Cerca de 50 años de crecimiento de coral se perdieron tras el paso del huracán Iota por el archipiélago de San Andrés y Providencia en noviembre de 2020. Pese a que los daños a la población se presentaron mayormente en Providencia, contrariamente, este ecosistema marino se vio más afectado en San Andrés.
“Los corales son seres vivos que generan estructuras de carbonato de calcio, que los hace parecer una roca, pero en su interior vive un animal pequeño parecido a una medusa, ellos se asocian con microalgas que los ayudan a alimentarse”, asegura la bióloga y especialista en gestión ambiental, María Fernanda Maya.
Para Colombia los arrecifes coralinos son un sistema estratégico y buena parte de la economía en las comunidades locales depende de estos ecosistemas para su subsistencia y seguridad alimentaria. Son una estructura que cambia las condiciones del mar, del fondo de los océanos y se compone de muchos corales.
Dentro de la reserva de biosfera Seaflower se encuentra el 77% de los arrecifes coralinos del país, en donde se han identificado más de 57 tipos de coral, muchos de ellos incluidos en la lista roja de especies en amenazada de extinción.
“Contamos con un área de 35 millones de hectáreas para conservar, es lo mismo que tener un jardín, se necesita un cuidado constante, y es parte del trabajo que se está haciendo”, dice Rubén Azcárate, biólogo marino de la corporación ambiental Coralina, refiriéndose al cultivo de coral que actualmente se adelanta para recuperar este ecosistema.
En este proyecto, liderado por el Ministerio del Medio Ambiente, la Corporación Ambiental Coralina y la Fundación Más Bosques, participan 70 personas de la comunidad, entre pescadores y damnificados por el huracán, como amas de casa y vendedores que trabajan por la restauración del ecosistema.
A la fecha se han cultivado más de 12 mil fragmentos de la especie, en 11 guarderías de coral que han sido construidas; siete en San Andrés y 4 cuatro en Providencia. Estas son estructuras sobre las que se colocan o cuelgan fragmentos vivos de la especie y que se instalan a diferentes distancias del fondo marino o también de la zona costera.
“En este tipo de restauración primero evaluamos el impacto, identificamos las zonas que necesitan recuperación, se construyen las guarderías, se detectan las especies que se necesitan y se hace mantenimiento de las estructuras”, asegura Azcárate.
Cuando los corales alcanzan el tamaño mínimo, que toma alrededor de 10 meses, se realiza el proceso de trasplante, es decir, la especie se transfiere desde la guardería hasta el arrecife natural, y en adelante se hacen monitoreos periódicos. “Cuando vemos que responden bien, que crecen y empiezan a interactuar con el entorno, entonces decimos que están en proceso de restauración”, añade el biólogo.
Al finalizar el 2021, se espera tener al menos una hectárea de arrecife coralino recuperada. Se busca, además, avanzar en el programa ‘Restaurando Un Millón de Corales por Colombia’, liderado por el gobierno nacional para recuperar y restaurar 200 hectáreas del ecosistema, iniciativa que significará una inversión inicial de 8.450 millones de pesos, entre este año y el 2022.