El 2 de mayo del 2002 la historia de Bojayá se partió en dos. Un cilindro bomba cayó en el templo católico donde decenas de personas se refugiaban de un enfrentamiento armado entre guerrilleros de las extintas Farc y paramilitares. Según informes de organizaciones de víctimas, las personas fallecidas ese día ascienden a 100 aproximadamente.
Han pasado 20 años desde esa masacre, si hay una palabra con la que se puede catalogar el pueblo bojayaceño es resiliencia, así como lo mencionan varias víctimas del conflicto armado, “nosotros somos un pueblo resistente y resiliente”, y es que basta con pisar su territorio para conocer la capacidad que tienen los afros e indígenas para sobreponerse a tanta adversidad y olvido a través de los años.
En el transcurso de las dos décadas, son varios los emprendimientos que han surgido, uno de ellos es el de La Mujeres Guayacán, ellas, en medio de las dificultades tomaron la decisión de empezar a hacer bordados, lo primero que hicieron fue un telón con el nombre de las víctimas de la masacre que fueron identificadas.
“Ese telón tiene la fortuna de tener unas manos creativas de semillero, donde hubo muchos niños y niñas que bordaron nombres y así mismo preguntaban cuando estaban bordando, ¿Quién era ese? Ellos no conocían cómo se llamaba, ¿Por qué le decían ustedes así? O ¿Verdad que él era una persona que andaba solo? O, por ejemplo, el señor pescador; hubo muchas preguntas de los niños y respuestas también, porque había que responderles y fue un trabajo de memoria con los chicos”, así lo narra Rosa de las Nieves Mosquera, integrante del grupo de artesanías Guayacán de Bojayá.
Hoy en día, ese telón reposa en el templo católico de la cabecera municipal de Bojayá, Bellavista. “En el primer telón, como en el segundo, participaron mujeres de Choibá, la hermana Úrzula que fue la gestora de iniciar este telón”, contó Rosa.
En el año 2006, surge una idea en las mujeres Guayacán “Y es empezar por medio de los bordados a generar memoria de cómo vivían antes, de cómo se vive ahora, qué se comía antes, qué es lo que tenemos ahora, y se borda y se pinta, a veces se pintaba por pereza un pedacito y se bordaba el resto, pero igual estamos haciendo memoria para poder mostrar, enseñar, llevar a diferentes partes y así mismo decir aquí estamos, queremos seguir haciendo memoria y no nos vamos a callar”, aseguró la mujer Guayacán.
El grupo de mujeres Guayacán viajan a distintos corregimientos de Bojayá para conocer de primera mano las actuales condiciones en las que viven las diferentes comunidades, así, logran plasmar con sus bordados en las prendas de vestir que comercializan, el sentir que como pueblo afectado por el conflicto aún recorre su territorio, quieren mostrar al mundo que no se quedarán calladas y por medio del arte continuarán plasmando su realidad, a pesar de las dificultades y del conflicto armado que hoy en día sigue latente.
Los diferentes planes y programas estatales han ido generando desarrollo en algunos campos para Bojayá, sin duda, el agro ha sido el sector más beneficiado. Si bien hoy se ejecutan proyectos productivos en borojó, y algunos otros en criaderos de peces como tilapia, aún son muchas las personas que no reciben la ayuda necesaria para poder empezar sus proyectos productivos y mejorar su calidad de vida.
Tras 20 años del ataque, uno de los hechos más relevantes para contar, es que, el lugar donde ocurrió la tragedia hoy está abandonado, lo anterior porque entre los años 2006 y 2007, la cabecera municipal de Bojayá, Bellavista, fue trasladada y reubicada debido a la zona inundable donde se ubicaba. Hoy, los pobladores están en un terreno alto y no sufren las inundaciones que los afectaban en promedio 3 veces al año.
Las víctimas continúan conservando en buen estado el templo donde ocurrió la masacre, cabe destacar que también fueron reparados los daños ocasionados durante la explosión.
“El hecho es que fue un golpe terrible tremendamente destructor para la sociedad bojayaseña, para las familias y claramente para ese imaginario del buen vivir en estos territorios”, así menciona José de la Cruz,vocero de las víctimas, haciendo referencia a la masacre del 2 de mayo del 2002.
Valencia también menciona la tenacidad de los y las habitantes de esta región, pues luego de esa fecha tan lamentable, salió a flote toda la capacidad de resiliencia de sus pobladores, “Por eso cuando se habla de resiliencia en Colombia una de las primeras poblaciones que se piensa es Bojayá, porque a pesar de todo lo fuerte que nos ha golpeado la vida hemos sido capaces de sobreponernos y de seguirla luchando parejo todos estos años”, aseguró.
Según José de la Cruz, en el sentir y en la memoria del pueblo de Bojayá, aún está muy viva esa fecha, pero sienten orgullo de saber que han ido construyendo un camino y dando pasos importantes para tratar de mitigar ese dolor que les causó la muerte de sus vecinos, amigos y familiares. En los deseos de cada hombre y mujer afro de Bojayá, está una visión de futuro en paz.
El proceso de paz que se llevó a cabo entre el gobierno del expresidente de Colombia Juan Manuel Santos Calderón y las extintas Farc trajo consigo una ilusión de paz para Bojayá, “Nosotros si dijimos preferimos verlos vestidos de civil moviéndose en el territorio y no armados condicionándonos la vida”, comentó Valencia al respecto.
No obstante, para José, lastimosamente la moneda les giró el rumbo, y si bien las Farc eran las que predominaban en sus territorios, una vez se firma el acuerdo de paz, la presencia de ese grupo armado disminuyó notablemente, pero hoy la presencia de nuevos actores armados los tiene viviendo nuevos tiempos de zozobra, sobre todo en las zonas rurales.
Valencia menciona que el disfrute del territorio en pleno se pudo vivir en el año de 1985 hacia atrás, “Aunque en ese tiempo aún no había nacido, había una visión de progreso, una visión de desarrollo que se venía trabajando por los mayores donde ya Bojayá explotaba uno de sus mejores productos que era el plátano, el banano, ya estaba digamos generando posibilidades de exportación de estos productos”.
El presente para Valencia tiene aspectos positivos, en la actualidad es común ver más jóvenes profesionales en distintas áreas del conocimiento, “Se han logrado avances significativos en cuanto a la posibilidad de formarse académicamente, llegar a tener mayor número de profesionales, hoy tenemos mayor fortaleza en esa línea y lo que esperamos es que estos jóvenes que se han ido formando, pongan a servicio del territorio todas esas habilidades para lograr ese anhelo que tenían los mayores de ver desarrollado el territorio pero con ese enfoque territorial y étnico realmente que se ha tenido”, comentó el líder de víctimas.
Nacen más iniciativas sociales
El Comité 2 de mayo nace después de la masacre, lo integran varias organizaciones que velan por los derechos de las víctimas, “Quisiera destacar varios elementos, lo primero es esa tenacidad que han tenido los líderes del Comité 2 de mayo, y ese compromiso con sus procesos de reparación y lo que se espera con estos planes de reparación es lograr alcanzar esa autonomía de las comunidades”, acotó Valencia.
Son varias las obras que hoy se pueden ver hechas realidad en Bellavista, la Casa Pasaje, la Tienda Comunitaria Bodega y Panadería, la proyección que hay de la Casa de los Estudiantes; mientras que también avanzan proyectos como la transformación del plátano, del borojó y la producción piscícola en el territorio, con la cual se busca darles un valor agregado a nuevos productos y que la rentabilidad sea mayor.
El líder de víctimas también menciona tres importantes líneas productivas que hoy se están llevando a cabo en Bellavista, Bojayá, las cuales están relacionadas con la producción de huevos, de carne de pollo y cerdo, dichos proyectos son liderados en su gran mayoría por mujeres, quienes han tomado un protagonismo importante en la transformación del territorio.
Bojayá es un pueblo luchador, que hoy añora la paz más que nunca, aunque en la memoria sigue latente el recuerdo de sus muertos, a través de los distintos procesos que se han adelantado luchan para lograr vivir en tranquilidad y mejorar las condiciones de vida en su territorio.
Para José Valencia es imperioso volver a conectarse con la esencia de la vida y con la humanidad, “En ese sentido centrar como importante esa esencia del ser y desconectarnos de esa realidad que nos ha traído ese neoliberalismo voraz, porque cuando nos volvemos a reconectar con el ser realmente hoy no tendríamos que estar pensando en la posibilidad de generar un nuevo acuerdo de paz, sino que pensando en el ser nos vamos a mover sobre lo fundamental, que termina siendo generar bienestar para los habitantes de estos territorios”, concluyó Valencia.