Viajan al ritmo del viento y cubren muchos tramos del espejo de agua dulce. Son el primer obstáculo natural a vencer por quienes viven de la recolección diaria de peces: es la tarulla. Por años, esta problemática afectó a toda una región; y las mujeres artesanas del corregimiento de Antequera, municipio de Tamalameque en el Cesar, se dieron a la tarea de recolectar las plantas de la Ciénaga para transformarlas y convertirlas en la materia prima de su trabajo.
Así fue como nació La Fundación Manatí, hace 13 años, conformada por matronas, adultas mayores, mujeres que heredaron de sus ancestros el amor por el arte de tejer y transformar la fibra natural del ‘Buchón de Agua’ o ‘Tarulla’ en productos artesanales como bolsos, individuales, billeteras, bisutería, lámparas, jabón orgánico y pesebres. Además, elaboran papel artesanal.
Emilce Pérez Mier, artesana y vocera de la Fundación, afirma que nacieron en el 2009 inquietas porque en la época de verano “el buchón”, como se conoce coloquialmente, lo quemaban y causaban daño al medioambiente, por eso ellas se dedicaron a buscar la forma de transformarlo. Empezaron haciendo abono, pequeños tejidos y se dieron cuenta que podía tener muchos usos.
La Fundación Manatí la conforman 30 familias entre las que se encuentran mujeres cabeza de hogar, desplazados, afrodescendientes y personas en condición de discapacidad.
Para estas familias, asentadas en poblaciones ribereñas del complejo cenagoso la transformación del “buchón” es la oportunidad para mejorar su calidad de vida, trabajar por el medio ambiente, ocupar el tiempo en algo que les gusta y además obtener el sustento de sus familias.
Pero lo más importante, considera doña Emilce, es la satisfacción de hacer algo por la Ciénaga que le da vida y le suministra todo porque, afirma, que ellos nunca habían hecho nada por ella.
Ellas salen en grupo a recolectar las plantas. Recogen secas, verdes, grandes o pequeñas, “cualquiera les sirve”, dicen, las lavan muy bien y las ponen al sol a secar y empiezan a sacar hilo para trabajar en crochet, esteras, bolsos, papel, abono orgánico y jabones.
Todo el proceso lo realizan a mano, es orgánico. Ellas sueñan con tener un taller tecnificado, con licuadoras industriales, ollas de acero y una troqueladora para mejorar la producción y por ende la calidad del producto. Son mujeres perseverantes, empíricas y requieren capacitaciones en diseños y acabados para hacer un producto de exportación. También anhelan un almacén propio para vender sus artesanías.
“Sentimos que estamos aportando un grano de arena al medio ambiente”, afirma doña Emilce. El papel que producen se puede utilizar para tarjetas, libretas y aunque no tienen conocimiento técnico, aseguran que el papel es de excelente calidad, tanto que lo están comercializando.
Ellas son mujeres que tienen entre 40 o 70 años de edad, que tienen sueños y anhelos, y han transformado el arte de sus abuelas y ancestros para trabajar las fibras que le aportan la naturaleza.
Todo el proceso está cuantificado “si se va a hacer abono orgánico se usan cinco toneladas de Tarulla”, puntualiza doña Emilce.
Y aunque la idea no es acabar con esta planta de agua en la Ciénaga de Zapatosa, sí se han logrado mejorar las vías fluviales, porque cuando la planta cubre el espejo de agua, obstaculiza el trabajo a los pescadores, a los finqueros y a los peces no les llega oxígeno. Por eso ellas van sacando poco a poco y van destapando los caminos en la Ciénaga.
La elaboración de gas y carbón es el propósito de estas mujeres de la Fundación Manatí para lo que están preparando una investigación sobre el tema. Ellas están demostrando que se puede hacer una empresa productiva creando papel sin cortar un árbol y quieren vincular al proyecto a jóvenes y niños para que no se pierda la tradición y el aporte que hacen al corregimiento con sus artesanías.