Marta Betancur, una profesora de la Universidad Pontificia Bolivariana, acompaña desde 2007 a las madres en su proceso de hacer catarsis con el apoyo de la OEA (Organización de Estados Americanos).
Trabajó en la redacción de un libro con sus memorias en la Fundación La Candelaria, pero para ellas escribir fue muy difícil. Sin embargo, Rosalba Usma tuvo la idea de representar a sus seres queridos mediante la costura. Así nacieron estos muñecos tejidos con las manos de las madres víctimas del conflicto.
Cada uno de ellos lleva el nombre, el color de la piel, los ojos, la sonrisa, la ropa y los accesorios similares a los de los hijos, padres, madres, hermanas, esposos de estas mujeres que en cada uno de sus muñecos dejan su corazón.
Los muñecos no se venden, se dan adopción por una suma simbólica, con la promesa de nunca olvidarlos.
"La vida que se teje" es la exposición que actualmente está en el Museo de Antioquia. En estos muñecos quedan las huellas de cada una de ellas, y en las etiquetas se cuenta el crimen del que fueron víctima (asesinato, desaparición, desplazamiento o reclutamiento) y otra con su historia.
Los muñecos han estado en museos y universidades del mundo, van contando la historia de cada uno de los 60 personajes iniciales y cuando alguien adopta uno de ellos no se lleva solo un muñeco de trapo, sino una historia que va dando vueltas y que nunca se olvidará.
Las mujeres de Suju sueñan con tener una muñeca gigante que pueda ser intervenida por artistas plásticos. Sueñan con sembrar un bosque de guayacanes, con construir un parque temático que rescate la memoria de todas sus víctimas.