Hay dos figuras del lenguaje, bastante utilizadas, por cierto, que me vinieron a la mente cuando recibí este caso para su análisis. Una es la de “andar en puntillas” y la otra, la de “caminar sobre brasas encendidas”. Las dos, comunes en el lenguaje corriente, nos hablan de caminar con mucha precaución sobre las puntas de los pies, como lo hacen las bailarinas, con precisión y belleza, pero también con sutileza y elegancia.
Son numerosos los casos en que los contenidos de estas frases se aplican a pies juntillas en el oficio periodístico. Especialmente cuando lo que decimos tiene repercusiones públicas, puede lastimar la imagen e inclusive la honra de una persona, interesan a un sector de la sociedad, definen una hoja de vida, tienen efectos éticos y se refieren a la reputación de una persona.
El caso se presentó recientemente en el equipo digital de Exploremos (el canal de audiostreaming y TDT con contenidos de apoyo educativo), cuyas notas se publican en la web de Radio Nacional. Se trataba de presentar en el día del Maestro algunas vidas destacadas en una nota titulada: "Maestros en Colombia: historias que enseñan el valor de una vocación".
Aquí está la primera arista del caso: no era un día cualquiera, sino el día del maestro. Y no eran todos los maestros, sino algunos pocos de ellos. Conclusión: todos los focos estaban naturalmente puestos sobre la selección que haría la radio pública en su artículo.
Pero en la segunda arista las cosas empezaron a complicarse: dentro de la lista se colocó un nombre (que no citaré, por razones que más tarde explicaré) y que generó reacciones, fundamentalmente porque se presentaba con un título que según algunos no había obtenido en una universidad extranjera.
La carrera profesoral se ha convertido desde hace unos años en un proceso riguroso de estudios, titulaciones, distinciones, premios y publicaciones. A medida que se aumentan los campos de conocimiento y la especialización del saber, la carrera de los maestros se torna más compleja y exigente. También crecen las preocupaciones y las críticas a un exagerado formalismo que le hace perder sabor al saber (dos palabras para las que en francés se utiliza el mismo vocablo), una distinción sobre la que escribió bellamente el gran semiólogo Roland Barthes.
Y empezaron las críticas a la información de Radio Nacional por haber entronizado en la lista de maestros destacados a alguien que supuestamente había recurrido a la mentira para inflar su curriculum.
Pero a veces las verdades que se consideran absolutas hacen agua por algún lado imprevisto. Y en el caso analizado, las pruebas de la supuesta falsedad documental del maestro no son totalmente fehacientes. Por eso se tenía que haber andado sobre la punta de los pies, con la cautela que da el conocimiento, la experiencia y el arte del caminar. Por eso mismo no daré su nombre.
Esta actitud del periodista no es de ninguna manera un cálculo interesado y mucho menos una renuncia a la crítica. Por el contrario, es la garantía de una información de calidad, de respeto a las audiencias, de precisión en lo que se afirma y de compromiso con la verdad.
Una de las autoras de la nota periodística afirma que antes de incluir los datos enviados desde producción y corroborados con el mismo docente, “revisé la información por mi cuenta y encontré en la página de la Universidad, que, aparecía solo como geólogo por lo que procedí a eliminar la información adicional sin soporte”. Y más adelante señala que “Por lo que bajo el beneficio de la duda y sin entrar a juzgar, pues no me corresponde desentramar su situación más allá de los hechos verificables en las instituciones para las que el señor labora, decidí continuar con la verificación de datos”.
Las voces críticas del maestro no confirmaron su afirmación sobre el maestro con datos más contundentes (por ejemplo, de la universidad del exterior en la que afirmaba haber hecho su maestría). Aun así, las colaboradoras de la Radio Nacional retiraron de la nota informativa al maestro aludido.
Hubo internamente problemas de valoración y aunque se hizo un proceso de verificación, se puso en peligro la credibilidad en el medio público.
Hace poco volví a leer tres cuentos clásicos: Caperucita Roja, Blancanieves y la Cenicienta. Mi primera sorpresa fue encontrarme con versiones diferentes en el tiempo de diversos autores. Por supuesto para leerlos acudí nuevamente a un clásico, el “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” de Bruno Bettelheim (un autor interesante sobre el cual también hay mucha polémica).
En la versión de 1812 de los hermanos Grimm, el cuento de Blancanieves y los siete enanitos termina con algo que se borró de tajo en otras versiones, especialmente en las infantiles, y que es una buena enseñanza, por lo menos para los periodistas: a la madrasta, malvada y vanidosa, le colocan como castigo al final de la historia unas zapatillas incandescentes para que baile.