De acuerdo con el Dane, la inflación del 2021 fue del 5,62%, la cifra más alta en los últimos cinco años, jalonada fuertemente por el sector de alimentos y bebidas que tuvo una variación de 17,23%. Sin quedarnos en los números y tecnicismos, seguramente las familias colombianas han sentido el alza en el precio de los alimentos, en el transporte, la salud, la educación y muchos otros bienes y servicios, pero ¿a qué se debe?
En Contacto Directo, Jaime Rendón, profesor de la Universidad de La Salle y director del Observatorio de Desarrollo Rural de la misma universidad, explicó que el incremento de la inflación (que traduce la variación porcentual del índice de precios al consumidor IPC, y que mide el costo promedio de la canasta familiar) es un fenómeno mundial y en Colombia este aumento está afectando especialmente a las familias de menores ingresos.
“La inflación que hoy tenemos le pega más duro a los pobres porque está fundamentalmente en los alimentos, sobre todo en lo que tiene que ver con alojamiento, agua, electricidad y gas; ahí está el 80% de la inflación del 2021”, indicó.
Rendón aclaró que el Dane regularmente hace la medición a partir de una canasta de 443 bienes en 12 grupos de gasto y en 8 ciudades, y divide los impactos de la inflación según los ingresos de los hogares. “El Dane entrega una sola cifra con la cual se hacen las decisiones de política, por ejemplo, el ajuste del salario mínimo”, precisó.
¿Por qué hay un alza en la inflación en el mundo y qué tiene que ver la pandemia?
Durante el tiempo de confinamiento y los primeros meses de la reapertura económica el mundo no se estremeció tanto como hoy lo está haciendo, y las razones son la elevada liquidez mundial, trabas en las cadenas de suministros, aumento en las materias primas, depreciación de las monedas y un alto consumo.
“La apertura económica evidenció las grandes dificultades de los modelos de desarrollo que no se basan en producciones internas sino en las importaciones, como Colombia. Además, hay una fuerte crisis en la logística mundial. Si yo pido algo de China o Estados Unidos su envío requiere de barcos, aviones y sistemas de transporte que están colapsados. A eso hay que sumarle que se ha incrementado los precios de las materias primas de forma exagerada y que Colombia dejó de producir alimentos para importarlos”, puntualizó.
A este coctel explosivo de movimientos económicos mundiales hay que sumarle el fuerte incremento del precio del dólar, la consecuente devaluación del peso colombiano y la zozobra en tiempos electorales.
“Como país producimos mucho a partir de bienes importados, por eso dependemos del tipo de cambio. Es probable que esta alza se mantenga durante el primer semestre de este año ante las condiciones económicas del mundo y los procesos electorales del país, especialmente por la incertidumbre de las políticas que vengan a futuro. Tendremos un dólar alto y esto afectará mucho en los precios; seguramente el Banco de la República empezará a subir la tasa de interés y eso llevará a que el costo del dinero sea más caro y que eso pegue en los bolsillos de las familias”, explicó.
Rendón aclaró que Colombia, ante su diversidad geográfica y económica, sentirá este impacto económico de forma muy diferente, especialmente en zonas de difícil acceso. “Las zonas más apartadas suelen ser áreas con una inflación más grande por la necesidad de utilizar más logística y los altos costos de llevar productos a esas zonas. Eso es parte de la desigualdad en el país, hay zonas donde solo se puede acceder en avión, lancha o mula y eso encarece los precios”.
¿Hacia dónde mirar en estos próximos meses?
“Se vienen tiempos electorales y es aquí cuando los candidatos presidenciales y al Congreso deberían hacer acuerdos con los sectores sociales y la academia para volver la mirada al campo, a la ruralidad y a los alimentos. La pandemia demostró que debemos producir nuestros propios alimentos porque no podemos depender de los mercados internacionales abiertos para consumir nuestros alimentos diarios. Hay que reconocer y dar nueva dignidad a los campesinos que durante la pandemia demostraron que seguían ofreciendo productos del campo incluso con muchas dificultades”, dijo.
Para Rendón la apuesta debe estar dirigida a fortalecer la rentabilidad del campo y generar alternativas para que desde la ruralidad se gesten empresas rentables, lo que implicará el apoyo en títulos, tecnología y mejoramiento de producción y cadenas de distribución.