Los cantos de vaquería en los Llanos Orientales se convirtieron en algo más allá de una tradición de las familias que habitan esta región. Para Ana Belén Bavativa, los sonidos y cantos de vaquería permiten tener una conexión entre la mujer llanera y el ganado a la hora del arreo y el ordeño.
Ana Belén Bavativa es una mujer campesina, nacida en Medina, Cundinamarca, pero enamorada de Cumaral, Meta, donde vive hace más de 20 años. Es una de las pocas mujeres que conserva los saberes ancestrales de los cantos de vaquería, una práctica cultural de los llanos colombo venezolanos, declarados por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
“Me crie llevando el ritmo del canto del ganado, me gustaba desde niña participar en el ordeño, verlo, aprender de mi abuela y acompañarla”, cuenta ella.
Aunque solo acompañaba a su abuela, con tan solo seis años de edad, Ana Belén memorizaba las canciones y versos, aprovechaba cada oportunidad para imitarla, siempre teniendo en cuenta que era lo que le gustaba para hacer durante toda su vida.
“Yo la veía a ella y se me quedaba grabado todo, porque yo nunca fui dueña de fincas ni de hatos, pero cuando yo veía la oportunidad, les cantaba a todos”.
Desde muy temprano, a eso de las 4:00 de la mañana, Ana Belén alista sus cotizas, el sombrero llanero y su ‘totuma’ para realizar sus labores de ordeño, pero antes, prepara su voz para iniciar a cantar esas melodías y versos que ayudan a que las labores del campo sean más fáciles y la vaca pueda relajarse.
“Me parece que la veo en el corredor senta’, echando cuajo a la leche y asentando la cuaja”, es el ejemplo claro del verso que Ana Belén canta mientras ordeña, esos que van acompañados de notas largas y emocionales que permiten que el ordeñador pueda desahogarse y tener un vínculo fuerte con la vaca y que esta pueda producir mayor cantidad de leche.
Aunque el canto de arreo es más rápido, con un volumen más alto y finaliza con notas altas y bajas, estos permiten llamar la atención de las bestias y que atiendan el llamado del llanero o llanera.
“Arriba torito toro y abajo vaca llanera, si quieres coger con otra espera que yo me muera”.
Para Ana Belén es una satisfacción cantarle al ganado, estar en contacto con los animales, es un quehacer como cualquier otro, que le ayuda a revivir los mejores momentos con su abuela en la finca y con su padre. Además, asegura que, aunque se crió en una sociedad machista, hoy en día se valora a la mujer campesina y llanera como una portadora de cultura en todo el mundo.
“El machismo fue el que reinó siempre, hoy en día nos han dado la oportunidad que nosotras las mujeres podamos hablar y actuar en una actividad que ven como si fueran solo de los hombres”, resalta.
En el 2017 fueron inscritos Los Cantos de Trabajo de Llano en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requieren medidas urgentes de salvaguardia, acción que permitió que los cantos de vaquería se convirtieran en la octava manifestación dentro de la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en Colombia.
“Mi deseo es que se fortalezca estas actividades, que incentiven a los niños que se están formando e iniciando hoy en día y que brinden espacios donde puedan aprender cómo se ordeña, cómo se hace el queso y la cuajada, porque no se pueden dejar morir estas tradiciones”, enfatiza Ana.
Esta mujer de 65 años de edad y que actualmente es considerada una intérprete y embajadora de la cultura llanera, ha participado en documentales que han aportado a la conservación de los cantos de vaquería y ha demostrado ser una digna representante de la mujer llanera en una cultura que desde sus orígenes ha estado marcada por el hombre.