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Carlos Alberto Zapata, heredero de la silleta y guardián de una tradición

Este año, en la versión número 67 del desfile, 530 silleteros pudieron mostrar el arte y la tradición que data de muchos años desde el corregimiento de Santa Elena. Carlos Alberto Zapata es uno de sus representantes y un ejemplo vivo de esta herencia cultural.
 La historia de un de la silleta y guardián de una tradición en Antioquia
Carlos Alberto Zapata.
Andrea Barraza.

Carlos Alberto Zapata participa en el desfile de silleteros de la Feria de las Flores de Medellín desde hace 35 años. Él es la manifestación viva de una tradición heredada que nació en las montañas del corregimiento de Santa Elena y que hoy se mantiene vigente gracias a cientos de campesinos que cargan a sus espaldas no sólo flores, sino años de lucha y tradición. 

El destino silletero de Carlos Alberto venía marcado para él desde el mismo momento de su nacimiento. Nació un 6 de agosto, en víspera del desfile de silleteros. Cuenta que, al día siguiente de su nacimiento, su mamá fue a desfilar con la silleta a cuestas por las calles de Medellín. Era como si las flores, la tierra y la silleta lo hubieran reclamado desde su primer día de vida.

La historia de los Zapata no es solo la historia de una familia de silleteros. Es también la historia de una casta campesina que construyó comunidad e identidad a partir de las flores. Su mamá, María Eloisa de Zapata, fue una de las fundadoras del tradicional desfile y le contó que antes de que existiera el desfile, los campesinos de Santa Elena cargaban sus flores en silletas hasta Medellín para venderlas. 

Carlos Alberto acompañó a sus papás a vender flores afuera de los cementerios desde que tenía 5 años. Recuerda que a él y a sus hermanos los llevaban con pantalón corto y descalzos a recorrer las calles y a vender las flores. Este ha sido el único sustento que su familia ha tenido y lo heredaron de su papá, que a pesar de que murió cuando él tan solo tenía 8 años, les dejó como legado una casa que aún conservan como patrimonio familiar y que hoy Carlos puede decir orgulloso que es un símbolo de su legado. 


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Cuenta con nostalgia y emoción que su mamá siempre les dijo que su papá construyó aquella casa con el resultado de la venta de las flores. Armaba ramilletes, las montaba en la silleta y las iba a vender a Medellín afuera del cementerio San Pedro de los Milagros y con lo que ganaba compraba 10 tejas para construir el techo de la casa. En una remodelación reciente que le realizaron a la casa contaron 1500 tejas, es decir, que su papá tuvo que hacer al menos 150 viajes acarreando flores y tejas para poder construir la casa. 
Estas historias cobran sentido, sobre todo porque han sido generaciones de campesinos los que han sacado su familia adelante solo con las flores y el desfile de silleteros nació con el único fin de conservar esta tradición. 
 

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