José Alejandro Sánchez, el primer sacerdote indígena en Leguízamo, Putumayo
Indígena del pueblo Murui y misionero de La Consolata, unirá comunidades y rescatará los usos y costumbres ancestrales a través de la Misión de la Frontera.
Un siglo después de fundado Puerto Leguízamo y luego de seis décadas de presencia de la iglesia católica en este territorio del bajo Putumayo, el primer indígena de la comunidad Murui recibió su ordenación sacerdotal en la catedral de la Virgen del Carmen, para unir comunidades, evangelizar, rescatar los usos y costumbres de los pueblos ancestrales asentados en la frontera colombo-peruana.
Se trata de José Alejandro Sánchez Charry, sacerdote nativo quien luego de sortear muchas dificultades para estudiar y superar la pena emocional generada por la muerte de su madre, inició su proceso evangelizador a través de la Misión de la Frontera. Para él, caminar junto a la comunidad en todos los niveles de la iglesia no tiene fronteras y por eso su trabajo sacerdotal y ancestral lo emprende en las comunidades indígenas Murui, localizadas en los sectores conocidos como Soplín Vargas, Puerto Refugio, Puerto Alegría y Puerto Calderón.
Además, está convencido que en ese ´caminar religioso´ que emprende junto a los abuelos, niños, niñas, jóvenes y adultos de los pueblos originarios de la zona, unirá a las comunidades ancestrales colombo-peruanas que viven a las riberas del río Putumayo.
Entre culturas
De igual manera asegura que en sus labores religiosas está el respeto por las culturas indígenas y que la religión caminará junto a la visón y cosmovisión de los pueblos originarios. Es consciente de que Leguízamo lleva 101 años de fundado, en los cuales indica que, si bien es cierto a lo largo de ese tiempo se han vivido difíciles momentos, también se han registrado agradables circunstancias que han contribuido en la identificación y en el progreso del municipio.
José Alejandro perteneció a Los misioneros de La Consolata y ahora como sacerdote diocesano destaca que a partir del permanente diálogo y la escucha que sostiene en las malocas con los abuelos, evangelizará para entrar en permanente contacto con ellos y así llevar a cabo cuatro encuentros anuales programados por los ríos Caquetá y Putumayo. Es decir, que hasta mayo del 2022 estará en la misión de la frontera para invitar a las comunidades indígenas de Colombia y Perú en la formación de líderes catequistas con acompañamiento en la vida espiritual.
Llamado vocacional
Desde los ocho años de edad sintió interés por la vocación sacerdotal, el deseo por evangelizar y llegar hasta su originaria comunidad ancestral, anhelos que fueron reforzados por su madre, quien en Yarinal era una reconocida animadora de la fe en las parroquias católicas del bajo Putumayo.
Sus estudios primarios los cursó en la escuela María Lucía Lotero y el bachillerato lo hizo en el Instituto Salesiano de la Ciudadela San Juan Bosco de San Vicente del Cagúan, en Caquetá. Recordó que en dicho internado religioso obtuvo el título de bachiller técnico con especialidad para la promoción en el desarrollo. Entre 1995 y el 2001, mientras en la jornada de la mañana asistía a las clases académicas, en la tarde acudía a las capacitaciones técnicas, aprendizajes de la pedagogía salesiana que lo impulsaron a poner en práctica la siembra y transformación del árbol de caucho.
Mientras algunos de sus compañeros de estudio siguieron sus carreras universitarias y obtuvieron su título como médicos, enfermeros jefe e ingenieros, entre otros, José Alejandro asegura que consagró su vida al sacerdocio. Antes de ingresar al seminario retornó a su comunidad y durante un año prestó sus servicios vocacionales, y en agradecimiento a las ayudas que le brindaron a lo largo de sus estudios secundarios, enseñó lo aprendido en las áreas de matemáticas, geografía, castellano y ciencias naturales a niños, niñas, jóvenes y adultos.
Aunque asegura que en un principio le llamó mucho la atención la comunidad religiosa Saleciana, se inclinó por los Misioneros de la Consolata, quienes desde hace más de medio siglo hacen presencia en Puerto Leguízamo. El proceso propedéutico lo hizo en Bucaramanga (Santander) y la etapa filosófica canónica en la Pontificia Universidad Bolivariana de la ciudad de Medellín en Antioquia. Su noviciado lo realizó en Buenos Aires (Argentina) y en el 2008 se retiró de la comunidad porque sentía que la vida eclesiástica al parecer no iba a ser lo suyo.
Difícil determinación
En ese nuevo proceso, precisa que estuvo seis años por fuera de la vida religiosa y contemplativa, sin embargo, cierto día cuando monseñor Joaquín Huberto Pinzón, actual obispo de la Diócesis de Puerto Leguízamo, se desempeñaba como párroco le había preguntado a José Alejandro que si aún tenía viva la llama de la evangelización. A dicha pregunta le había respondido que sí y que aún guardaba la esperanza de continuar para hacer parte del Vicariato y por eso acompañaba a su madre y a los sacerdotes de aquel entonces a los encuentros religiosos comunitarios.
Convencido de que su vida pastoral era lo suyo, en el 2015 viajó a la ciudad de Bogotá e ingresó al Seminario Intermisional. Antes de dar ese paso, trajo a su mente aquellos difíciles momentos emocionales por los que estaba pasando tras el fallecimiento de su madre, quien había perdido la vida por la mordedura de una serpiente. Una vez ingresó al Seminario para continuar con la etapa configurativa o teológica, afirma que los primeros semestres fueron difíciles debido a los contratiempos que, durante casi seis años continuos de no haber leído, ni escrito le había provocado dicha inactividad académica.
De ahí en adelante, el sacerdote de la comunidad Murui subraya que con el paso del tiempo todo fue mejorando, tras afirmar que con los años avanzó en la iniciación clerical y en los Ministerios del Lectorado, Acolitado, Diaconado y Presbiterado.
Histórica ordenación
Por su parte, el obispo del vicariato apostólico de Puerto Leguízamo Solano para el sur del Putumayo, el sur del Caquetá y el norte del Amazonas, Joaquín Humberto Pinzón, calificó de histórica la ordenación del primer sacerdote leguizameño; José Alejandro Sánchez Charry, tras asegurar que toda la comunidad vive ese acontecimiento con inmensa alegría y mucha esperanza.
Finalmente, la coordinadora de la pastoral educativa y catequética del Vicariato de Puerto Leguízamo, Nayibe Núñez, destacó el llamado de Dios a través de aquel joven de la comunidad indígena Murui para evangelizar, unir comunidades y trascender las fronteras de la fe, respetando los usos y costumbres de los pueblos ancestrales.