Marcelino Quiroga, entre tiples, requintos y folclor, en Aipe, Huila

A la sombra de sus palos de mango en el patio de su casa, acompañado de una taza de café, sus instrumentos, cuerdas y un afinador de pito, Marcelino Quiroga Gutiérrez pasaba sus jornadas de ensayo cada tarde sin falla alguna; y cuando no hacía mucho calor practicaba en su habitación, donde registraba sus interpretaciones en su grabadora de casete para luego escucharlas y analizarlas, porque por muchos años de experiencia, tenía bastante claro que siempre podría mejorar.

Este músico nacido el 22 de mayo de 1926 en Aipe, norte del Huila, un municipio conocido como ‘La cuna de la rajaleña’, interpretaba con gran destreza instrumentos de cuerda y viento; como la bandola, guitarra, tiple, requinto, flauta traversa y saxofón. Desde los 7 años empezó en este mundo musical de manera empírica con la bandola; su hija Esperanza, la menor de 11 hermanos, recuerda que su padre le contaba que a esa edad en reuniones familiares lo subían en las mesas y lo ponía a tocar, todos se encantaban de ver a ese pequeño talentoso.

Se casó siendo muy joven con Delfina Manrique de Quiroga, una historia de amor de película, ya que según cuenta Nelson, uno de sus hijos, Marcelino iba a casarse con otra mujer, pero el día de la boda la dejó plantada en el altar y decidió irse en busca de la que sería el amor de su vida y la mamá de Orlando, Agustín, Amparo, Héctor, Humberto, Consuelo, Nelson, Carlos, Ximeno, Fredy y Esperanza. 

Todos sus descendientes en algún momento de su vida incursionaron en la música, pero solo unos cuantos decidieron continuar y hoy en día siguen dedicándose al arte que heredaron de su padre; algunos nietos siendo niños también tuvieron su paso por las músicas tradicionales del departamento. 

Quiroga Gutiérrez no sabía leer ni escribir, tampoco interpretaba el pentagrama, solo conocía las notas de cada instrumento y a oído lograba sacar sus melodías. Hizo parte de agrupaciones musicales muy importantes en donde obtuvo todo tipo de reconocimientos. Fue el fundador y director de varios de ellos, como la Orquesta La Calidad, en los años 70, allí interpretó el saxofón. También hizo parte de la banda de vientos del municipio de Aipe y de la Cámara de Comercio de Neiva.
 

Junto con Darío Osorio y Humberto Arias, conformó y dirigió el conjunto de música campesina, Los Opitas de Aipe, en 1982, durante muchos años ocuparon el primer lugar en los concursos municipales y departamentales hasta ser catalogados como fuera de concurso, también ganaron discos de oro y plata en interpretación, asimismo, en tres oportunidades alcanzaron el premio Colono de Oro en música campesina en Florencia, Caquetá y el primer lugar en el Festival Mono Núñez en Ginebra, Valle del Cauca, según lo cuenta el escritor, César Dussán, en su libro ‘Algarabía Aipuna’.

Años después a Los Opitas de Aipe ingresó una voz femenina, Angélica Gutiérrez, quien recuerda con afecto a Marcelino, “nosotros le decíamos tío y recuerdo el amor y paciencia con el que nos trataba, siempre fue muy respetuoso y comprometido con nosotros”, tristemente, señala que por falta de apoyo solo pudieron grabar un tema inédito, Guasquibailando, asunto que todavía lamenta.

Diana Quiroga, una de sus nietas no olvida esas noches en que su abuelo participaba en Neiva y toda la familia se reunía a escuchar la transmisión del concurso por radio, en una vieja grabadora negra que tenían en la cocina de su casa, ya que era la única que sintonizaba la frecuencia A.M. “era muy bonito escuchar a los locutores hablar bien de Los Opitas, les echaban muchas flores y al fondo se alcanzaba a oír a la gente gritando y aplaudiendo, uno sentía mucho orgullo y emoción” afirmó.

En 1984, nace Aires de Piedra Pintada, donde fue uno de sus fundadores en compañía de la desaparecida folclorista mayor, Luz Estella Luna Losada (q.e.p.d). Lo integraban 10 músicos, entre hombres y mujeres, agrupación con la que conquistaron premios y reconocimientos, llevando sus coplas picarescas a escenarios nacionales. 

Participaron en el Festival Folclórico de Cartagena, el Reinado de la Chapolera en Armenia, tuvieron actuación especial en el teatro Colón de Bogotá, el desfile de silleteros en la Feria de Medellín, la Feria de las Flores en Fusagasugá, el Reinado Nacional del Bambuco en Neiva y en el XX Festival Mono Núñez de Ginebra, Valle del Cauca, donde consiguieron el mérito a la mejor expresión folclórica en el año 1994, aquí un vídeo de esa inolvidable presentación.

Como un homenaje y muestra de agradecimiento a su labor y vida artística, en el año 2008 el Concejo Municipal de Aipe a través del acuerdo N° 009 decidió que en uno de sus apartes que el concurso de tipleros y requintistas llevara el nombre de Jaime Vanegas y Marcelino Quiroga.

Este virtuoso intérprete también fue instructor de música, le enseñaba a los niños y niñas en las escuelas de formación artística del municipio, chicos que aprendieron a tocar guitarra, tiple y requinto de mano de unos de los mejores exponentes del folclor huilense. Pilar Narváez, una de sus alumnas dice que, “sin leer un pentagrama nos indicaba la posición de los deditos para cada nota que componía un tema, siempre nos hacía sentir que hacíamos las cosas muy bien”, con mucho cariño y orgullo menciona que tuvo la oportunidad de compartir tarima con él en el concurso de tipleros y requintistas, algo que nunca borrará de su memoria.  

En octubre de este 2023 se conmemora 10 años de la partida del maestro Marcelino, pero su legado sigue llenando de orgullo a sus paisanos quienes lo recuerdan de manera fraternal, especialmente en estas fechas sampedrinas donde muchos disfrutaron de una buena verbena popular al son de la música campesina de Los Opitas de Aipe y las rajaleñas de Aires de Piedra Pintada.