La memoria permite a los individuos recordar los eventos del pasado, así como los individuos, las sociedades tienen también una memoria colectiva, una memoria social.
Esta capacidad de recordar resulta crucial porque ayuda a comprender el presente y brinda elementos para la planeación de lo que viene y para recordar eventos similares ocurridos anteriormente. La especie humana también tiene memoria, y ésta permite develar las relaciones que la humanidad ha establecido con la naturaleza a lo largo de la historia.
Aunque todas las especies tienen una memoria que les permite mantenerse y sobrevivir en el cambio de la historia natural, la especie humana es la única que puede ser consciente y transitar por tres lugares: lo genético, lo lingüístico y lo cognitivo.
La memoria biocultural de la especie humana permite entonces adquirir una perspectiva histórica de largo trazo, de velar los límites y sesgos epistemológicos, técnicos y económicos de la modernidad, y visualizar soluciones de escala civilizatoria a los problemas actuales.
Ivonne Pérez Rojas, especialista en Derechos Sexuales y (no) Reproductivos, Derechos Humanos, Pedagogía de la Memoria y Políticas Culturales, Máster en Estudios de Género, identidades y Ciudadanía, indica que la memoria biocultural son todos aquellos saberes, prácticas, relatos, historias, recuerdos que han permitido a los seres humanos establecer una relación con la naturaleza y pasan de generación en generación y permiten que se mantengan los lazos identitarios culturales, también permiten que se protejan los territorios, un ejemplo muy concreto son las prácticas de siembra y cultivo de las plantas medicinales que tienen en las comunidades campesinas, donde estos saberes ancestrales alrededor las prácticas agrícolas protegen los territorios, pero también las memorias culturales visibilizar unos conocimientos muy propios, que van más allá de los conocimientos industriales y de todas las tecnologías que hoy en día existen alrededor de las prácticas agrícolas.
Igualmente, Mayra Alejandra Sánchez, literata de profesión, especializada en Pedagogía de la Memoria y Políticas Culturales, y con maestría en Desarrollo Educativo y Social, con trayectoria en programas culturales y artísticos, de fortalecimiento comunitario y espacios pedagógicos dirigidos a organizaciones sociales, procesos organizativos y comunidades rurales y étnicas, señala, que la memoria como la cultura son procesos interdependientes, es decir que tanto la cultura se alimenta de las memorias como las memorias de la cultura, entonces en ese sentido la memoria es un proceso cognitivo generado desde la experiencia y resignificación de situaciones vitales y en ese sentido las memorias pasan a ser parte de la cultura, de las creencias, costumbres y tradiciones.
Sánchez, señala que estas memorias históricas al ser parte de nuestras existencias, en Colombia, que es un país agrícola, están atravesadas por lo rural, por el campo, el mismo conflicto armado, ha sido un conflicto dado por lo rural, por lo territorial, entonces hablar de memorias es imposible desligarlo también de lo que implica lo natural y también lo que la cultura ha alimentado desde las memorias.
En el marco de esta memoria biocultural, se encuentra implícita la tradición ancestral femenina, señala Sánchez, y está relacionado con el ejercicio de recopilación, revitalización y reconocimiento de lo que es nuestro linaje femenino, de nuestra línea, o de nuestra ancestralidad, para lo cual se hace necesario reconocer cuáles son los horizontes identitarios, los sentidos los sistemas de creencia, las prácticas de cuidado que nuestras ancestras han tenido a lo largo de la historia y como nosotras también recogemos esas memorias en relación con la naturaleza y en relación con las prácticas de cuidado. Toda nuestra ancestralidad tiene que ver con los múltiples procesos de mestizaje que hubo en el territorio y como toda esa fusión de identidades sociales y étnicas generan unas maneras de entender lo que es ser mujer y lo femenino dentro de un contexto pluridiverso.
Para Sánchez, Colombia, al constituirse como un país agrícola, debe tener presente estos saberes ancestrales, esa memoria biocultural, para que aprendamos a relacionarnos de nuevo con la naturaleza y aplicar todos esos saberes ancestrales alrededor de las prácticas agrícolas, es una experiencia muy valiosa porque se encuentran no solo las plantas, sino también quién puede explicar de ellas de manera primaria y muy viva. Resalta que aunque estemos en las ciudades vemos que algunas plantas llamadas malezas, que en realidad son plantas muy resistentes, que a pesar de el asfalto, el cemento, ellas por donde sea siguen creciendo, y muchas de ellas tienen propiedades muy valiosas para nuestra salud, por lo tanto, estos saberes nos permiten conocer esas propiedades de las plantas y así mismo valorarlas.
Para terminar Sánchez y Rojas, indican que la memoria Biocultural está en estrecha relación con “guardar” conocimientos en la interacción misma con el territorio, trabajando la tierra, sembrando, cosechando, compartiendo los alimentos, la palabra. Por lo tanto, es importante tener en cuenta aspectos de ordenamiento territorial, ya que es muy notorio cómo las nuevas generaciones que crecen en las ciudades, desconocen lo rural, las prácticas agrícolas y, en general, la vida en el campo. Pues eso es un saber que se comparte, si la mamá y el papá están desconectados de la naturaleza, pues las nuevas generaciones de niños, niñas, jóvenes y adolescentes, estarán aún más alejados y desentendidos del medio natural. Lo anterior se diferencia de la ruralidad o los distintos resguardos dentro de nuestro territorio, pues allí encontramos otra perspectiva de la medicina ancestral y la importancia de su conocimiento y transmisión.
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