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El tatuaje está más vivo que nunca: disfruta la temporada de festivales en varias ciudades del país

odos estos eventos evidencian la importancia de este arte corporal en Colombia, aunque para muchos siga siendo un tema tabú y ajeno a su cotidianidad.
Tatuajes en Colombia: Temporada de festivales, fechas y ciudades
Foto: María Parra
María Camila Parra Norato

Entre septiembre y octubre se llevarán a cabo distintos festivales en torno al tatuaje en varios departamentos del país. Estos eventos van a convocar a cientos de tatuadores y amantes de este arte sobre la piel en varias ciudades colombianas y serán espacios seguros donde se llevarán a cabo sesiones de tatuaje en vivo, y donde se compartirán varias conversaciones que abarcarán temas que van desde la técnica de los distintos estilos del tatuaje, hasta las complicaciones que puede haber en la curación de las piezas.

Los próximos festivales del tatuaje que se celebrarán en Colombia son: Soacha Tattoo Expo (14 - 15 sep), Perla del Ruiz Festival (14 - 15 sep), la Cuarta Expo de Tatuajes en Bucaramanga (20 - 22 sep), Atlántico Tattoo Expo (4 - 6 oct) e Integración Tattoo Ink Fest (12 - 14 oct). Todos estos eventos evidencian la importancia de este arte corporal en Colombia, aunque para muchos siga siendo un tema tabú y ajeno a su cotidianidad.


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La palabra “tatuaje” proviene de la “tátau”, un concepto de la lengua tahitiana originaria de Tahití en la Polinesia Francesa, que significa marcar o golpear algo, debido a que de esta manera se introducía la tinta al cuerpo para que permaneciera en la piel toda la vida. Su introducción a la época moderna occidental surgió en el siglo XVI cuando el navegante español Álvaro de Mendaña se encontró con la comunidad polinesia y vio por primera vez este adorno en los nativos de la isla de Fatu Hiva.

Sin embargo, el arte de decorar el cuerpo con imágenes permanentes en la piel surgió en el Neolítico en distintos lugares del mundo. Uno de los primeros registros es el de Ötzi, la momia de más de 5.000 años de antigüedad que fue encontrada en un glaciar de los Alpes Austriacos en 1991.

Muchos siglos más tarde empieza la historia del tatuaje moderno en Colombia, la cual se remonta a la década de 1960, cuando el caleño Leonardo Ríos trajo esta técnica al país después de vivir en Nueva York, Estados Unidos a sus 20 años de edad. 

En Norteamérica el tatuaje ya estaba empezando a consolidarse como una industria y una expresión artística gracias a la cultura hippie de la época, pero en nuestro país tardó varios años para empezar a verse como un negocio y una modificación corporal que muchos quisieron adoptar.

Debido a esto, Ríos tardó 20 años en fundar su propia tienda, Leo’s Tattoo, la primera en todo el país y el lugar que inauguró una cultura del tatuaje que, con el paso de los años, tomó mucha más fuerza hasta convertirse en el tan solicitado arte que es hoy en día. Sin embargo, en los años 80’ la historia era muy distinta y el narcotráfico sacudía a Cali y, por extensión, también a los tatuajes. Personas relacionadas a los negocios ilícitos de las drogas empezaron a asistir a la tienda de Leonardo para tatuarse y hacer que el negocio creciera poco a poco.

Unos años después, el tatuaje viajó de Cali a Bogotá en 1985 gracias a Daniel Severy, un europeo que viajó desde Amsterdam hasta la capital, pasando por São Pablo y Cali, donde recibió sus últimas asesorías como aprendiz gracias a Ríos. Cuando Severy llegó a Bogotá abrió rápidamente su tienda Danny Tattoo, un estudio ubicado cerca de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en el centro de la ciudad. A pesar de los prejuicios de muchos citadinos, Severy instauró el tatuaje en la capital e inspiró a muchos jóvenes para expandir su conocimiento.

En aquella época, los lienzos para el tatuaje eran sobre todo los rockeros bogotanos que frecuentaban bares “underground” en el centro de la ciudad. Esto hizo que el tatuaje se popularizara en la calle y, debido a la falta de tiendas y enseñanza en el tema, quienes querían tatuar debieron crear sus propias máquinas caseras y llenar los cuerpos de sus amigos y conocidos con imágenes que, en muchas ocasiones, no pasaban la marca necesaria de salubridad.

Pero justamente de eso se trataba el tatuaje: de rebeldía, pasión y riesgo que, en el presente, han mutado hasta concebirse como un arte y ya no como un interés marginado. Según la plataforma periodística Cartel Urbano, no fue sino hasta los años 2000 que el tatuaje empezó a verse con otros ojos y a aceptarse mucho más de lo que se consideraba en los 80’ y 90’. 

El peso más grande eran, sin duda, los estereotipos a los que se asociaba este arte, pero los costos de los materiales eran también un gran impedimento para hacerlo realidad. Debido a esto, además de construir máquinas caseras, los tatuadores de la época se servían también de tinta de esferos para tatuar a la poca clientela que tenían y, así, crear sus primeros diseños de extensos portafolios que siguen ampliándose hasta hoy.

Si bien los tatuajes se han replicado bastante y han tomado mucha fama, la corta historia de estas expresiones artísticas ha sido la evidencia de la seguridad que han tenido pocos para mostrar sus modificaciones corporales con confianza y seguir derribando tabúes innecesarios en la cultura colombiana. 
 

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