acercarnos a una sociedad más incluyente e intercultural.
¿En deuda con la diversidad y el reconocimiento?
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) proclamó el Convenio 169 en el año 1989, durante la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo. Esto, con el propósito de garantizar derechos fundamentales de los pueblos indígenas y tribales como el trabajo, la tierra, la salud y la educación. Determinando la protección de «los valores y prácticas sociales, culturales, religiosos y espirituales propios» de los pueblos indígenas, y define «la importancia especial que para las culturas de nuestro territorio y valores espirituales de los pueblos interesados reviste su relación con las tierras o territorios».
Reconocido por 22 Estados, entre ellos Colombia, nuestro país ha ratificado algunos de sus mandatos, sin embargo, para la artista Lina Vélez, la nación, y en especial nosotros como ciudadanos, aún nos queda mucho por trabajar respecto a la diversidad y el reconocimiento por el otro.
“Pienso que estamos en deuda con la infancia, con la diversidad. Nosotros los adultos debemos encontrar desde nuestro hacer un camino que les permita a ellos manifestarse, que les permita ser escuchados y que los empodere de sus contextos y sus realidades, pues la capacidad transformadora, creativa y propositiva de los niños es infinita, y de eso tenemos mucho por aprender”, puntualizó.
Un camino por recorrer
Piurek es apenas el primero de muchos que se empezarán a construir con diferentes comunidades indígenas que habitan en la capital, entre ellas los embera, los muisca, uitoto y tikuna, quienes, sin duda, tendrán muchas más historias por contar.
El Programa, a través del trabajo con las 11 Casas de Pensamiento Intercultural ubicadas en nueve localidades de la ciudad: Fontibón, Engativá, Suba, San Cristóbal, Santafé, Kennedy, Bosa, Los Mártires y Usme, seguirá recogiendo aquellos testimonios que buscan seguir prevaleciendo en el tiempo de la mano de una educación incluyente.
Para Paola López Wilches, responsable general del Programa Nidos, el arte y la cultura son fundamentales para una sociedad, aún más en tiempos de pandemia. En momentos donde la información divaga de un lado al otro a ritmos estrepitosos, vale la pena detenernos para aprender y reconocernos a nosotros mismos.
“El arte les permite a los niños, a las niñas y a las familias encontrar lugares de escape, les permite encontrar formas de resignificar, entender y manejar lo que sucede en el entorno (…) pasa mucho con el juego, por ejemplo, cuando ellos recogen elementos de lo que les pasan en la vida cotidiana y al ponerlos en juego literalmente tratan de entender o imaginar otra salidas o alternativas posibles”, expresó Wilches.
Finalmente, para Lina Vélez es necesario generar más espacios para el trabajo con la primera infancia, una población que no se tiene muy en cuenta a la hora de abordar investigaciones o trabajos con las comunidades indígenas.
“La importancia de escucharlos y generar conocimiento con ellos es abrir la puerta al reconocimiento de la diversidad, es querer comprender sus formas de dialogar con lo propio, con su identidad, es darles valor a sus saberes y hacerles ver que sus costumbres son igual de valiosas a esas que deben asumir al llegar a la ciudad”, finalizó.