A 46 kilómetros de Barranquilla, por la vía al mar, se encuentra la Reserva Ecológica Los Charcones, situada en el municipio de Piojó, Atlántico. Es un lugar constituido por varios cuerpos de agua que no tienen salida al mar Caribe, en medio del bosque seco tropical.
Manuel Villanueva, director administrativo de la Fundación Ecológica Los Charcones, dice que estas aguas ocupan entre 50 o 70 metros cuadrados de la reserva y, dependiendo de la época, alcanzan profundidades hasta de 6 metros.
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“Son aguas de origen endorreico, que nacen de la misma tierra. Son manantiales que se van uniendo. Toda esta agua viene desde el Cerro La Vieja, lógicamente al venir bajando por toda esta cuenca, se va a encontrar con diferentes manantiales, que se van uniendo y creando una pequeña cascada, que se convierte en la meta de disfrute para quienes recorren la reserva”, señala Villanueva.
Los Charcones es la primera y única Reserva de la Sociedad Civil en el departamento del Atlántico, registrada y reconocida por Parques Nacionales Naturales de Colombia. Hecho que se dio en marzo de 2.018.
Este espacio es propicio para quienes quieran hacer camping, senderismo, avistamiento de aves, de otras especies animales y de flora; bañarse en las piscinas naturales que son el mayor atractivo y conectarse con la historia y el territorio Mokaná.
Para ir a la reserva se camina cerca de un kilómetro, partiendo desde la cancha sintética en Piojó. Una vez en la entrada, los espera el mismo Manuel Villanueva o Juvenal Ospina Jaramillo, el guía que recibe a los turistas, junto a Chocolate y Crema, dos perros que acompañan los recorridos.
El recorrido en Los Charcones es de un kilómetro, entre arbustos y árboles hasta de 25 metros de altura, que componen el Bosque Seco Tropical. Son siete estaciones y sus nombres están relacionadas con especies animales que frecuentan el área.
La distancia entre estaciones es de 100 a 150 metros, se recomienda llevar buena agua para la hidratación, zapatos, ropa cómoda, preferiblemente adecuados para senderismo, protección solar y, ante todo, dispuestos a recibir el saber ancestral.
Senderos para conectarse con la naturaleza
Vista el Tucán
En esta zona se puede apreciar a los tucanes, aves de plumaje negro que contrasta con el amarillo del cuello y parte del pecho y un gran pico, nos dice Manuel. Agrega que estos pájaros transitan a cualquier hora del día.
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Desde este mismo lugar, en una vista de 360 grados se observa el Cerro La Vieja, - la parte más alta del Atlántico 513 metros sobre el nivel del mar- y el municipio de Piojó, cuyos habitantes en su mayoría son descendientes de los Mokaná. Es un mirador natural, por eso, el primer punto del recorrido se llama Vista El Tucán.
El Tigrillo y el Venado
Siguiendo el recorrido se llega a dos senderos más: el Paso el Tigrillo y el Corredor del Venado, cualquiera de los dos nos lleva al de Piedras Marinas, los fósiles que confirmarían, como plasmó en su obra el arqueólogo Carlos Ángulo Valdés, “se trata de un territorio que estuvo cubierto por el mar y es de reciente formación”.
Valdés, asegura que “los numerosos fósiles que contiene, así como la presencia de calizas y areniscas calosas, han servido de base para clasificarlo como de origen marino, el cual debió constituirse a fines del terciario superior (mioceno-plioceno) y principios del cuaternario”. -Información que publicó en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia Número 1, Volumen XII Primer Trimestre de 1954, artículo el Departamento del Atlántico y sus condiciones físicas-
Mono aullador
Siguiendo entre arbustos y un camino angosto, llegamos al sendero del mono aullador. Manuel indica que éste es el hábitat de ellos y son los sonidos que por momentos se escuchan. Es esta zona donde vienen más los monos por los altos árboles y es el área en la que ellos bajan a tomar el agua.
“Según nuestros ancestros cuando comienzan a aullar mucho es porque están llamando la lluvia, es decir, es probable que llueva en estos días”, anota. Y efectivamente, sucedió.
El Pez Dorado
Es la última estación antes de llegar a la que se conoce también como las piscinas naturales, donde las personas, contemplan las aguas frías, un sonido relajante y ven los pececitos. Es el punto final de la reserva Los Charcones: el pez dorado, un cuerpo de agua, con dos piscinas, una de ellas tiene una profundidad de casi tres metros en el centro. La otra, unos metros más adelante, es utilizada por niñas y niños, porque no es profunda. Son aguas cristalinas y con muchas propiedades, explica Manuel.
“Según un estudio físico-químico y microbiológico que nos hizo la Empresa Triple A, se encontró mucho hierro, calcio y cero bacterias. También tenemos pequeñas rocas de lodo, que las personas cuando llegan acá las trituran y lo usan como exfoliante”, anota.
Manuel Villanueva precisa qué según la historia de sus ancestros, los Charcones eran un lugar sagrado y de oración de los indígenas Mokaná. También que fue paso de la India Catalina, teniendo en cuenta que en esta zona existió un caserío denominado Taibe, donde habitaba un cacique llamado Taibé y porque existían unos caminos que conducían al municipio de Usiacurí y el corregimiento de Saco.
El agua: semilla de vida
Yajaira Del Toro, Mayora Espiritual del Cabildo Mokaná de Malambo, expresa que, como otros pueblos indígenas, son protectores y conservadores del agua, porque es una semilla de vida.
"Es un legado que nos dejaron nuestros ancestros, por nuestra gran deidad, la Moana. El agua era protegida, el agua es protegida por nuestra gran Moana. El pueblo Mokaná en Malambo tiene un manantial que se llama El Manantial de la Moana, ubicado en Los Cuatro Caminos”, manifiesta.
En cuanto a Los Charcones, revela la Mayora Espiritual, son sitios sagrados porque se hacían los rituales de sus ancestras, a Moana, esa gran sabia, que es el espíritu del agua.
“La Moana no es Mokaná, pero fue adoptada por los Mokaná. Cuando venían de otros territorios a consultar a las grandes sabias, no les llamaban de otro nombre, sino que decían, vamos a consultar a las moanas, a las hijas de las moanas. Por lo tanto, los humedales, llámese charco, jaguey, ojos de agua viva, pozos artesanales, ciénaga, río o mar, son de vital importancia y de respeto ancestral para el pueblo Mokaná, ya que representan a esa gran Moana, a esa gran mujer que da vida”, explica la autoridad espiritual Yajaira.
Por qué es tan importante el agua
Con su sabiduría, Yajaira Del Toro, subraya que el elemento principal de vitalidad es el agua, porque sin ella no se puede tener el alimento propio, no se puede tener la limpieza de los hogares, no se puede regar las plantas que dan los frutos para un buen vivir. Sin el agua no hay vida porque el agua representa vida, ya que durante los nueve meses que dura en la gestación el ser humano, está recubierto de un líquido, que también es agua.
El agua es el elemento principal para hacer baños y ceremonias, transmitir un saber y escuchar al abuelo fuego junto al abuelo mar o al abuelo río, que trae la tranquilidad.
“Cuando ustedes van al mar y miran hacia el horizonte, el abuelo mar le va a transmitiendo toda la sabiduría ancestral de todo aquel que ha tenido un buen andar por esos lugares y también transmite la sabiduría ancestral de tener paz, paciencia, tranquilidad. Además, de una u otra forma se abraza a la abundancia”, enfatiza la Mayora Espiritual, quien al despedirse nos desea un baño de armonía y sabiduría.