En el corazón de La Guajira, el arte ha florecido como un símbolo de esperanza y superación para los niños y jóvenes del departamento. En una tierra donde las huellas del pasado persisten, la comunidad ha encontrado en la música, la danza y la pintura, un medio para construir una historia nueva, en la que los sueños y el talento brillan por encima de cualquier dificultad.
Tal es el caso en el corregimiento de Conejo y el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Pondores de La Guajira, donde el arte se ha convertido en una herramienta poderosa para sanar y soñar. En una región que durante años fue epicentro de confrontaciones armadas, las nuevas generaciones hoy eligen el color, el ritmo y la melodía para superar el dolor del pasado y construir una nueva historia, basada en el amor, la paz y la reconciliación.
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Tristemente, el conflicto armado dejó profundas cicatrices en esta región, pero en la actualidad esa situación es solo un mal recuerdo, dado que Conejo y Pondores fueron lugares claves en el desarrollo de los acuerdos de paz, y aunque aún guardan el eco de las tensiones vividas durante décadas, estos territorios han sabido transformar ese pasado en una base para el cambio para las nuevas generaciones.
Ahora, gracias a programas de arte impulsados por entidades locales y nacionales, los niños y jóvenes que crecieron en medio de esta realidad están encontrando nuevas formas de expresión a través de la música, la pintura y la danza.
Así lo manifestó Yesly Paola Hernández, firmante de paz e instructora de dibujo y pintura en el marco de las Agendas Territoriales por la Paz en corregimiento de Conejo y el (ETCR) Pondores: “yo soy una convencida de que el arte y la cultura son herramientas fundamentales para la construcción de paz y sobre todo para dar una motivación y un enfoque en los niños y jóvenes, el arte justamente les permite que desarrollen y transmitan sus pensamientos, sus ideas y ese acercamiento al lenguaje visual que genera un diálogo, con el que logramos saber cómo se sienten nuestros niños y jóvenes en el territorio, con que sueñan y hacia donde están direccionando su vida, lo que al final hace que se transmita entre ellos mismo ese mensaje de paz que es nuestra finalidad”.
Sin lugar a dudas, el arte se ha convertido en un vehículo para que los niños y jóvenes de Conejo y Pondores vuelquen sus historias y visiones de futuro en notas musicales, danzas rodeadas de alegría y pinturas en formas y colores que reflejan la capacidad creativa y el talento de los mismos. Ejemplo de esto, es todo lo que ha despertado la pintura en muchos de ellos, pues los murales que ahora decoran sus casas, barrios y centros comunitarios reflejan no solo los paisajes de La Guajira, sino también los valores y aspiraciones de una comunidad joven decidida a renacer y proyectarse hacia un futuro mejor y libre de cualquier tipo de violencia.
“Los murales siempre se piensan como una herramienta de integración a la comunidad, un momento de esparcimiento y alegría donde los niños, jóvenes y padres de familia, además de compartir entre ellos mismos, dejan plasmado sus ideas, gustos y diario vivir, pero también se hacen con el objetivo de embellecer el espacio territorial y colocarle color a nuestras calles, primeramente se hace un boceto colectivo, cada uno propone ideas de lo que quiere ver en el mural y luego plasmamos ese resultado en un lugar previamente escogido por la misma comunidad”, manifestó la instructora de artes plásticas.
Por su parte, en los talleres de música y danza, la alegría y el entusiasmo es palpable, pues los niños y jóvenes además de disfrutar y ser guiados por instructores y músicos locales, aprenden danzar y a tocar instrumentos tradicionales y contemporáneos, son espacios que les permiten conectarse con su cultura y sobre todo explorar su creatividad y descubrir nuevos talentos.
Soraida González, instructora de música, manifestó que para ella como docente ha sido un sueño y aprendizaje constante trabajar con los niños y jóvenes de Conejo y Pondores, dado que son jornadas donde la música y los instrumentos han permitido que los niños descubran nuevas habilidades: “a través de estos talleres indudablemente se construye paz con la música, les enseñamos a los niños a borrar todos esos malos recuerdos del pasado con melodías, letras que brindan un eco de esperanza y sobre todo se descubre y se perfecciona esos talentos para que ellos también sean parte de este gran proceso de paz y reconciliación en el país”.
Este proyecto ha sido posible gracias al esfuerzo conjunto de organizaciones sociales y el compromiso de los propios habitantes de Conejo y Pondores, quienes ven en el arte una vía de sanación. Más allá de la terapia individual, estos programas han impulsado la creación de un entorno seguro donde los niños y jóvenes encuentran el apoyo de su comunidad y el orgullo de su identidad.
Finalmente, el arte ha abierto una puerta hacia un nuevo comienzo para los niños y jóvenes de este territorio, brindándoles un espacio para explorar sus sueños y visualizar un porvenir distinto. Aunque las heridas del conflicto no desaparecen de inmediato, cada canción, cada pincelada y cada paso de baile se convierte en un acto de superación y esperanza, donde las nuevas generaciones han decidido construir paz desde la creatividad, el amor por sus tradiciones y la certeza de que, juntos, pueden forjar una realidad distinta en La Guajira.