Hace 41 años el nadador caleño Pedro Mejía se convirtió en el primer deportista colombiano en ganar dos medallas en los Juegos Paralímpicos de Verano en Arnhem (Holanda).
Mejía, quien había llegado a esta ciudad de los Países Bajos con una delegación de 20 personas, entre atletas, entrenadores y directivos, consiguió la presea de oro en los 100 metros pecho y la de bronce en los 100 metros espalda.
Era la segunda vez que nuestro país participaba en estas justas. Anteriormente ya lo había hecho en 1976 en Toronto (Canadá), sin ningún resultado.
La Radio Nacional de Colombia conversó con Mejía sobre su incursión en el deporte para personas en condición de discapacidad y sobre esa travesía que lo llevó a ser un referente en la historia del deporte paralímpico del país.
Sobre su discapacidad, Mejía dice que, eso es “historia patria” y que se dio cuando, en los años sesenta, las mujeres que estaba embarazadas tomaban un medicamento llamado talidomida para evitar las náuseas en los primeros tres meses de gestación.
Este fármaco que fue desarrollado por una compañía farmacéutica alemana y comercializado de 1957 a 1963, produciendo según los científicos, miles de casos de malformaciones congénitas.
“Yo nací en 1961. En mi caso lo que no se me desarrolló fue el fémur de la pierna izquierda: era muy pequeñito, del tamaño de una moneda. A los tres años, me operan en Atlanta Estados Unidos y me colocan la primera prótesis. Es decir, soy una persona con discapacidad de nacimiento congénita y ahí empieza como una vida normal en toda la extensión de la palabra”, señala.
Los primeros años de estudio, Pedro Mejía los realizó en el colegio Pio XII de la capital vallecaucana. A los nueve años ya practicaba el judo y también, por estímulo del colegio, empezó a practicar la natación. Cuando estaba en quinto de primaria le tocó tomar la decisión de escoger entre estos dos deportes. Se inclinó por la natación, una decisión que, según él, sería la más acertada.
Asimismo, cuenta que en 1970 no existía un movimiento paralímpico. El único deporte que se realizaba dice era el deporte convencional: “a los niños, preadolescentes y adolescentes nos tocaba enfrentar la cotidianidad dentro de las condiciones normales. En esa época tampoco había Bullying, (risas). Me molestaban y lo llamábamos: recocha, friega, sobadera, como cualquier niño, en cualquier momento”, cuenta.
También Mejía señala que participaba en todo tipo de torneos de carácter nacional e internacional. En esas competiciones no había ningún favorecimiento en virtud de su discapacidad. En ese entorno a Mejía le tocó desenvolverse. Todo ese esfuerzo lo pudo hacer gracias al apoyo de su familia porque en esos tiempos les tocaba viajar “con las uñas”.
Sobre cómo se dio su participación en los Juegos Paralímpicos de 1980, Mejía recuerda que en esa época él no sabía mucho del paralimpísmo en Colombia. Aunque ya el país había dado los primeros pasos participando en algunos eventos de ese tipo en Canadá y México, no solamente en juegos paralímpicos sino en Parapanamericanos.
“Cuando tenía 19 año me encontraba participando en un torneo internacional en la ciudad de Cali. Allí unos señores del club Nuevos Horizontes me propusieron participar en los juegos paralímpicos de Holanda. Yo acepté y, después de que me realizaron las pruebas, logré los tiempos. Ellos dijeron que estaba listo y que había buenas posibilidades. En esa época yo nadaba alrededor de seis horas diarias, de lunes a sábado y tenía participaciones periódicas todos los meses, dentro de la natación convencional”, señala.
Con este importante triunfo en Holanda, Mejía puso al país en una notable posición, a nivel internacional, en el deporte para personas en condición de discapacidad.
“Yo digo que son cinco minutos de gloria que lo acompañan el resto de la vida. Lo importante es que ese momento sea tan significativo que desarrolle tu vida para que alcances tus metas. Es la gran oportunidad de entender que la vida es de retos. La vida del deportista termina, pero la vida de la persona continua. Si aplicas esa filosofía, te permitirá continuamente mantener el espíritu del deporte, pero aplicado a la vida”, cuenta
En 1984 cuando terminaron los Juego Olímpicos de Los Ángeles, se realizaron los Juegos Paralímpicos de Verano de 1984, en Nueva York, (Estados Unidos) y Stoke Mandeville (Reino Unido). Esta fue la primera vez que los juegos se llevaron a cabo en dos sedes. Desafortunadamente Colombia no pudo participar por cuestiones presupuestales: “Nos quedamos entrenados”, señala Pedro Mejía.
Pero dos años después, Mejía repetiría en Gotemburgo (Suecia), en donde obtendría una medalla de oro en los 100 metros pecho y una presea de bronce en los 100 metros espalda. Además, marcaría un récord mundial. Luego de este triunfo, Mejía, quien está casado con Olga Lucia Giraldo con la que tienen dos hijas, dejaría el deporte para convertirse en un prestigioso abogado en su ciudad natal.
Este año, Mejía termina su periodo en el Comité Paralímpico de las Américas, al que estuvo vinculado los últimos 7 años. También está esperando retomar un proyecto sobre la realización de un documental sobre su vida.
“Por temas de pandemia se ha frenado un poquito. Pero ya se vinculó una productora canadiense. Esperamos que salga el próximo año, si las condiciones de transporte y salud lo permiten. Para regresar nuevamente a donde fueron las competencias y remembrar ese momento que fue tan importante en mi vida. También para los que consideran, como yo, que el deporte paralímpico es un deporte de alto rendimiento y exigencia”, señala.
Sobre los Juegos Paralímpicos de Tokio, Mejía ve “con muy buenos ojos y con mucha expectativa” lo que va a ser la representación de nuestros deportistas en ese evento. Una delegación conformada por 69 atletas, la más numerosa en la historia del país.
“El deporte paralímpico a nivel mundial viene posicionándose por la identidad que está logrando. Nació como un deporte de rehabilitación y años después se convierte en lo que es hoy, un deporte de alto rendimiento, con unas marcas importantes, que históricamente restablece la esencia del atleta más allá de la recreación o la recuperación física que fue el legado de su fundador, el neurólogo Ludwig Guttmann”, concluye Pedro Mejía.