1938 representa para Bogotá uno de los años más significativos de su historia. Ese año, la ciudad se preparaba para celebrar el cuarto centenario de su fundación, un evento con el que se pretendían establecer los cimientos de una nueva ciudad, una urbe moderna, una verdadera capital.
Según reseña el libro ‘1938, el sueño de una capital moderna’ escrito por Fabio Zambrano y Alfredo Barón Leal, esta conmemoración “se convirtió en el momento de la convergencia de diversos procesos históricos que transformaron sustancialmente la ciudad y señalaron el derrotero de su tránsito en las décadas siguientes. El sentimiento que se tenía al comenzar los años 30 era que la capital se encontraba muy atrasada con respecto a sus similares latinoamericanas”.
Una transformación que incluyó la puesta en servicio durante ese año de obras como la planta de tratamiento de Vitelma, del Teatro de la Media Torta, la Biblioteca Nacional, el Teatro San Jorge y el Estadio Alfonso López Pumarejo, un escenario que el entonces presidente de la República Alfonso López Pumarejo tenía como una de sus mayores apuestas dentro de su programa de Gobierno conocido como ‘La Revolución en Marcha’.
Inaugurado el 5 de agosto de 1938 en el marco de los Primeros Juegos Deportivos Bolivarianos por el presidente López Pumarejo- quien a los dos días siguientes entregaría el poder a Eduardo Santos-, el estadio fue proyectado como parte del complejo deportivo que coronaría la composición urbanística de la Ciudad Universitaria de Bogotá (el campus universitario de la Universidad Nacional de Colombia), siendo la primera construcción moderna en la ‘Ciudad blanca’, cuyo diseño fue encargado por el propio López al arquitecto alemán Leopoldo Rother, quien venía de la escuela arquitectónica de la Bauhaus germana.
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Teniendo como referencia el Estadio Olímpico de Berlín(construido para los Juegos de 1936), Rother- que llegó al país huyendo de los nazis para hacer parte posteriormente de la nómina de arquitectos de la Dirección de Edificios Nacionales del Ministerio de Obras Públicas- diseñó un campo deportivo que se constituirá en la materialización de la arquitectura moderna en Colombia, cargada también de un gran simbolismo.
De forma elíptica con dos entradas y una tribuna cubierta en el costado oriental; entrada principal demarcada por dos torres de gran altura que contienen los anillos olímpicos en disposición lineal y sentido vertical, el Alfonso López resalta por el ángulo pronunciado de la gradería para garantizar la mejor visibilidad a los espectadores.
Patrimonio nacional
Sus terrenos han sido testigos de hechos relevantes como el encuentro futbolístico entre Perú y Colombia, que se jugó en dichos Juegos Bolivarianos, cinco años después del ‘Conflicto de Leticia’, la guerra entre las dos naciones, como símbolo de la paz binacional.
Así mismo, se constituyó en parte de la historia futbolística de la ciudad, al servir de escenario para partidos de Santa Fe y Millonarios, los dos equipos más representativos de la ciudad, donde el equipo rojo gesto parte de su primer título del balompié profesional, y donde las grandes estrellas del ‘Ballet azul’ de la época del Dorado dejaron su talento.
Allí jugaron, entre otros, Alfredo Di Estefano, Néstor Raúl Rossi, Julio Cozzi; Valeriano López del Deportivo Cali, Roberto Drago del Independiente Medellín, y Heleno de Freitas del Junior de Barranquilla.
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Además, el Alfonso López fue sede del único equipo universitario del fútbol profesional que ha tenido el país: el Club Universidad de Colombia, que jugó el torneo desde 1948 hasta 1952, formando parte del grupo histórico de 10 equipos que fundaron la Liga de fútbol profesional colombiano, y posteriormente entre 1999 y 2001 en la Primera C. Así mismo, ha sido sede también al Chicó Fútbol Club, La Equidad, y el Bogotá Fútbol Club de la segunda división, entre otros.
En 1958 fue el escenario principal de los primeros Juegos Deportivos Universitarios Nacionales. Sobre su gramilla, que se conservan desde su construcción, jugaron también las selecciones de la Universidad Nacional, referentes del fútbol aficionado y universitario de la capital colombiana, resaltando el equipo comandado por el profesor John Faber López, que salió subcampeón del Torneo Sub-23 de la Liga de Fútbol de Bogotá, el cual alcanzó títulos en los torneos de Cerros y ASCUN durante una década y media.
Mediante los Decretos 596 y 1418 de 1996, el Estadio Alfonso López Pumarejo fue declarado Monumento Nacional, hoy bien de interés cultural de Carácter Nacional, BIC, del ámbito Nacional, por su arquitectura e historia.
Valoración cultural sustentada en sus valores: histórico, al hacer parte de la primera etapa constructiva de la ciudad universitaria y por ser testimonio de la historia de la arquitectura colombiana; estético, por lograr una acertada combinación de la función como determinante a partir del canon clásico simétrico que aplica elementos de las vanguardias modernas europeas; y cultural, por su aporte a una visión de la universidad pública integral y moderna dirigida a desempeñar un fin social.
Hoy, 85 años después de su inauguración, el emblemático escenario requiere una restauración, iniciativa que lidera la Universidad Nacional y que busca beneficiar a cerca de 25.000 estudiantes de pregrado y 6.000 de posgrado de la institución universitaria, y alrededor de 10.000 de otras Instituciones de Bogotá y Cundinamarca, así como ser fungir como sede del fútbol profesional femenino; para la práctica de rugby y ultimate y en el establecimiento de las escuelas deportivas para niños en diferentes disciplinas.
Sin duda, el Alfonso López fue, es y será un símbolo de esa ciudad soñada. De esa Bogotá que cada año celebra su aniversario con la esperanza de ser siempre la capital de todos y para todos.