
En medio del recorrido que avanza hacia El Encanto (Amazonas), llegamos a El Refugio (Putumayo). Uno de los corregimientos donde se encuentra la primera maloca de la etnia Múrui, que se encuentra en el camino. Las viviendas aquí son construidas en tablas de madera, techos de palma y piso de tierra. Hay unas que son de dos pisos y otras que se encuentran distantes de la superficie terrestre.
Cada vivienda tiene un área anexa que funciona como criadero de cerdos de monte, pollos y gallinas, en otros casos, funciona como corral para que los niños no salgan del perímetro de sus viviendas.

Al llegar a la maloca, el profesor Miguel Lucas Aga Arteaga, integrante de la etnia Múrui del clan del Oso Hormiguero, me da la bienvenida con uno de los cantos en su lengua. Se trata del himno nacional de su clan. Hablar de la etnia Múrui es como hablar de un país con sus regiones completas, ellos se dividen en clanes, tienen sus políticas y no importa si habitan en Colombia o Perú, sus límites los trazan por clanes.

En su investigación, el profesor Aga ha encontrado que la palabra ‘Itoto’ no pertenece a su cultura o a su identidad, por esto, vienen realizando gestiones pertinentes ante entidades del orden nacional para que les retiren ese término.
“Quiero decirle a todas las entidades que nuestro verdadero nombre, sin ofender a nadie, a ningún indígena, es Múrui Muinak. Ese es el verdadero nombre que nos dejó nuestro padre. Si nos basamos en nuestros mitos ancestrales, ya, de fondo, de génesis nunca vamos a encontrar el término ‘Itoto’ pero sí vamos a encontrar el Múrui. Por eso el Múrui tiene su propio baile”, aseguró el líder indígena.
Aquí, las palmas de canangucho sirven como percheros para los nidos de las aves que predominan en la región: loros pequeños o también conocidos como pericos, que vuelan en manadas y deleitan los oídos de los lugareños con su canto. En El Refugio hay una gran extensión cultivada con esta planta.

Para Edison Barrera, un habitante de este corregimiento de 21 años, los 101 kilómetros que separan a El Refugio de Puerto Leguízamo, a través del río Putumayo, dificulta la vida de los jóvenes que habitan en este corregimiento. Debido a que ellos quieren estudiar y ser los mejores en el deporte, pero el alto costo del transporte, lo dificultan.

“De aquí a Leguízamo en línea cobran 50.000 pesos, y si usted no tiene bote tiene que esperar entre ocho y tres días a que pase uno. Si hay un enfermo y usted no tiene motor, queda muy difícil salir con el enfermo. Si usted no tiene motor, a veces el vecino le presta, si no hay gasolina pues también” señaló Barrera.
Cada ocho días se reúnen aquí los jóvenes de las etnias Múrui y Quichua para enfrentarse en torno al microfútbol y al futbol, deportes que, sin importar sus tradiciones culturales, une a los pueblos en una sana competencia.
En los días que venimos navegando a bordo del buque ARC Eddic Cristian Reyes, la comunicación ha sido limitada, pues los operadores no prestan el servicio por la lejanía. El Refugio es la primera población que tiene conexión a internet y a telefonía comunal, por medio de tecnología satelital. Para la profesora Yuly Daza, docente de la Flor de Tabaco, institución educativa de este corregimiento, es importante el servicio que se presta para navegar en internet, al igual que para hacer y recibir llamadas.

“En economía más bien no es tan favorable, porque si uno trae una tarjeta de 5.000 pesos apenas alcanza a hablar como unos 3 minutos, entonces sí sale un poquito caro, pero en el kiosco Vive Digital sí nos sale un poquito menos costoso”, señaló la profesora.
La cabina telefónica está construida en tablas de madera con tejas de zinc, al lado tiene una antena parabólica que está conectada a un panel solar y a un sistema que permite que se realice la comunicación. En el punto Vive Digital también prestan servicios para conexión a internet. La tarde cae y regreso al buque para descansar.
Escuche aquí la crónica completa de esta historia: