Cuentan las montañas que la mora llegó a Colombia hace casi 60 años, que la primera semilla la trajo a Santander Don Eliécer Echavarría, un agricultor a gran escala que viajaba de ciudad en ciudad para conocer de cultivos y técnicas en Latinoamérica.
“Aquí a Sevilla la trajo él, en un principio nos dijo que la había encontrado en la mesa de Los Santos, pero luego nos enteramos que venía de Brasil y que no había logrado que diera fruto”, dice Jaime Hernández, nieto de la señora Rosalbina Hernández, una de las primeras mujeres que vio nacer la mora en Piedecuesta.
Pasaron casi ocho meses para que el ingenio y la sabiduría campesina lograran descifrar de qué manera se podría sembrar mora. Parecería una fábula, pero es anécdota, la forma en como accidentalmente uno de ellos descubrió que si se enterraba la punta de la planta que estaba en pie, de allí saldría una nueva.
“Mi abuela me contaba que lo intentaron de muchas formas. Una de las plantas se dobló porque se partió, y quedó enterrada sin culpa. Ya cuando regresaron se dieron cuenta que había una planta nueva, y pues era esa punta que había vuelto a nacer, como si la planta fuera infinita”, agrega Jaime.
Según Víctor Osorio, ingeniero agrónomo, la mora es de origen suramericano, pero tiene como cuna principal a Brasil, y asombrosamente era un producto del que no se sacaba ningún provecho. “Lo que se conoce es que no tenía uso alguno, al menos para el consumo. Suponemos seguramente que pensaban que se trataba de algo venenoso. Gran parte de ella proviene de las zonas altas tropicales de América”, cuenta.
Conociendo la mora
Una planta de mora puede tener una altura inimaginable, pero sus cultivadores aseguran que la altura óptima para que sea productiva es de 1.60 o hasta 2 metros. Es una especie de chamizo fino con cientos de espinas filosas en todo el cuerpo, de hojas verdes alargadas y nace en climas entre los 1.200 a 3.000 metros sobre le nivel del mar.
Tras su llegada a Sevilla, una vereda de la zona alta de Piedecuesta, el compañerismo campesino permitió que también la cultivaran en Planadas, Miraflores, Pinchote, La Cuchilla y El Polo. Allí literalmente aprendieron de finca en finca cómo debía cuidarse, pues distinto a otros cultivos, la planta de mora se siembra una sola vez.
Reynaldo Jaimes, agricultor y presidente de la Asociación de Agricultores de Mora de Miraflores lo explica mejor. “La mora nos da el entendimiento. Prácticamente su cosecha depende de podarle periódicamente la punta de sus ramas para que ella continúe creciendo. Uno la corta y ella se renueva”.
En la historia se conoce de cultivos de mora que han alcanzado hasta los 30 años. El agrónomo asegura que “teóricamente pueden vivir 15 años, pero realmente consiguen durar mucho más. Depende de los cuidados que les dé el agricultor, porque es una planta muy agradecida.”
Ciertamente su apodo de infinita proviene de allí y del hecho de que se puedan recolectar sus frutos frecuentemente, sin esperar por largos periodos para su cosecha. “Se recoge cada 8 días o cada tres días. Es como una vaca lechera, cada día toca ordeñarla y todos los días vota fruta”, cuenta Jaime Hernández.
La mora de hoy
En el paraíso de la mora en Santander también las mujeres han explorado este cítrico y realizan múltiples derivados como bocadillo, mermelada, vino y helados. Todos ellos de una exquisitez incomparable, al recordar que están hechos de frutas frescas, con productos del campo y recetas tradicionales.
Sin embargo, como todos los trabajos del campo, la siembra de mora enfrenta batallas injustas como su baja remuneración, las plagas, los altos costos de los insumos y el pésimo estado de las carreteras. Reynaldo agrega a este panorama que “el interés de los jóvenes por continuar con este trabajo es muy poco, porque al ver nuestros obstáculos, cada día se desmotivan más”.
Lo cierto es que 50 años después, pasaron de estar en el anonimato a convertirse en los principales productores de mora de la región, y proveedores primarios en el área metropolitana de Bucaramanga con 1.500 hectáreas de cultivo.
Desde allí bajan alrededor de 250 toneladas de la fruta al mes y se fortalecen como un destino turístico en el que se puede conocer la preparación de toda clase de productos hechos con mora y para compartir como expertos, lo que algún día ellos también aprendieron.