La Organización Mundial de la Salud, OMS, define la plasticidad cerebral o neuroplasticidad como la capacidad de las células del sistema nervioso para regenerarse anatómica y funcionalmente, después de estar sujetas a influencias patológicas ambientales o del desarrollo, incluyendo traumatismos y enfermedades.
Esta plasticidad del cerebro permite que el sistema nervioso cambie su estructura y su funcionamiento a lo largo de su vida, como reacción a la diversidad del entorno.
Rodolfo Llinás, reconocido neurocientífico colombiano, señala que la neuroplasticidad o plasticidad cerebral es el cambio de forma permanentemente de nuestro cerebro permitiendo adquirir y eliminar datos de manera continua desde la concepción hasta la muerte, y es lo que se conoce como Neuroplasticidad.
Este proceso permite al cerebro reponerse a trastornos o lesiones, y puede reducir los efectos de alteraciones estructurales producidas por patologías como la esclerosis múltiple, parkinson, deterioro cognitivo, enfermedad de alzheimer, dislexia, Trastorno de déficit de atención e hiperactividad, insomnio adultos, insomnio infantil, entre otras, señala la revista Cognifit Research.
Anteriormente se creía que nuestro cerebro tenía una estructura estática que se desarrollaba durante la infancia y luego se mantenía pero ahora se sabe que el cerebro es capaz de reorganizarse y crear nuevas conexiones sinápticas (uniones neuronales) a lo largo de toda la vida.
Tipos de plasticidad cerebral
Existen dos tipos principales de plasticidad cerebral: la plasticidad sináptica que se refiere a los cambios en la fuerza de las conexiones entre neuronas, lo que facilita el aprendizaje y la memoria; y la plasticidad estructural, implica la creación o eliminación de conexiones neuronales, lo que puede cambiar físicamente la estructura del cerebro.
La plasticidad cerebral es fundamental en varios procesos, como el aprendizaje de habilidades motoras, el aprendizaje de nuevos idiomas y la adaptación después de una lesión cerebral, como un accidente cerebrovascular. En estos casos, el cerebro puede reasignar funciones a diferentes áreas para compensar las pérdidas.
Seis (6) Consejos para desarrollar la plasticidad cerebral
De acuerdo con lo anterior siempre podremos desarrollar nuestro cerebro y aprender nuevos conocimientos o habilidades, para esto es recomendable:
- Dormir bien, estudios han demostrado que durante los periodos de sueño, el cerebro realiza conexiones neuronales, gestiona emociones y se regeneran las neuronas.
- Encontrar nuevos temas o habilidades de interés, como aprender a tocar un instrumento, aprender un nuevo idioma, incursionar en el arte, estos nuevos aprendizajes permiten que nuestro cerebro genere nuevas conexiones neuronales y se desarrolle la plasticidad cerebral.
- El ejercicio físico, especialmente el aeróbico, aumenta la neurogénesis (la creación de nuevas neuronas) y favorece la plasticidad cerebral, podemos hacer ejercicios que involucren coordinación, como el yoga o el baile. Al aprender nuevos movimientos y coordinar diferentes partes del cuerpo, obligamos a nuestro cerebro a crear nuevas vías neuronales.
- Romper la rutina y cambiar hábitos, porque las actividades repetitivas o la monotonía reduce la plasticidad cerebral, mientras que la variación en las actividades diarias la estimula. Por ejemplo, se puede iniciar cambiando el camino para ir al trabajo o intentar usar la mano no dominante para realizar tareas cotidianas como cepillarse los dientes. Estos pequeños ajustes activan nuevas áreas del cerebro.
- Los juegos mentales son siempre un gran deporte mental, resolver acertijos, armar rompecabezas, o participar en juegos de estrategia estimula el cerebro, desafiando las capacidades cognitivas. Estos juegos obligan al cerebro a trabajar de maneras nuevas y a mejorar la capacidad de resolución de problemas.
- Socializar y mantener relaciones significativas, pues las interacciones sociales fomentan la plasticidad cerebral, porque el cerebro debe procesar la información emocional, verbal y no verbal de las interacciones, es recomendable participar de actividades grupales, como clubes de lectura o voluntariados. Al relacionarnos con personas nuevas y enfrentar diversas perspectivas, nuestro cerebro se adapta a la información cambiante.
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