Mario Alberto Ordóñez, el genealogista de Santander
Este santandereano, con dos de los apellidos más tradicionales de la región, registra el árbol genealógico de 82.795 personas que han habitado o habitan este departamento.
En 10 libros más grandes que una biblia, este santandereano con dos de los apellidos más tradicionales de la región, registra el árbol genealógico de 82.795 personas que han habitado o habitan este departamento y también de sus raíces, que se extienden a ciudades cercanas, e incluso, países recónditos. A continuación, una crónica del trabajo diario que realiza este personaje.
Como si de un trabajo de obrero que requiere marcar tarjeta para cumplir con el horario se tratara, Mario Alberto Ordóñez Mutis llega todos los días a las 9:00 a. m. a la biblioteca ‘Gabriel Turbay’ en Bucaramanga. Solamente descansa los domingos, y eso porque el gusto que tiene por hacer genealogía durante los últimos 17 años ya le generó fricciones con su esposa e hija.
Durante los primeros tres años ese ‘trabajo’ lo hacía desde el computador de su casa, siguiendo a rajatabla un horario imposible de cumplir. Dormía tres horas en la madrugada, y a las 5 en punto volvía a sentarse frente a la pantalla para seguir encontrando el rastro de su familia en todos los sentidos cardinales posibles.
Llegó a rastrear, incluso, la información completa de José Celestino Mutis. Sí, el Sabio Mutis. También, encontró los datos del bisabuelo de Francisco de Paula Santander, quien vivió entre 1650 y 1700. Y así, datos exactos de nacimiento, defunción, nombres y apellidos de personajes menos conocidos públicamente.
Esas jornadas enteras frente a una pantalla escudriñando microfilmes, certificados de nacimiento, fotografías y hasta documentos ilegibles, le obligaron a utilizar los anteojos que requiere para seguir construyendo la historia de las familias en Santander.
“En Santander, todos estamos conectados”, dice, mientras con el mouse va mostrando la maraña de árbol genealógico que ha construido durante 17 años a través de MyHeritage, una página web creada y perfeccionada desde 2003 con ese propósito.
Es cierto que en Bucaramanga, ciudad pequeña que aún no supera los 800 mil habitantes, es fácil reconocer a fulano o zutano por el apellido, pero tal vez no lo suficiente como para soltar esa apreciación, le controvierto.
Sin quitar sus ojos de la pantalla, esquiva el comentario y responde con un ejemplo, “a mí me dicen que yo soy familia de toda Bucaramanga, y yo les respondo que infortunadamente, sí”, advierte levantando los hombros. “Nací dentro de los tres apellidos que dieron vida a toda la ciudad”, complementa mostrando cómo esos hilos familiares de sus apellidos Ordóñez, Mutis y McCormick se extienden pantalla arriba por medio de miles de personas más de las que él ha encontrado toda su información.
En una caja de cartón que tiene en el piso de su casa, Mario Alberto guarda los diez tomos en donde también consignó de manera física la información de las 82.795 personas. Son unas 15 mil hojas que puestas unas sobre otras alcanzan a medir un metro de altura y pesar 40 kilos. Biblioteca completa que carga consigo a donde quiera que lo inviten, pero que no contiene ni la mitad de las historias que él ha ido recopilando sobre las familias de Santander. Muchas de ellas las recita de memoria.
Curiosidad por saber el origen
El pasado mes de septiembre, este genealogista y administrador de empresas fue uno de los invitados en el marco de la Feria Ulibro 2024. Mientras charlaban con Diego Saénz, otro amante de las historias de Bucaramanga, iba mostrando detalles particulares en uno que otro de los tomos donde consignó toda la información. Los muestra, precisamente, con el propósito de que a la gente también le intrigue conocer sus propios orígenes.
Y esas ideas de marketing básico las ha intentado volcar a su perfil de Facebook. En la red social solía publicar una foto de algún personaje histórico de la región o del país y al lado la de algún parroquiano más que con certeza ignoraba ser el pariente en algún grado. En la descripción relataba el parentesco familiar, generación por generación.
Ahora, solo pone las fotos con el nombre de la persona que sabe que está viva, incluso la etiqueta, y les deja la incertidumbre para luego poder vender su trabajo. Las fotografías que tiene en álbumes familiares, o que otras le proporcionan, le han ayudado a identificar con más facilidad ciertos rostros que se le graban en la memoria a Mario Alberto. Así, por ejemplo, posteó una imagen de Nelson Gutiérrez de los Ríos Gonzales, quien resultó siendo sextanieto de Manuel Domingo de las Nieves Mutis Bossio, hermano del Sabio Mutis.
Esa curiosidad, cual voyeur, fue la que despertó el gusto por saber su propio origen. De joven, sus padres no le especificaban el grado de relación que tenían con las personas que solían tratar, aunque fueran primos, vecinos o conocidos. Incluso, sus familiares sentían prelación por el apellido Harker, del cual también procede Mario Alberto, hasta que llegó a sus manos un libro con la historia de los Mutis.
Compraron el registro de bautismo del abuelo, que estaba en la Iglesia San Laureano. Pagaron 5 mil pesos, y de inmediato cayeron en cuenta que si querían hacer una investigación profunda, la plata no les iba a alcanzar. Conocieron a alguien que los relacionó con alguien más que trabajaba en el archivo histórico de la Universidad Industrial de Santander, en donde supieron de una página web con acceso restringido, que habían creado unos mormones, y que a hoy contiene más de 12 millones de microfilmaciones registradas en iglesias alrededor de Colombia desde 1746 hasta 1932.
Es decir, allí se consignan imágenes escaneadas en muy buena calidad de cada uno de los folios en donde se redactaban nacimientos, bautismos, matrimonios y defunciones.
Mario Alberto había encontrado su mina de oro
Desde entonces, el horario laboral de sus días los dedica a examinar, una vez más, que estos 82.795 registros ya consignados en su árbol genealógico contengan información veraz y completa. “Yo le puedo demostrar con papeles en mano que equis persona es pariente de tal o Pascual”, dice palmeando su mano izquierda, mirando por encima de sus gafas. “El hecho no es hacer algo así a medias, sino hacerlo completo”.
A ciencia cierta, no hay forma de establecer cuándo o en qué momento este trabajo esté completo, pero eso a este genealogista no le quita el sueño, ni le afana seguir buscando rastros. Si por casualidad encuentra algún nombre que aún no tiene en el registro, la labor de genealogista vuelve a empezar. Seguramente, esa maraña de árbol genealógico nunca llegue a su fin, si es que lo tiene.
Lo que sí espera Mario Alberto es que alguna universidad de Bucaramanga le compre el trabajo para que las personas que quieran conocer sobre sus antepasados, ya tengan un punto de partida.
“Ese es el legado que quiero dejar, Santander no tiene esto”.