Aguas mansas, fieros raudales: canciones del río Magdalena: parte 2
A pesar de su infame ventura, aún tenemos un río de aguas mansas y fieros raudales que vuelve a ser un escenario idílico en algunas de las canciones que lo celebran.
En el último viaje de Simón Bolívar, que lo llevaría de Santa Fe de Bogotá a la costa caribeña de Colombia, el Libertador vaticina el destino decadente del río Grande de la Magdalena: «Los peces tendrán que aprender a caminar sobre la tierra porque las aguas se acabarán», podemos leer en ‘El general en su laberinto’, la ficción histórica en la que Gabriel García Márquez ofrece un retrato triste del prócer derrotado.
De aquella lánguida profecía han pasado casi dos siglos y el río, a pesar de su obstinación, muere lentamente frente a nuestros ojos. Ante la resignación desolada quedan la música y la literatura para recordarnos que allí, donde solo ha quedado “… el vasto silencio de la tierra desolada”, otrora existía un paraíso esplendoroso de “selva enmarañada” y “árboles colosales” habitado por loros y micos bulliciosos, “caimanes inmóviles” “garzas asustadas” y “los manatíes que amamantaban sus crías con sus grandes tetas maternales y sorprendían a los pasajeros con sus llantos de mujer”.
A pesar de su infame ventura, aún tenemos un río de aguas mansas y fieros raudales que vuelve a ser un escenario idílico en algunas de las canciones que lo celebran como metáfora, lo convierten en escenario de amores desdichados o cantan su fulgor extraviado.
Anhelo infinito- Garzón y Collazos
Un buen puñado de canciones firmadas Roberto Muñoz Londoño y Arturo Alzate Giraldo fueron muy populares en al ámbito de la música andina colombiana en las primeras décadas del siglo pasado. Una de ellas, el pasillo “Anhelo infinito”, es una tonada imprescindible de nuestro cancionero de antaño y otra de las que celebra al río como lugar de placidez sentimental y espiritual. La mexicana Margarita Cueto, el Dueto de Antaño, Ríos y Macías, Garzón y Collazos, Los Tolimeneses hasta el rockero Humberto Monroy, grabaron versiones de esta bella canción en la que un hombre pone de presupuesto que no volverá a la ciudad impura que le ha llenado el corazón de tedio.
Calentanita- Silva y Villalba
A la altura del municipio de Suárez, en la zona oriental del departamento del Tolima y luego de más de 200 kilómetros de recorrido, el río Saldaña desemboca en el gran Magdalena. Sirvió este importante afluente como lugar de inspiración para que, en 1952, la célebre compositora ibaguereña Leonor Buenaventura escribiera este poema musical a ritmo de bambuco en el que un hombre enamorado, achispado por las celebraciones de la noche de San Juan Bautista, osa entonarle una serenata a su amada.
Caminando por el Huila- Silva y Villalba
Localizado al occidente del departamento del Huila, Piacol yace sobre las estribaciones de la cordillera central donde confluyen los ríos Páez y Magdalena. En ese bello municipio de blancas casas coloniales y calles empedradas nació el compositor José Ignacio Olave, quien luego de estudiar en Bogotá, regresó a su tierra para mostrar sus composiciones, todas confesiones de amor inspiradas en su terruño. Es el caso de “Caminando por el Huila”, un bambuco compuesto en 1943 en el que Olave equipara a la mujer huilense con una garza morena que huele a ron y locura a orillas del Magdalena.
Canoíta de mi río- Los Tolimenses
Grabada en 1960 por el dueto Los Tolimenses, e incluido en el disco ‘Bajo el cielo del Tolima’, este bambuco fue escrito por el célebre compositor Emilio Murillo, y contó con los versos del poeta Jorge Soto, quien, en un afán de nacionalismo, sitúa a un pueblo indígena del Caquetá en los raudales del Magdalena. Es así como en el universo insólito del poeta, los coreguajes sortean los fieros raudales de Honda a ritmo de bambucos y torbellinos nacidos en tierra ardiente.
Caña # 1 “Sentimiento indígena”- Los Tolimeneses
Los indios natagaimas, hoy denominados pijaos, formaron parte de una sociedad tribal cuyo territorio se extendía desde la actual Ibagué hacía el sur, comprendiendo la artesa natural del valle del Magdalena. Inspirado por las tradiciones de este pueblo, a mediados de los años cincuenta el compositor Cantalicio Rojas inició una investigación que buscaba darle nueva vida a unas músicas que se consideraban pérdidas. Fue así que nacieron las famosas cañas, enumeradas del 1 al 6, que al día de hoy son consideradas auténticas tonadas regionales. La primera de ellas, titulada “Sentimiento indígena”, fue grabada por Los Tolimeneses.
El boga- Garzón y Collazos
El 14 de mayo de 1900 nació en la colonial Santa Lucía de Ambalema Nicanor Velásquez, compositor y poeta reconocido por haber sido el autor del “Bunde tolimense”. Buena parte de su obra literaria y sus poemas musicales son de corte costumbrista y evocan al municipio ribereño, otrora puerto sobre el río Magdalena y eje del comercio de la región durante varias décadas. Uno de esos personajes del río es el boga, quien con empuje violento y vigoroso, hace mover su embarcación a través de las aguas. Inmortalizado por Garzón y Collazos, el triste bambuco de Velásquez pinta la honda pena amorosa de uno de esos rudos marineros de agua dulce.