A principios de la década del 60 nació en la emisora Nuevo Mundo de Bogotá el concurso y programa radial La Hora Philips, espacio que promovió el talento emergente de todo Colombia a través de la entrega de la Orquídea de Plata Philips, cuyos ganadores eran contratados por esa casa disquera.
Cada concursante debía llegar con sus propios arreglos para que la orquesta los ejecutara en vivo en el programa radial. Y como no muchos de ellos estaban entrenados en música, debían recurrir a maestros especializados que se encargaban de ello, de un día para otro. El investigador musical José I. Pinilla asegura, seguramente no sin exagerar, que “los cantantes que participaban en el desaparecido concurso le encomendaron el 90% de los arreglos musicales” al pianista antioqueño Fabio Arroyave Calle.
Nacido en Yolombó el 11 de diciembre de 1923, Arroyave estudió música desde sus once años. A sus 20 ingresó al Instituto de Bellas Artes de Medellín, donde tomó clases con Luisa Manighetti. Desde un principio dejó ver su virtuosismo y su interés en la música clásica, y en octubre de 1946 se presentó por primera vez en público como solista, en el teatro Lido, en un programa de sonatas de Beethoven y una obra propia llamada “Alborada agreste”. Poco después sería convocado por la casa disquera Ondina como director musical. Allí dejó grabadas sus primeras obras en terrenos de la música popular: “La caprichosa” y “Amorosa bohemia”.
Justamente como arreglista de Ondina, Arroyave tuvo la oportunidad de trabajar con el director de orquesta Edmundo Arias. A él le entregó una composición que se convirtió en éxito absoluto y definitivo: el porro “El mecánico”. Pese a que su breve letra, cargada de cierto doble sentido, estaba pensada para ser cantada por una mujer, el día de la grabación no había cantante femenina en el estudio ni tampoco andaba por ahí el propio Arroyave. Juancho Vargas, pianista, y Frank Cortés, cantante, quienes se encontraban de visita por los estudios, asumieron esa responsabilidad con gran generosidad, pues como artistas pertenecían al sello Sonolux.
Por su contextura física, Arroyave Calle siempre fue conocido como “el Flaco”. A sus 39 años decidió radicarse en Bogotá, y ya por ese entonces, dicen, era más dado al consumo de alcohol que a comer. Tras su llegada a la capital, el locutor Jorge Antonio Vega lo llamó “El Terror de los Pianistas”, a lo que el propio músico complementó “¡Habidos y por Haber!”. Arroyave empezó a firmar de esa manera sus partituras, y mandó a poner también el apodo en sus tarjetas de presentación, junto con una caricatura del ilustrador Hugo Rodríguez. Decía el propio Vega que los rasgos de la cara y el gesto severo del pianista eran “bastante caricaturizables”.
En Bogotá, Arroyave siguió presentándose con regularidad en el Teatro Colón con repertorios clásicos, pero la mayor parte de sus ingresos los fue obteniendo como arreglista a destajo para los aspirantes a la Orquídea de Plata Philips. Todos quienes lo conocieron coinciden en su simpática modalidad de trabajo, consistente en preguntarle primero a cada cantante o intérprete “de cuántas garras” quería el arreglo. Por garras se refería, por supuesto, al precio. Jorge Antonio Vega recordaba lo que decía Arroyave: “Si tienen buen dinero, les hago una orquestación con introducción, puente musical, etcétera… ¡Pero si no tiene plata, entramos con un acorde, y adelante!”
Fue poco lo que grabó Fabio Arroyave en calidad de director, más allá de algunos sencillos con Ondina, una que otra colaboración con un grupo probablemente extranjero llamado Los Cocodrilos, alguna intervención con combo propio y la voz de Henry Castro, y trabajos discográficos de la cantante argentina Leticia Estrada y de su colega Blanquita Sierra. Sus composiciones en los campos de la música popular no llegaron a sumar las 30 entre bambucos, gaitas, merecumbé, cumbias, pasillos y valses. Pero su presencia, personalidad, historia y, sobre todo, su creación “El mecánico”, a ritmo de porro, más las miles de orquestaciones que dejó para terceros, determinaron para el Flaco Arroyave la eternidad en nuestra música.
Tristemente, la bohemia, su pasión por el juego y el licor, sumado ello a una personalidad conflictiva y compleja, fueron la causa de su ruina económica y de salud. “Un brevísimo coro de amigos colaboramos para que fuese recluido en un sanatorio –recordaba José I. Pinilla–, pero ya era tarde. Los facultativos hicieron lo posible para prolongarle su vida, pero fue inútil”. El músico falleció el 24 de julio de 1972, a sus 48 años y en la indigencia, en Bogotá. Sus restos reposan en el Cementerio Central.
El 11 de diciembre conmemoramos el centenario de natalicio de Fabio Arroyave Calle, “El Terror de los Pianistas Habidos y por Haber”. Por eso es nuestro Artista de la Semana.